El historiador norteamericano Charles Walker llegó a Lima para la Feria del Libro. (Fotos: Marco Ramón)
El historiador norteamericano Charles Walker llegó a Lima para la Feria del Libro. (Fotos: Marco Ramón)

El Perú fue como varios amores a primera vista. Un equipo de fútbol, la de un país y una mujer. En el año 79, en sus primeros días en Lima, conoció La Victoria, entró a Matute y vio jugar a Alianza Lima. Adquirió una camiseta y desde entonces es blanquiazul. Estudió un año y volvió a EE.UU., pero el amor lo trajo de vuelta. En la primera mitad de la década del ochenta contrajo matrimonio con la antropóloga Zoila Mendoza y luego tuvo una hija nacida en estas tierras. “Volví, en parte, por lo intelectual, pero también por el corazoncito”, me dice con un español que aún conserva las formas de su idioma natal y recuerda que en esa época empezó enseñando matemática en un colegio.

Hoy radica en California y suele volver a Lima. Esta vez por la reedición del libro ‘Bandoleros, abigeos y montoneros. Criminalidad y violencia en el Perú, siglos XVIII-XX’ (La Siniestra Ensayos), editado por el historiador Carlos Aguirre y Walker. La presentación será este miércoles 31, a las 6 p.m., en el auditorio César Vallejo de la Feria Internacional del Libro, en Jesús María.

“Sufro con la selección de fútbol, pero los desfiles de Fiestas Patrias los evito”, confiesa y desliza una pequeña sonrisa. Antes de conocer el Perú, estuvo en Argentina. Su plan era estudiar en Latinoamérica. Por un tema académico no podía volver a la tierra de Maradona y quería evitar la fatiga de aprender portugués si escogía Brasil. Al autor del aplaudido libro 'La rebelión de Túpac Amaru' (2015) le pregunto por qué escogió a nuestro país, y le cuesta darme una respuesta. Charles Walker tenía 19 años, cerró los ojos y eligió al Perú.

Llegó al Perú en un punto de quiebre histórico.
Elecciones, comenzaba Sendero Luminoso. Me acuerdo bien cuando colgaron los perros.

¿Esas escenas, más bien, no le provocaron dejar el Perú?
Para mí era súper interesante. Aún no había escogido Historia y, en ese momento, los historiadores tenían una presencia muy fuerte en las discusiones nacionales. Hablamos de Alberto Flores Galindo, Pablo Macera, Heraclio Bonilla, María Rostworowski. Me intrigaba mucho.

¿Qué tiene de singular el Perú?
Me gustaba la chispa. Aprecio mucho el sentido del humor. No aguanto a la gente parca. Por otro lado, está el peso de la historia. Siempre los debates políticos son muy históricos. Y, además, me gusta comer bien (sonríe).

Hemos sido el centro político de la región.
Lima era el centro de la colonia y eso pesa todavía. Pero las jerarquías coloniales tienen su costo muy fuerte. Ser el centro histórico también deja un legado negativo. En México pasa algo parecido: el centralismo, la corrupción, el desprecio del indígena vienen de la colonia.

¿Vivir procesos de triunfo en la gastronomía, el fútbol y ahora en los Panamericanos, como es el caso de los atletas Gladys Tejeda y Cristhian Pacheco, crea una nueva conciencia de peruanidad?
Yo creo que sí. Al Perú le iba mal por mucho tiempo, por eso el boom culinario. El nacionalismo culinario es verdad. A un peruano puedo insultarle a su presidente y decir que el tráfico es una porquería. Pero si quiero hacer enojar a mis amigos peruanos, puedo decir que el chifa es mejor en Estados Unidos. Y he tenido amigos indignados. Ese orgullo por la cocina es verdad, que surge porque es verdad y porque el Perú buscaba algo comparado con el crecimiento económico de Chile.

¿El Perú, en algún momento, se sintió así de ganador?
Yo creo que en la colonia, pero muy inseguro. Había inseguridad de la clase alta: hay auge, dominamos, tenemos el Callao, Potosí y toda la plata, y a la vez la inseguridad de que se van a levantar los esclavos, el miedo al desorden y a una revolución desde abajo. Había auge y se vivía con mucho miedo por los de abajo.

Y luego hemos vivido una república muy inestable.
Sí, tanto al nivel de la Guerra del Pacífico, como de proyectos fallidos. Es un país muy conservador. Por ejemplo, muy poco se cuestiona el papel preponderante de la Iglesia Católica en el siglo XIX, tanto en clases altas, como en sectores populares. Eso es algo que hay que estudiar. Lima heredó esa visión muy conservadora, en cuanto a lo social y los miedos clasistas, racistas. En el siglo XIX se fortaleció mucho el racismo: el miedo a los andinos que invaden la ciudad o con la abolición de la esclavitud se preguntaban: ¿qué van a hacer los negros?

Un miedo que persiste, ¿no?
Todavía uno escucha decir: “Estos vienen de los cerros, nos invaden”. También están las relaciones con las empleadas: uniformes, jerarquías. Esa cuestión de que no son seres humanos es muy fuerte acá, es lo que más me choca. En el siglo XXI todavía hay que luchar para que unas trabajadoras tengan contrato.

libro
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Por otro lado, vemos cómo expresidentes se van a la cárcel. Es inédito.
Hoy es una lucha histórica. De aquí a 25 años vamos a ver el resultado. Pero no solo son los presidentes, sino hay que ver toda la estructura. Quién da coimas y quién no. He estado en un taxi hablando de corrupción y un policía lo paró, y el taxista le dio 20 soles. O gente que no quiere hacer cola y le paga a alguien.

