Angélica Chinén es parte de la nueva serie de Netflix: Street Food Latinoamérica. (FOTO: ÁNGELA PONCE).
Angélica Chinén es parte de la nueva serie de Netflix: Street Food Latinoamérica. (FOTO: ÁNGELA PONCE).

Es martes y en la pizarra está escrito: seco de res con frejoles, cau cau, olluquito y sopa chairo de Arequipa. Huerta-Chinén hoy reabre en el clásico 620 del mercado N°2 de Surquillo. Es martes y hoy se estrena Street Food Latinoamérica, nueva serie de Netflix dedicada a la comida callejera de la región, donde Angélica Chinén brilla con su sabor, y saber, criollo.

Angélica asegura que a los 5 años aprendió a cocinar, mientras su madre trabajaba. Vendió pan, acabó la secundaria en la nocturna, trabajó en una tienda de bicicletas, tuvo una licorería en Breña y, hace 36 años, llegó a Surquillo, desde donde ha hecho memorables a la patita con maní y a la .

El día que el equipo de Netflix pisó Huerta-Chinén, Angélica cocinó pepián y locro con asado de tira. Ella es parte de la delegación peruana que también está conformada, entre otros, por Toshi de Al Toke Pez y voces expertas como y Javier Masías. Escenas decoradas con las acuarelas de comida callejera de Pancho Fierro. “No sé cómo llegaron a conocer mi historia. No creía que era para Netflix”, dice y su voz vigorosa se quiebra, pero su contagiosa sonrisa crece de la emoción.

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-¿Cómo llegó a Netflix?

Fue una sorpresa muy grande que Netflix llegara a Huerta-Chinén. Me emociono porque es algo mundial. Voy a representar a mi Perú, voy a representar a Surquillo en Netflix. Yo creo que se lo debo a mi público, porque es quien me ha llevado a este premio.

-Para usted es como un premio, Angélica.

También somos ganadores como mejor huarique de los premios Summum, en el 2017, que fue como un Oscar para mí. Pero llegar a Netflix es una emoción fuerte, algo tan grande, un premio muy grande. Yo creo que es por todo el esfuerzo que le he puesto durante 36 años a la comida.

-Y ha sido una ardua tarea.

Empecé en el año 84 y lo hice con un chifa. Nunca me imaginé que me iba a dedicar a la comida criolla. Pero el público me iba diciendo: “por qué no preparas un escabeche, un cau cau, una causa”. Desde chiquita he estado metida en la cocina, es mi pasión.

-¿Por qué cree que el éxito hoy le sonríe?

De repente porque mi comida es muy casera. Trato de recopilar platos antiguos; a veces no se ve un ajiaco, un locro, un pepián o un trigo. Y debe ser la sazón.

-¿Dónde está el secreto de la sazón?

En el cariño que le pongo. Ya mis manos, de tanto cocinar, están curtidas (risas). Desde las 5 de la mañana estoy acá aderezando.

-¿Dónde está la clave para un buen asado de tira con locro?

El locro lo hacemos de zapallo macre matizado con loche. Y el asado de tira tiene que ver con el tiempo de cocción que le damos: a fuego mediano hasta que la carne esté bien cocida. Lo hacemos con un aderezo de tomate, zanahoria, apio, nabo. Es un plato de jueves.

-De padre japonés y madre huanuqueña, ¿de dónde viene la vena gastronómica?

Por parte de los Chinén; siempre la familia ha estado pegada a la cocina. Después ya agarré comida costumbrista.

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-¿Su padre cómo llega al Perú?

La verdad que no recuerdo mucho porque papá me dejó cuando yo tenía 5 años. Falleció a los 60. Sé que él llegó en barco, más o menos a los 50 años. Y ahí nomás conoció a mamá. Yo creo que migró por la guerra.

-¿Usted tiene más de japonesa o de huanuqueña?

Creo que más tiro para lo japonés (ríe). De huanuqueña debo tener que si alguien me busca la boca, también tengo boca de caramelo (ríe a carcajadas). De lo japonés es que soy muy respetuosa, muy honesta, humilde.

-Bueno, su historia personal ha sido compleja. Empezó a estudiar el colegio un poco tarde y acabó estudiando en la nocturna.

Sí. No he tenido una niñez normal. Ha sido una niñez muy adelantada, por la situación de mamá, no daba para poder estudiar. Hemos pasado miseria, hambre. Desde muy chica yo vendía pan en la calle con mi costalillo. He vivido con mamá hasta los 15 años.

-¿Y por qué solo hasta los 15?

A los 15 me fui a vivir por mi cuenta. Había aprendido muy rápido la vida dura. He pasado muchas cosas, en el camino había tentaciones, pero yo he tenido una sola línea: tengo que salir a adelante.

-¿Pero su madre cómo aceptó el hecho de que usted deje su casa a tan corta edad?

Se preocupó. Pero veía que yo era responsable. Yo me tenía que ir porque no aguanté el maltrato de mi padrastro. Me fui a trabajar con unos tíos y cada semana iba a ver a mamá. Ella falleció hace 30 años, cuando yo aún no tenía cómo ayudarla. La vida te enseña.

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-Su vida siempre ha sido de volver a empezar. Lo digo porque dejó su casa a temprana edad, se separó de su pareja y conoció a quien hoy es su compañero y ahora debe superar esta pandemia.

Yo tengo una hija que tiene 41 años. A los 23 me casé con un chino. Vivimos unos seis años y nos separamos. Él se fue a la China. Mi compromiso actual era mi proveedor de abarrotes y así nació Huerta-Chinén. Él es Huerta.

-Ahora es el proveedor de amor.

(Risas). Se fue convirtiendo.

-¿El sueño es convertir el huarique en un restaurante?

Siempre hemos tenido la idea, pero los clientes no quieren, porque dicen que los precios van a variar, porque ya no estaremos acá. Pero sí me gustaría mucho tener un restaurante.

-¿Qué le diría a su padre si, de pronto, se aparece?

¡Yo le daría gracias!, porque de repente con tanto amor me trajeron a este mundo. Me hubiera gustado conocerlo más.

-¿Y a su madre qué le diría?

(Se queda en silencio). Hemos sufrido tanto las dos. Le daría gracias por el amor que me dio. Ella me decía: “hija, no importa que malogres las cosas, no importa que quemes el arroz, así se aprende”.

AUTOFICHA:

- “Soy Angélica Chinén Garay. Nací en Lima, tengo 65 años. Tengo dos hijos: una de 41 y un hijo de 29 años. Mi hija posiblemente siga la cocina, aunque ha estudiado otra carrera. Ella siguió Administración Hotelera y mi hijo estudió para actor, y ahora trabaja con coach”.

- “Y tengo un nieto que lo quiero mucho, como toda abuela. Terminé la secundaria estudiando de noche, por la misma necesidad que tenía de trabajar. De ahí he seguido diversos cursos. He vendido pan, trabajé en una casa de bicicletas, tuve una licorería en Breña y de ahí me pasé a Surquillo”.

- “Quiero tener mi restaurante. Otro sueño es conocer a mi familia en Japón. Quiero agradecer especialmente a mi equipo de trabajo, que siempre me acompaña. Y agradecer a mi público que siempre está conmigo, porque estos logros que consigo son por ellos”.

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