Redacción PERÚ21

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POR MARTÍN ARÍAS

Dos cosas venían a mi mente cuando escuchaba hablar de Colombia: el aroma de su café y los colores de su música (el único lugar donde la música tiene color), pero desde ahora también estará la obra de Natalia Calao. Oficialmente es tecnóloga en artesanías egresada la Universidad de Antioquía, una de las universidades públicas mas importantes de Colombia pero en la práctica sus actividades son muy variadas pero articuladas con la visión social de su país. Al igual que en el Perú, en Colombia aún duelen las cicatrices que la violencia nos ha dejado. Natalia intenta, desde el arte, curar y reconciliar.

¿Calígrafa desde el colegio?

Desde siempre tuve el interés por la caligrafía, estudié en un colegio religioso en donde eran muy estrictos respecto a la forma. Había muchas asignaturas del mundo de las artes, pero una de ellas era precisamente la caligrafía. Todas teníamos que escribir con la misma letra, pero a la larga esa rigidez en la enseñanza me sirvió.

Aquí en Perú a los chicos del colegio ya no les gusta mucho escribir ¿En Colombia sucede lo mismo?

Depende de los colegios, yo creo que desde que el boom del lettering irrumpió aquí como recurso gráfico, se acordaron de la importancia la escritura a mano. Hay colegios que lo han retomado, pero no como era antes.

Siempre se culpa a la tecnología de eso

No se puede satanizar a la tecnología porque ella nos ha permitido exploraciones que antes no eran posibles. Antes por ejemplo teníamos que fabricar manualmente nuestras propias herramientas o usar las de otras disciplinas para adaptarlas a la caligrafía, no había otra manera; pero la tecnología nos permite el acceso a otras herramientas y la especialización. También ha hecho que, por oposición, la gente sienta que debe rescatar los oficios que podrían desaparecer.

Te gusta escribir, me parece interesante que un calígrafo se interese no solo en la forma si no también en el fondo, ¿Como nació tu vocación por la literatura?

Los diseñadores cargan con la mala fama de no leer. Al principio eso me pareció muy impactante, porque aquí en Colombia yo no había percibido eso, pero estuve hablando con unas amigas profesoras de diseño y, me contaron que incluso algunos de sus estudiantes tienen mala ortografía. Yo no podía creerlo. Una de mis influencias clave fue mi mamá, ella es una gran lectora.

Cuando yo era pequeña ella era amiga del dueño de la única librería que había en el pueblito en el que crecí y a mi casa llegaban los libros que él recibía de cortesía. Además, ella también era profesora, entonces todas esas cosas hicieron que me gustara la lectura, había una habitación de la casa solo dedicada a los libros.

¿Y en el colegio también?

El colegio también influyó, pues teníamos una profesora profundamente enamorada de la literatura y ella nos motivaba a escribir, a leer y a aprendernos de memoria poemas para recitarlos en clase. A los 12 años eso puede sonar aburrido, pero cuando creces recién te das cuenta de que eso te sirve un montón y estoy agradecida por ello.

Hace un tiempo hice una corrección de estilo al libro de una compañera del colegio que es escritora, cuando tuvimos el libro impreso buscamos a la que fue nuestra profesora para dárselo y contarle que gracias a ella yo soy calígrafa y ella es escritora, fue un momento emocionante.

¿La caligrafía también te ayuda a ser mejor lector?

Yo sí creo que la caligrafía te ayuda a leer mejor, porque te obliga al ejercicio de la transcripción, a buscar textos adecuados para practicar. En una entrevista a Claude Dieterich le escuché que uno debe buscar para ello textos inspiradores. Siento que si alguien decide que su camino es la caligrafía, indudablemente ese camino está vinculado al de la lectura y en mi caso ese camino también me llevó a la escritura.

¿En que género escribes? ¿Ya has publicado algún libro?

