Astrid Gutsche, empresaria y cocinera. (Fotos Carlos Tamashiro).
Astrid Gutsche, empresaria y cocinera. (Fotos Carlos Tamashiro).

Elke era una buena alumna en el colegio. Nació en Hamburgo en el 38. En su clase era la única mujer que podía pasar al grupo que iría a la universidad. El profesor le pidió a su madre que la deje continuar sus estudios a ese nivel. “¿Para qué? Si va a tener un marido, estará cocinando”, fue la respuesta. Elke lloró. La negativa era sólida. “Estarás con muchos hombres, perderás tu tiempo”, le dijo. Pero fue el motor para casi obsesionarse en estudiar por su cuenta. Aprendió seis idiomas y trabajó como traductora. “Nos metió la cultura con palo. Teníamos que saber de todo. Probablemente he salido así gracias a mi mamá. Siempre me decía ‘no quiero que te pase lo que a mí’”, me dice emocionada la hija menor de Elke, Astrid Gutsche.

En su hogar no se conocía nada del Perú. Pero, inexplicablemente, Astrid pedía que le lean historias sobre aquel lejano país. Iba al kínder con chullo y poncho. “Aunque no me lo creas, estaba enamorada del Perú y lo único que quería era conocerlo”, subraya. A los 19 años pisó suelo peruano como turista, acompañada de un amigo que la llevó al Cusco. Y volvió en el 94 como cocinera, con el chef Gastón Acurio, quienes no solo edificaron el prestigioso restaurante Astrid & Gastón, sino provocaron una revolución en la gastronomía peruana. Y ahora, 26 años después, ella será parte de Emprendedoras con A, donde contará algo de su experiencia, del 3 al 5 de marzo, en la Universidad del Pacífico (Jesús María).

Su primer trabajo fue de moza en París. Faltaban dos meses para que cumpla 18 años. No la querían admitir por la edad. Ella insistió y aceptaron, pero solo los fines de semana. El restaurante fue multado por dar trabajo a una menor. “Como me vieron trabajar, me dijeron que vuelva en dos meses, cuando cumpla 18”, recuerda y ríe. Regresó y nunca dejó ese mundo.

¿Qué opinas de la frase que dice que detrás de un gran hombre hay una gran mujer?

Me da una rabia. ¿Por qué detrás? Las mujeres no somos acompañantes de nadie ni caminamos detrás. Pero está cambiando.

Es cierto, pero es impresionante cómo alcanzó la categoría de halago.

Te juro que me sale el diablo.

¿Cómo eres cuando se te sale el diablo?

(Se queda en silencio y ríe). Es que soy espontánea e impulsiva.

¿Y eso no está bien?

No, es pésimo. Debería medir mis palabras en algún momento. Pero yo no tengo problema en pedir perdón.

¿Qué te endulza la vida?

El otro día en mi jardín había un pájaro que cantó tan fuerte, que me despertó; me levanté, lo vi y me causó alegría. También cuando en la mañana el café está hecho a la perfección. O también puede ser la felicidad de una persona, que la ves satisfecha.

Una cliente te acaba de decir “ídola”.

No es algo que me importa mucho, de verdad. No me siento una ídola. Si lo único a lo cual tú te dedicas es a hacer postres y atender en un restaurante más o menos, sería un drama que no fueras bueno en esto. A veces la gente sobreestima tu manera de trabajar. No soy genia ni especial.

Sin embargo, ya han pasado 26 años desde que empezaste con Astrid & Gastón.

Qué bestia, ¿no? Es que yo era muy bebita cuando empecé. Todo fue tan rápido, no sé qué pasó en mi vida. De pronto te encuentras en todo ese movimiento gastronómico súper lindo desde donde puedes mover cuántas cosas diferentes a nivel social, a nivel país, simplemente cocinando y hablando bonito.

Astrid, una alemana que se enamoró del Perú.
Astrid, una alemana que se enamoró del Perú.

¿Has sido más emprendedora que cocinera?

No me considero emprendedora (risas). Es una palabra muy grande para mí.

Eres muy modesta, Astrid.

Es que... Es más, a veces me asusto cuando me invitan a dar una conferencia como esta en la Pacífico. Las cosas vinieron, aprovechas las situaciones, los proyectos se te presentan y simplemente funciona.

¿Por qué funcionan las cosas?