¿Cómo cree que llegaremos al bicentenario?
Está muy abierto lo que pasará. Perú es un gran país y veo un camino optimista, con crecimiento y más justicia social, con más diálogo. Aunque como historiador no puedo dejar de imaginar lo peor.

Vamos a la reedición del libro Bandoleros, abigeos y montoneros. ¿Dónde está el origen de la violencia?
Siempre hubo violencia. Pero está el hecho de la violencia prehispánica colonial, que Flores Galindo llamaba el nudo colonial, que era esa manera de hacer alianzas y jerarquías difíciles de romper, eso viene de la colonia. Por ejemplo, Sendero Luminoso es único.

En el libro describe que esa violencia colonial también tenía una correspondencia social.
Cuando los bandoleros robaban era también buscando derechos para los afroperuanos, muchos eran cimarrones. Pero que un ladrón robe a otra persona, no necesariamente tiene un contenido político. Que un bandolero robe solo a realistas en la costa y no a patriotas, sí tiene un contenido político. Entonces, no hay una regla clara.

Hoy, una de las crisis del país es la delincuencia, el robo, el secuestro. Algunas veces, le atribuimos uno de sus orígenes al influjo español.
Sí. Pero echar la culpa a los españoles me parece una salida fácil. Carlos Aguirre ha demostrado que en el siglo XIX aumentaron, de alguna forma, las jerarquías sociales. Con la independencia no se liberalizó el país; no bajaron los estamentos; las jerarquías, más bien, se fortalecieron con el racismo científico y la nueva oligarquía.

¿Y entonces dónde están los orígenes de las violencias?
Sin duda, en la injusticia social. Está la incapacidad del Estado: la policía no funciona bien. Y, a la vez, nadie respeta a la policía. También puede ser un señorón con su Mercedes-Benz que cree que se puede estacionar donde sea o un ambulante que tira basura al piso.

Enseñó en el 89 en Cusco. Una época difícil para el Perú. ¿Vivió de cerca esa violencia?
Fue una experiencia increíble. Me marcó muchísimo. Fue una experiencia única, con alumnos muy interesados. Mi estilo era más de diálogo, tipo seminario. Yo los obligaba a leer, dialogar y escribir mucho. Eran muy inteligentes, pero escribían muy mal. Yo corregía en mi segundo idioma (sonríe). Ahora, Cusco tuvo muchos menos violencia. Pero no podía salir de allí, la única forma de ir a Lima era en avión. Hubo casos en que pusieron un coche-bomba en una esquina donde vendían canchita, en un lugar por donde yo siempre circulaba. En la universidad había cierta presencia de Sendero. Corría un rumor de que había gente que no le gustaba que un gringo estuviera enseñando. Pero, literalmente, había otros blancos más importantes. No sé si era inocencia de juventud, nunca sentí el peligro en Cusco.

Y ahora, coincidentemente, está en un proyecto de libro sobre Sendero Luminoso.
Sí. En la época de Sendero, por lo menos, viví 7 u 8 años aquí. Entre Cusco y Lima. Y quiero captar, de alguna forma, cómo eran los ochenta. Los jóvenes no saben lo que fue una sociedad mucho más pobre, con menos consumismo, con un momento de mucha desesperación. Eran tiempos en que no se sabía bien qué pasaba, en parte por los prejuicios limeños de no ir hasta Ayacucho; en algún momento, Sendero logró hacer creer que era mucho más fuerte de lo que realmente fue. Eso quiero captar en el libro.

¿Por qué se hizo historiador?
Estaba entre Literatura e Historia. Pero hubo una profesora de Literatura que me vio sufriendo con gramática y poesía. Y me dijeron que sería bueno para historia social. ‘La rebelión de Túpac Amaru’, de alguna forma, fue un experimento de escribir un libro de fusión (historia y literatura), que lo escribí para mi mamá. Sobre mis primeros dos libros ella decía: “qué buen libro, la página 5 me encantó, la 6 también”. Pero nunca llegaba a la página 8 (risas). Túpac Amaru salió después de que ella falleció, pero creo que hubiera llegado hasta el capítulo 5.

¿Y el fútbol fue alguna posibilidad?
De jugar, no. Era muy malo. Jugaba de back central. No pasaban porque metía mucho foul. Y aquí con la picardía peruana lo dejé y jugué básquetbol. El tercer o cuarto día del 79, un amigo que conocí en el mercado de Surquillo me llevó al estadio de Matute. Era un vivo que quería que le pague el pasaje o la entrada, obviamente (risas). Me gustó Alianza Lima, me compré un polito, hice amistades y desde ahí soy hincha de Alianza. Nunca falto al estadio. Lloro y grito igual que todos.

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AUTOFICHA:

-“Nací en Pensilvania, pero mi familia se mudó a California. Me siento muy californiano. Hace una semana cumplí 60 años de edad. Seguí Estudios Latinoamericanos en Berkeley y Stanford (en el mismo programa donde estaba Eliane Karp), y doctorado en Historia en la Universidad de Chicago”.

-“Mi hermano fue profesor y aprendió de computación y mi hermana hace terapia física. Mi mamá era profesora y mi papá vendedor. Se divorciaron. Yo he tenido muy poca relación con mi padre, quien murió muy joven de cáncer, a los 50 años. Y en total, llevo escritos diez libros”.

-“Está por salir un cómic sobre Juan Bautista, el medio hermano de Túpac Amaru. Su vida es muy trágica. De Cusco fue preso a Lima, de ahí a Ceuta (Marruecos), donde se queda preso 35 años. Se va a Buenos Aires, escribe sus memorias y muere sobre los ochenta años. También saldrá retratada Micaela Bastidas”.

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