Carlos Flores, el periodista que se rebeló a Velasco y fue deportado. (Fotos: Giancarlo Ávila).
Carlos Flores, el periodista que se rebeló a Velasco y fue deportado. (Fotos: Giancarlo Ávila).

Su voz fue hecha para la . No suena falsa ni odiosamente impostada, tiene armonía, cuerpo, equilibrio. Una voz producto de la práctica cotidiana desde muy pequeño. Una voz que suena amable, natural y que acompaña muy bien su trato cordial y sonrisa serena.

De niño ya paseaba esa voz por las calles de Huamachuco en la década del 50, en un camión que promocionaba medicinas. Ciudad que vio nacer a su tío Ciro Alegría y a José Faustino Sánchez Carrión, y donde César Vallejo estudió. A la hora de jugar, usaba vasos como micrófonos y con los amigos construía teléfonos de latas y un hilo que las unía. A los 16 años tuvo su primer programa de radio en la estación Sonora Libertad, que no era otra cosa que una cadena de parlantes alrededor de la Plaza de Armas, de una ciudad que en ese momento tenía unos 15 mil habitantes, a 3,200 metros sobre el nivel del mar y a 180 km de Trujillo, ruta que entonces se hacía en 10 horas.

Migró a Lima, donde logró entrar a la radio y a la televisión con atrevimiento y talento. Narró la llegada del hombre a la luna, fue deportado por Velasco, entrevistó a un joven Alan García e ingresó a la OEA. Hoy, a los 70 años, conduce el programa radial De Canto a Canto en Radio Filarmonía, donde pueden sonar de Leonard Cohen a la Pastorita Huaracina.

“Cohen aprendió seis acordes de un muchacho y luego esos seis acordes fueron el sustento de toda su música”, reflexiona Carlos Flores sobre lo esencial en la vida. “Tú vas a llegar a trabajar en los medios de Lima porque tienes todas las condiciones”, recuerda sobre las palabras que le dijo alguna vez la Pastorita en una entrevista en Huamachuco. Y no se equivocaron.

¿A los 16 años qué hacía en una cabina de radio?
Sentía que la única manera de comunicarme con el mundo exterior era a través de la radio. En la noche entraba la señal de emisores colombianas, pero no las de Lima. Mi imaginación volaba mientras escuchaba las radios Todelar y Caracol. Era una forma de viajar, porque nuestro viaje más soñado era a Cajabamba, a dos horas. Estamos hablando de los años 62, 63 más o menos. Hasta que mi padre, quien fue comerciante, obtuvo la representación de la Philips. Un buen día llegó un camión cargado de aparatos como tocadiscos, radios, licuadoras, etc. Y llegó un amplificador y un micrófono, que los instaló en la puerta de su negocio que quedaba en la Plaza de Armas y después lo amplió a las cuatro esquinas de la plaza. Y así nació la estación Sonora Libertad, que era el entretenimiento de todo el pueblo. Ahí empecé a hacer radio, con altoparlantes. El primer programa era de 1 de 2 de la tarde. A las 2 volvía al colegio, a las 5 salía y de 6 a 7 hacía otra transmisión. De 7 a 8 había misa, y luego volvíamos y podía prolongarse hasta las 9:30 p.m.

¿Cómo reaccionaban los vecinos?
La gente salía a la Plaza de Armas a pasear todas las noches. A las 8 empezaba la sonora y la plaza comenzaba a llenarse de parejas. El programa de la noche se llamaba ‘Complacencias musicales’. Venía un oyente y ponía un solo de oro de la época y dedicaba un bolero para fulanita de tal. El romance estaba muy presente.

