Una casa en medio del campo. Afuera hay ovejas, alpacas y llamas. Adentro está una niña de 4 años que extraña a sus padres. Afuera el frío, la lluvia y la nieve dominan el paisaje. Adentro habita el calor de un hogar donde Avelina Cruz aprende a tejer al lado de su madrina, a pesar de que le cayó un rayo que afectó la movilidad de una de sus manos.

Su primera creación fue una bolsita de alpaca. Tendría unos nueve años. Ahí llevaba la canchita que la acompañaba mientras pasteaba a sus animales. Así pasaron sus días, lejos de un colegio que nunca pisó y hasta los 18 años que fue madre. Dejó su natal Ocongate y partió a Sicuani para salir adelante, ella y su hija.

Alguna vez soñó con llegar a Arequipa. Pero ella ha llegado más lejos de lo que permite la distancia física: es artesana tejedora y aplica la técnica pampa away para confeccionar carteras, chalinas y ponchos, que ha vendido a países como Italia. Y ahora está en Lima por tercera vez, para ser parte de la Feria Nacional de Artesanía de Nuestras Manos, en el Parque Kennedy de Miraflores.

Me dice que solo sabe escribir su nombre, pero no sabe que ha escrito una gran historia. En esta entrevista tratamos de tejer una vida de 47 años, que luce feliz, pero que también esconde una pena.

-¿Cómo heredó el trabajo que realiza?
Mi madrina me enseñó en la altura, hasta que yo era niña. “Tienes que aprender a tejer”, me decía. “Si no tejes, yo voy a quedar mal, me van a mirar mal”, así me dijo. En la altura todos tejen.

"(Aprendi) a pastear ovejas y tejer. En la altura no hay otra cosa que hacer. Los sanos iban a la chacra, yo me quedaba pasteando".
"(Aprendi) a pastear ovejas y tejer. En la altura no hay otra cosa que hacer. Los sanos iban a la chacra, yo me quedaba pasteando".

-¿Y sus padres?
Ellos estaban en otro lugar. Yo vivía con mi madrina nomás. Con ella he aprendido, al lado de la alpaca, la oveja. No recuerdo bien, pero creo que desde los 4 años he vivido con mi madrina, cerca de Marcapata.

-¿Volvió a ver a sus papás?
Sí, luego. No les he preguntado por qué no me criaron. Recién a los 19 años encontré a mi papá. “Tu madrina está sola, acompáñala”, me dijo. Y no pregunté más.

¿Y la mamá?
No sé. Tampoco he preguntado por ella.

¿No quería conocerla?
No (guarda silencio).

Bueno, su madrina ha sido como una madre.
Sí, ella ya ha fallecido.

Además de tejer, ¿qué ha aprendido de ella?
A pastear ovejas y tejer. En la altura no hay otra cosa que hacer. Los sanos iban a la chacra, yo me quedaba pasteando.

-¿Cuándo sufrió la caída del rayo?
A los 4, 5 años. No sé bien. Y así siempre he estado mal; por eso no iba a la chacra. Me dicen que el rayo me cayó cuando estaba al lado de mi madrina. Yo no pensaba que podía tejer, porque tenía mal mi mano. Mis primas también me ayudaron. Al final, fue fácil, aunque poco a poco.

-Sin conocer de cerca a su madre ni vivir esa experiencia, usted fue madre a los 18 años.
De la casa de mi madrina me mudé donde mi tío, y ya tejía mejor, y luego de eso me fui a Sicuani, con mi guagua, a trabajar cocinando o cuidando niños. Me fui porque tenía que alimentar a mi hija. En la radio escuché que alguien de mi pueblo había ganado un concurso. Y pensé que era mi oportunidad de ganar pues yo sabía tejer. Un grupo de artesanas participamos y quedamos en tercer lugar. Nos dieron tres meses de capacitación y aprendí a vender. Y me dediqué a trabajar tejiendo para los estudios de mi hija y así hice mi casa. Yo pensaba mudarme a otro lugar, como Ollantaytambo o Arequipa, pero mi hijita entró al jardín y me quedé en Sicuani con ella. Ella también sabe tejer, pero acaba de tener una guagua y ya no teje.

-¿En qué consiste la técnica del pampa away?
Nos sentamos en el suelo y, con base en las estacas, vamos tejiendo con los hilos que son pintados con yerbas y cochinilla. Así hago carteras, chalinas y ponchos. Y luego ya he creado la asociación Qori Maqui y desde entonces reúno a distintas artesanas con discapacidad y habilidades especiales en busca de mejores oportunidades. Solas no se puede lograr cosas.

"Hay que tener buenos acabados. Además, nosotros no tenemos otra cosa en que trabajar".
"Hay que tener buenos acabados. Además, nosotros no tenemos otra cosa en que trabajar".

-¿Se valora el trabajo que hacen las artesanas?
Casi no se valora. En Sicuani mismo no se quiere pagar el precio que vale; más bien, está desapareciendo el trabajo de los artesanos. No queremos que desaparezca porque es parte de nuestra identidad cultural. No queremos perder eso, por eso seguimos.

-¿Qué la inspira, Avelina?
Hacer las cosas mejor, porque solo así podemos vender bien y rápido. Hay que tener buenos acabados. Además, nosotros no tenemos otra cosa en que trabajar. Entonces, por eso nos dedicamos de lleno a esto. Y ahora hacemos envíos a todos lados y ganamos hasta concursos.

-¿Y no se extraña a los padres?
Ya no ya. Hasta pequeña tal vez. Como no hemos vivido juntos, tampoco los extraño. Capaz algo le ha pasado a mi mamá, solo la vi una vez y ella estaba con guagua. Yo quise quedarme con mi mamá, pero ella se fue (se quiebra). Cuando era niña, la he buscado bastante, ahora ya no.

-¿Se ha preocupado por ser una mejor madre y, ahora, abuela?
Usted lo ha dicho (se le corta la voz). Yo siempre me preocupo por mi hija y ahora de mi nieta.

-¿Qué piensa de lo que ha logrado en su vida, pese a todo?
Me siento feliz y tranquila. La discapacidad no ha sido un problema; aunque no se avanza mucho, igual trabajamos. No me puedo rendir. Además, mi esposo me ayuda, él cose. El papá de mi hija tuvo otra pareja y nos abandonó. Pero hay que trabajar. No es necesario tener una pareja para salir a adelante.

-¿Sabía que usted es una gran mujer, Avelina?
(Se ríe con vergüenza). Sí... (pero duda). Si estoy viniendo hasta aquí tejiendo nomás, debe ser. Agradezco a mi madrina y primas que me han enseñado; si no, capaz me quedaba sin tejer.

“Soy Avelina Cruz Condori. Tengo 47 años. Nací en Ocongate. No he estudiado ni un grado del colegio. Solo sé escribir mi nombre, y no tanto leer. Sí domino el quechua, que es el idioma que más se habla en mi casa. Mi nietita no sabe quechua y quiero que aprenda. Por eso lo hablamos en la casa”.

“En Sicuani nos levantamos temprano, trabajamos hasta las 10 de la noche. Y ahora estoy en la Feria De Nuestras Manos, organizada por el Mincetur, en representación de Aspem (Asociación Solidaridad Países Emergentes). Va hasta el domingo, desde las 10 a.m.”.

“Ahora quiero hacer otros diseños, cambiar. Quiero llevar mis trabajos a más mercados, tal vez irme al extranjero. Ya vendemos fuera del Perú, desde el año antepasado. Nos piden de lugares como Italia. Pero también quiero que mi hija estudie algo, ella todavía puede hacerlo, pese a que ya es madre”.

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