Antonio Orjeda vuelve con la reedición del libro 'Mujeres batalla'. (Foto: Piko Tamashiro)
Antonio Orjeda vuelve con la reedición del libro 'Mujeres batalla'. (Foto: Piko Tamashiro)

Hace 11 años, tocó el éxito con el libro . A continuación, emprendió una revista bajo el mismo nombre y se encontró cara a cara con el fracaso. Sin ahorros, con deudas y con una hija de 5 años. No había con qué jugar; entonces, Miranda Abril y él pintaban conos de papel higiénico, y rápidamente se convirtieron en los juguetes favoritos, en testigos de la complicidad de padre e hija, en motivos para salir adelante (como efectivamente pasó), y que aún conservan, cual signo de lo que les tocó vivir. 

Hoy, el periodista Antonio Orjeda vuelve con la reedición del libro bajo la editorial Panamericana y con 30 entrevistas, entre ellas a Wendy Ramos e Inés Melchor. 

Cuando le preguntamos qué se aprende del fracaso, se toma su tiempo, mira a un punto perdido, exhala, mastica las palabras que lanzará y responde con firmeza: humildad. A continuación, una historia de éxito.

¿Qué más se aprende cuando uno toca fondo?
También te enseña quiénes, de verdad, están a tu lado. Te enseña de qué estás hecho, porque una vez contra las cuerdas, solo te toca tomar la decisión de seguir hacia adelante o ponerte a llorar.

¿Y de qué estabas hecho?
No suelo pedir ayuda, pero lo hice. Y me di cuenta de que estaba rodeado de gente dispuesta a ayudarme, precisamente porque valoraban lo que yo hacía. Entonces, pude desdoblarme: afrontar el fracaso y, como ya era padre, jugar y divertirme con mi hija.

¿Por qué no pedías ayuda: por temor o por autosuficiencia?
Ego. Supongo que creía que podía con todo. Durante el tiempo que duró la revista, viví muy ajustado, pero fui muy feliz. Un día iba conduciendo y nos estábamos yendo a distribuir revistas, y mi hija me dijo: “Papi, ¿si soy mujer batalla, me entrevistas?”. En ese momento sentí que todo el esfuerzo estaba valiendo la pena. Por eso agradezco haber fracasado.

¿El fracaso implicó solo deudas económicas? Porque lo material, al final, se cubre, pero te queda el sabor del ‘yo no sirvo para esto’.
Y lo bacán fue que quienes me ayudaron lo hicieron porque mi trabajo servía. Fueron las mujeres batalla, especialmente Susana Eléspuru. Me invitó a convocar a las mujeres batalla para que juntas me orienten cómo salir de eso. Yo no las conozco de ningún club ni son amigas de colegio o de barrio. Me pude dar ese lujo. Y todo eso lo convertí en historias que le contaba a mi hija. Me dieron la oportunidad de decirle a Miranda Abril: vale la pena ser como uno es. Ser padre me cambió, es lo que más me gusta.

¿Por qué?
Estás colaborando en la formación de una persona y es muy bacán que sea mujer, porque me ha sensibilizado de una manera especial. Me ayuda a entender lo mal que estamos los hombres. Este machismo tan bestia. Mi hija tiene ya 9 años y es una realidad que en cualquier momento va a comenzar a ser agredida en las calles, porque es algo ‘normal’. Y es una de las razones por las cuales hago esto. Una de las funciones que espero que cumpla Mujeres batalla es empoderar. El libro ha terminado siendo usado en colegios, universidades, escuelas de negocios y hasta recomendado por doctores a personas con cuadros de depresión. Que mi trabajo pueda ser útil marcó mi vida.

Batalla
Batalla

¿Qué es el éxito?
Sentirte bien contigo mismo. Todo esto arrancó en la página de un periódico. En 2004 aparecen las entrevistas y, en ese entonces, no había espacio para la mujer. Lo que hizo que me enamore de este proyecto fue una pregunta machista que hice en la primera entrevista, a Verónica Marsano. Ella era cabeza de una minera. Le pregunté cuál es el aporte de la mujer a la minería. Ella respondió: el mismo que el hombre. Ese hecho cambió todo e, irónicamente, encontré una veta. En un país machista las mujeres nos estaban demostrando que nos podían decir que había esperanza y de que se puede. No había Gastón Acurio y su discurso, no había campeona mundial de surf, no existían los ‘jotitas’, aún estábamos jodidos.

¿Qué batallas has ganado?
Diariamente, vivimos perdiendo y ganando batallas. El rollo es seguir, hallar salidas. Sentirme bien como padre es una batalla ganada. La alegría más pura y grande es compartir con ella. Nuestras conversaciones, la complicidad.

Once años tras la primera edición, ¿somos mejores?
Imagino que seguimos siendo los de siempre. Lo que pasa es que la mujer ha trabajado para que el tema sea más evidente, lo que ha generado una reacción. Pero seguimos igual de bestias. Está tan internalizado que no nos damos cuenta.

Hoy, ¿qué significa ser una mujer batalla?
No implica que sean mujeres con siete brazos, dos cerebros, 14 pulmones. Son personas que se trazan una meta, le dan de alma para cumplirla y que consciente o inconscientemente ayudan a hacer un mejor país.

No basta con surgir.
No pues. Cincuenta mil han surgido y lo seguirán haciendo. Soy cero religión, pero estos preceptos de Cristo sobre ‘haz el bien sin mirar a quién’ son reales. Si los católicos siguieran esa línea, estaríamos en otro lado. Yo ahora ando muy metido en el tema de educación. A nuestras niñas hay que empoderarlas y a los niños demostrarles que las mujeres son tan bacanes como sus súper héroes. Hay que trabajar en construir una infancia sana.

Miranda Abril sale en la portada. ¿Cómo lo ha asimilado?
Ha optado por el silencio (risas). Siento que está impactada por verse en la portada del libro. Sé que siente pudor. No me ha felicitado. Solo sonríe. Y no necesito más que su sonrisa. Sé que algo se está gestando en su cabeza y en su corazón.

¿Qué es lo que más quieres para ella?
Sueño en que esta complicidad que tenemos se mantenga en el tiempo.

Capaz ella hace ‘Hombres batalla’ y te entrevista.
O tal vez hombre botella (risas).

AUTOFICHA:

“Tengo 50 años de edad. Nací en Lima. Crecí en San Juan de Miraflores, donde estuve hasta los 14 años. De ahí nos fuimos a Lince. Mis padres son de Junín: mi papá de Tarma y mi mamá de Concepción, y fueron parte de esta ola migratoria. Mi madre siempre me decía: no te olvides que eres limeño por accidente”.

“Estudié Comunicaciones en la U. de Lima. Ingresé queriendo hacer un programa de radio. De niño quise ser arquitecto, porque me gusta mucho dibujar. Vivía odiando las radios, porque sentía que los DJ eran muy mediocres, y por eso quería hacer radio”.

“También pensé estudiar Publicidad, pero un amigo ‘subte’ me desanimó. En una clase de Periodismo hice un texto que gustó y terminé en esa especialidad. Hoy lo mío son textos sobre emprendimiento masculino y femenino. Es lo que me gusta hacer. Pero además, me dedico a ser padre, es bien paja serlo”.