Usted ha poblado indirectamente Huamachuco.
(Risas). Sí, me dicen que soy responsable de haber unido personas. Eso fueron los inicios. Más tarde ya me vine a Lima para estudiar, en enero de 1966. Llegué a la pensión de una tía, que se llamaba Hilda Alegría. Era la hermana del tío Ciro Alegría. Esa casa quedaba en la avenida Las Magnolias 2515, urbanización San Eugenio, en Lince o San Isidro, no estoy muy seguro. Ahí tuve la oportunidad de conocer y almorzar prácticamente todos los días con el tío Ciro. Él vivía en la misma calle, pero al frente. Ya era diputado por Acción Popular.

¿Cómo eran esos días con el tío Alegría?
Era una persona muy entrañable, acogedora, de sonrisa fácil. Pero era un fumador empedernido. Ya había leído ‘El mundo es ancho y ajeno’ y ‘Los perros hambrientos’. Él es mi tío por parte de mi madre, quien tiene 96 años.

¿Qué episodio más entrañable guarda de su relación con Ciro Alegría?
Recuerdo la pregunta que él me hizo: “¿Y sobrino, cuáles son tus planes, qué es lo que quieres hacer?”. Le dije que quería estudiar, pero sobre todo trabajar en radio y le pregunté si podía conseguirme un trabajo en Radio Nacional. Me respondió que me iba a avisar. Pero me fui por mi cuenta a Radio Unión, que recién había salido al aire y era la más potente del Perú. Quedaba en la avenida Abancay. Fui y toqué la puerta. Me recibió un español de gesto muy adusto y me preguntó: “¿quién es usted?”. Soy fulano de tal y le pregunté si podía hacerme una prueba. Me llevó a la cabina, me dio unos cables de noticias y me pidió que los lea. Volvió y dijo que me quedaba a prueba durante dos meses, sin goce de haber. Salí feliz. A los tres días, el director de la radio me llamó a su oficina y me dijo que a partir de mañana quedaba contratado, y que iba a ganar tres veces más de lo que me podía mandar mi padre de Huamachuco.

Lo logró de puro atrevimiento.
Pero mi ambición en términos de radio era ir a Radio América, donde ya estaban Nicomedes Santa Cruz, Humberto Velásquez, Carlos Rojas, ‘El Carreta’ Jorge Pérez. Hice contacto con Radio América y me hicieron una prueba y me contrataron. Tenía 18 años. Y al mes que estuve en América pasé al Canal 4, donde trabajé en el noticiero. Y en el 68 entré a estudiar Periodismo a la Católica.

Carlos Flores
Carlos Flores

Dicen que las palabras se las lleva el viento. ¿Dónde está el encanto de la radio?
Eres más tú, transmites más lo que realmente eres. Es mucho más confidencial, tiene más cercanía a la gente. Juega más la imaginación.

¿El tono de voz y su forma de expresarse son como el estilo a la hora de escribir?
Yo creo que sí. Incluso, muchas veces me han preguntado si he seguido cursos de locución y les he dicho que no. A los 14 años, a mi pueblo llegaban unas camionetas que distribuían productos como Mejoral. La persona que manejaba llegaba a la casa de mi abuelo, me hacía amigo de él y luego iba en la camioneta por las calles del pueblo anunciando la película que iban a dar esa noche en la plaza. “Atención Huamachuco, esta noche en la Plaza de Armas gran función de cine mexicano con Sara García, Pedro Infante. No olvide, por cortesía de Anacín y Mejoral”, y el chofer me decía: “Bien, bien” (risas).

Hoy la forma de hablar de los locutores ha cambiado. Antes eran más engolados e impostados, hoy suenan más naturales y sus voces parecen más imperfectas. ¿Está bien, no le quita magia?
El mundo cambia y no podemos quedarme quietos llevando patrones antiguos. Esa cierta naturalidad le da más cercanía al locutor con el oyente. Pero no hay que confundir naturalidad con informalidad.

A veces hablamos de la radio como objeto del pasado. ¿Cuál es su futuro?
La radio seguirá teniendo futuro porque tiene su propia identidad. Pasé lo que pasé con las plataformas virtuales, hay mucha gente que sigue oyendo la radio porque eso le permite, además, estar haciendo otras cosas, como manejar en medio del tráfico caótico.

