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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Después de un año de leer decenas de libros, de intentar escribir, fallar y volver a hacerlo hasta finalmente enfrentarse al papel en blanco, los chicos de este taller envían sus escritos a las calles de Lima. Ellos han publicado su primera batería de textos. Han logrado un sueño. editada y redactada desde el Establecimiento penal modelo Ancón 2.

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El aire me golpea la cara y me espanta el sueño. Descubro que he dormido mal porque sentía frío. Llevaba un día más en "el hueco", dando testimonio de este encierro. "El hueco" es un espacio de castigo que tenemos aquí y, al decirle "hueco", hacemos que suene mejor de lo que es en realidad. Es el día 11 de julio, llevamos ocho días de castigo de los 23 a los que nos sentenciaron. El calendario que hemos improvisado en la pared me lo hace saber. Ver el calendario se ha vuelto una rutina para mí y con un lapicero marco con fuerza hasta borrar el día que está pasando, un día menos.

Los que pasan por este lugar dejan su huella en la pared. Una frase, nombres unidos por corazones, firmas. Están los que cuentan de dónde vienen, los de las dedicatorias a sus hijas, esposas o madres.

Miro a través de una ventana que da hacia el patio y reconozco inmediatamente el poema "Madre nuestra", hecho de principio a fin con la firma de dibu. Valoro las lágrimas de mi madre y reflexiono en mi deseo de hacer las cosas bien. ¡Grande, gordo, por recordármelo!

El tintineo de las llaves buscando abrir el candado me advierte de la presencia del técnico de seguridad. A ellos los reconocemos por sus acciones, por el corto límite de sus valores y por el precio de sus conciencias. Así que hoy estamos con suerte y no pasaremos apuros el resto del día.

Dicen mi nombre, recibo a la asistenta social Maruja. Ha venido a guiarme y orientarme porque estoy próximo a egresar del penal. La reconozco por su gran esencia de ser humano y por su experiencia de vida, de la cual nos enseña. Yo escucho. Le agradezco por su visita.

Durante una semana, cada mediodía y cada noche hemos comido juntos en este pequeño espacio que se convirtió en nuestra casa. La perspectiva de nuestras miradas está habituada a observar paredes altas de seis metros. Entonces, subo y me ubico en el segundo piso. Se pueden ver a lo lejos los cerros que bordean el penal como un obstáculo que nos divide de lo que hay más allá. Tan cerca y tan lejos de la familia, de las avenidas que recorren los autos, de las calles, de nuestros sueños que un día retomaremos y a los que daremos un buen final.

Trato de recordar porque temo olvidar los sitios donde hemos transitado, donde he vivido. Olvidar tiene tanto peso como la soledad.

Por las noches, los zancudos y los roedores son algo con lo que se tiene que lidiar y vencer de rato en rato.

Mientras tanto, un interno más llega. Es "Gato Gary" del 1B. Parecemos una descendencia condenada a no salir de aquí.

Llega el momento en el que, casi dormido, cubro mi cuerpo con la manta, creando una burbuja. Más que eso, es una coraza donde puedo encontrarme con mis pensamientos, esperando que sea mañana, el día en que despierte y sepa que es el último de mi condena, y acariciar mi libertad. Una nueva vida. Un nuevo destino. Un nuevo principio sin final.

José Canales es alumno del Taller literario: Mis queridos vándalos, dictado por Beto Ortiz en el Establecimiento Penal Modelo Ancón 2

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