Escribo dentro del género de la crónica o no ficción y he publicado en varios medios independientes. Trato de publicar en periódicos que no son grandes, aquí en Colombia hay un auge de los medios independientes que son como un ejercicio de resistencia que existe desde hace varios años y trato de posicionarme ahí. También tengo dos libros en proceso, uno de ellos llamado “Las ciudades y los días” donde aparece una crónica sobre mi ultima visita a Lima y otro llamado “Selfie” inspirada en una obra de la escritora colombiana Margarita García Robayo, llamada “Primera persona” que es un estilo que se viene abriendo paso dentro del género de la no ficción e influenciado por el feminismo, dándole relevancia a la voz de las mujeres. Es una mirada femenina del mundo desde la primera persona. Tiene un plus, está ilustrado por collages que también hago yo, por eso digo que me muevo entre muchos oficios pero que finalmente corren sobre un mismo camino, que es el de la creación y la reflexión de la estética.

Siento que las mujeres artistas se dedican a varias cosas a la vez y en tu caso también estás entrando a la actividad política, ¿Qué significa para ti ser una mujer artista que entra además en política?

La política siempre me había inquietado, ya sea por las lecturas o por ser alumna de universidad pública, pues eso te da también una mirada política de las cosas.

Pero recientemente aquí en Colombia estamos sufriendo el proceso de desmovilización de lo que fue la guerrilla más antigua del continente, las FARC. Hace dos años tuvimos un plebiscito, que fue un proceso electoral que quiso hacer Juan Manuel Santos para saber si Colombia quería o no la paz, para ello había que marcar el SI o el NO… y ganó el NO. Eso fue un golpe al corazón, un puñetazo al estómago que nos dejó sin aire. Había una sensación de derrota y no sabíamos cómo explicar ese resultado a la gente fuera de Colombia, pues es una tema muy complejo que no se podía responder con un SI o un NO. Como respuesta de esa decepción muchas personas se empezaron a juntar.. Pero específicamente en Medellín se comenzaron a juntar las mujeres, especialmente las que antes habían trabajado alrededor de hombres en política. En Colombia la política es un espacio tradicionalmente masculino, y así surgió un movimiento político de mujeres llamado “Estamos Listas” al que me invitaron a hacer parte y sentí que era el lugar adecuado para mí, que soy una mujer negra, artista & feminista.

¿En que coincide ser una artista y también dedicarse a la política?

Ser mujer artista y elegir la política como camino de oposición a movimientos tradicionales en una ciudad como Medellín, es también un ejercicio de resistencia y de pensar que la política se puede abordar desde otras disciplinas como el arte, creo que es el mayor aporte que le hace mi oficio a la política. Son dos mundos que aparentemente son distantes, pero personalmente estoy convencida de que un artista debe ser político. Esa es mi posición personal. Creo que todo arte tiene que ser político.

Los artistas y diseñadores somos comunicadores, según lo que me dices ¿no solo debemos limitarnos con llevar un mensaje?

Exactamente y comprometernos con el mensaje que transmitimos, además siempre tenemos la opción de elegir qué comunicar y cómo hacerlo.

Te iba a preguntar como así te hiciste maestra, pero por lo que me cuentas ya eso viene de familia

Yo vengo de familia de profesores, mi mamá fue profesora toda la vida, de colegio público, mis tías son docentes, es una familia grande y casi todas mujeres, abuelas hijas y nietas. Viví en un universo femenino y el oficio de ser maestra viene de allí, no me imagino otro camino con más posibilidades, pues también me exige estar aprendiendo constantemente.

¿Cómo ves la actividad caligráfica en Latinoamérica?

En América Latina hay tres puntos claves en el desarrollo caligráfico, Buenos Aires, Lima y Colombia, creo que Chile también estaría ahí. Me interesa mucho el tema de la caligrafía popular, y ahí tenemos las tipografías utilizadas en el fileteado porteño en Buenos Aires, la caligrafía popular de Lima con toda su cultura chicha y en Colombia la de los carteles, que se ha desarrollado junto a otras expresiones culturales, como la “cultura picotera”. Creo que podríamos levantar una cartografía de la caligrafía popular en Latinoamérica y ahí veríamos también una proyección esperanzadora de un oficio que se niega a morir.

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