¿Los podcast son una suerte de futuro de la radio?
Sí, como ha sucedido con el cine frente a Netflix. El solo hecho de transmitir a través de internet ya te da otra dimensión.

Como locutor en Lima le ha tocado vivir tiempos cruciales en la historia reciente del Perú, como la llegada de Velasco al poder. ¿Qué le tocó narrar?
Sí e, incluso, la llegada del hombre a la Luna. Lo hice con Arturo Pomar. Todos sentíamos que era un parteaguas, ahí empezaba otra etapa de la humanidad. Fue impresionante. En el caso de Velasco, se marcó un antes y un después en mi vida. Yo trabajaba en Panamericana. Hacía el noticiero 24 Horas con Ernesto García Calderón. Fue la época que el gobierno militar fusionó el 4 y 5 y creó Telecentro. Había un control estricto sobre los contenidos. Recuerdo aquella noche: entrevistaba al embajador de México y en eso se da un flash del noticiero. “El gobierno revolucionario de las FF.AA. ha decretado la deportación de 19 contrarrevolucionarios por tal motivo”, relató mi compañero. Le dije al embajador que al final yo iba a hacer una protesta. En esa época la ronda final del noticiero era un comentario personal que cada uno hacía sobre cualquier tema. Yo había hecho un par de comentarios complicados para el gobierno. Esa vez me llamaron la atención. En esta ocasión fui más frontal y dije: “como peruano me asiste el derecho de protestar y lo hago enérgicamente porque esta medida afecta a un buen número de ciudadanos peruanos y no es una medida revolucionaria. Exijo que sea rectificada”. Terminó el noticiero y todos preocupadísimos. Dos días después, llegaron a mi casa, me detuvieron, me llevaron a una carceleta en Chorrillos donde estaban algunos de los 19 de la lista, luego me pasaron a otra donde estaba Villanueva del Campo y, finalmente, me deportaron a México. Fue en agosto del año 75, al mes cayó Velasco.

¿Y se volvió a encontrar con Ciro Alegría?
¡Sí! A los días de empezar a trabajar en Radio Unión y le conté que ya estaba ahí. Me respondió: “Mira, sobrino, es la primera vez que alguien me pide un favor para que le consiga el trabajo y lo consigue por sí mismo. Te felicito”.

¿Vuelve seguido a Huamachuco?
Sí, aunque nada es igual, todo cambia. Hoy existe una carretera perfecta en la que llegas en tres horas desde Trujillo. Tienes muchos lugares arqueológicos para conocer. Hay lagunas. ¿Y puedes creer que la estación Sonora Libertad continúa? Sigue siendo esa cadena de parlantes. Los dueños son otros. Incluso, probablemente suene mi voz en una cuña grabada en aquellos años (risas).

AUTOFICHA:

"Soy Carlos Rafael Flores Ledesma. Nacido en Huamachuco, La Libertad, el 8 de junio de 1948. Estudié en el colegio San Nicolás de Huamachuco, donde estudió César Vallejo; no soy poeta, aunque tal vez lo hubiese querido ser. Estudié Periodismo en la Universidad Católica y trabajé en distintos medios".

"Trabajé en la OEA por 32 años. Estaba en el 4 y un día el operador me dijo: “Te llaman de la OEA”. Me ofrecieron narrar un documental. Se hizo y me propusieron postular como oficial de información. Luego de un tiempo me trasladaron a Washington, del 92 al 2003".

"Tengo mi programa De Canto a Canto, que es como decir de una orilla a la otra; soy muy ecléctico, voy del huayno al rock. Va los martes y jueves, de 7 a 8 p.m., en Filarmonía 102.7 FM. Mi hijo Daniel es guitarrista en Cimarrones, mi hija Paula vive Washington y Alonso hace su maestría en Nueva York".