Debes tener un producto diferente, que no exista. Ponerle muchísimo cariño, muchísima pasión, porque eso se refleja en lo que recibe el cliente. A dos cocineros le pones la misma receta: el primero agarra el teléfono y pide al proveedor que le traiga los insumos; el otro se va al mercado y escoge su tomate, pregunta de dónde viene, quién lo siembra. Al final, los dos cocinan y ambos son capos, pero yo te aseguro que la receta del segundo, con una historia detrás y algo bonito que contar, se siente al momento de comer. Es lo mismo si quieres vender zapatos o una cartera. Hay que vender un mensaje, vender cariño, vender pasión, porque eso hace la diferencia. Cuando te explican con cariño, al final terminas comprando hasta lo que no necesitas. Hay que amar lo que haces.

¿Es más difícil emprender para una mujer?

Si hablamos de capacidad, en lo absoluto. La mujer tiene la misma capacidad del hombre.

¿La mujer no encuentra más piedras en el camino?

Yo me preparo para toparme con un montón de piedras porque así es la sociedad. Incluso, me preparo para sacar las piedras antes de toparme con ellas. Me emociona ver problemas y me emociona cuando me dicen que no. “Te vas a arrepentir que me hayas dicho que no”, respondo (risas).

Tu madre te dijo que no cuando querías bailar ballet.

Decía que no iba a tener una visión amplia del mundo. Me decía: “Te obligan a hacer dieta”. “Yo quiero hacer dieta”, le respondía. “Te malogras tus pies”, ella insistía. “Quiero malograr mis pies”, le volvía a responder. Pasé los dos primeros exámenes; al tercero, se asustó y no me llevó más.

Si te llevaba, capaz no estaríamos aquí en Astrid & Gastón.

También le agradezco (ríe). Al toque busqué mi primer trabajo y nunca dejé de trabajar. Me decía: “Lo único que quiero de ti es que seas una mujer independiente, porque el día que te canses, abres la puerta y le dices chau. Gana tu propio dinero y nunca pidas un sol a nadie, menos a tu esposo”. Para las mujeres es importante la independencia económica, porque al ser independiente económicamente nunca estarás obligada de aguantar una situación que tú no quieras.

¿Hay claves para el éxito?

Hay que estar convencida de lo que quieres hacer, ser consciente que solita no podrás, tienes que rodearte de gente a la cual debes transmitir el mismo amor y pasión nutriéndolos con la información y conocimientos que tú quieres para que puedan crecer y avanzar, y sentir lo mismo que tú. Hay que preocuparse por sus vidas, ayudarlos a salir de las preocupaciones, mostrar cariño, apoyo. Es como formar una familia y la debes formar con cariño y amor de verdad.

¿Y las claves para cocinar?

Cuando quieres hacer un alfajor, tienes que pensar en qué cosas quieres que primen. No es una receta. Hay que entender y sentir qué cosa quiero lograr, cómo debe fundir la textura en la boca, la temperatura, ver al cliente cómo come el alfajor. Es lograr despertar algo, no solo es comer.

Astrid, ¿qué te gustaría decirle a tu madre?

Me pondría a llorar una hora y le diría gracias por todas las cosas. Mi mami se fue un 14 de mayo del año pasado. Ella tenía un Facebook que no leía casi nunca. El 13 de mayo escribí una carta en Facebook por el Día de la Madre. La publiqué con una foto de ella. Me llamó y le dije que le había escrito algo bonito. Creo que por primera vez usó el teclado, entró a su Facebook y me respondió con un “gracias, mi chiquita”. Y la noche del 14, se durmió y se fue de un momento a otro.

AUTOFICHA:

-“La edad no se dice (risas). Nací en Hamburgo, Alemania. Acabé el colegio, trabajé un poquito en varios sitios, viajé, me fui a Estados Unidos, donde cuidaba niños, fui moza. He hecho de todo. Estudié un poco de Medicina y luego Cocina en Le Cordon Bleu en Francia”.

-“La primera vez que llegué al Perú, no fue con Gastón, sino con un amigo. Vine como turista. Tenía 19 años. Fui al Cusco y me alojé en una calle por San Blas. Volví en el 94 para quedarme. No sé ni quiero saber cuántos restaurantes tenemos, es algo que me estresa”.

-“Salgo de mi casa a las 8 de la mañana y regreso a la 1 de la mañana más o menos (risas). Mi carro es como un clóset. No sé si es bueno o malo, pero yo resuelvo el día a día. No hago planes, me estresa planificar, lo odio, no me gusta ver al futuro. Me acuesto y solamente pienso en lo que haré mañana”.