Andrés Vargas Pinedo trabaja, acompañado de su quena, desde hace casi 30 años en la calle Las Begonias, en San Isidro. (Fotos: José Rojas).
Andrés Vargas Pinedo trabaja, acompañado de su quena, desde hace casi 30 años en la calle Las Begonias, en San Isidro. (Fotos: José Rojas).

Por la tarde fueron al río a bañarse. En los matorrales escuchó el canto del pajarito flauterillo. Trató de replicarlo en la quena. “Agarré mi instrumento y le eché manos y cabeza”, cuenta. Les dijo a los músicos con los que conformaba el conjunto Corazón de la Selva que tenía una nueva canción y quería ensayarla. Pero no sabía qué nombre ponerle. Esa noche en un carnaval al norte de Iquitos, la tocaron hasta 20 veces. El público la bailaba con euforia, masato en mano. Comprendió que la canción tendría que llamarse “Alegría en la selva”. Hoy, más de 50 años después, es pieza clave del cancionero popular amazónico y es puesta en valor en la edición en vinilo El fabuloso sonido de Andrés Vargas Pinedo. Una colección de música popular amazónica (1966-1974), editado por el sello , como parte de los Estímulos Económicos del Ministerio de Cultura. Obra que incluye a Los Pihuichos de la Selva, otra agrupación del músico yurimagüino.

La cuadra seis de Las Begonias, en San Isidro, es el escenario de Andrés Vargas Pinedo desde hace casi 30 años. Hasta donde llega desde Independencia. Se presenta de lunes a sábado, entre 11 de la mañana y tres de la tarde. Antes la pandemia lo hacía hasta las 8 de la noche. Empezando la crisis sanitaria tuvo . Perdió el gusto y el olfato, y en setiembre perdió a su esposa por otros males. “Fueron 53 años y tres meses de vida matrimonial”, detalla. No tuvieron hijos. Le pregunto si no se siente solo. “No. Y con el señor (Luis) Alvarado (de Buh Records) espero sacar muchos discos más”, me dice el músico invidente de 77 años. Su voz es rugosa y cálida, optimista y serena.

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-¿Por qué sigue yendo a Las Begonias, pese a la pandemia?

Es mi fuente de vida, pan de cada día; y porque me gusta trabajar.

-¿En qué momento eligió esa calle como escenario?

Primero intenté en Miraflores, luego en el Centro de Lima. Cuando llegué a Las Begonias tuve acogida, las autoridades del distrito me dejaban trabajar y me quedé.

-¿Usted iba solo o lo acompañaba su esposa?

Siempre fui solo. Yo me tenía que desenvolver solo, hasta ahora.

-Por su trayectoria, ¿no sintió que tocar en la calle era incómodo o le restaba valor?

No, no, la verdad que no. Menos ahora, en este tiempo, cuando los pobres artistas, músicos que antes tenían contrato en locales, están pateando latas. Al principio uno tiene un poco de recelo, vergüenza, pero después cuando lo ves como un centro de trabajo te acostumbras. Soy un músico profesional y si el público colabora conmigo, no lo hace por lo que soy sino por lo que hago.

Vinilo editado por Buh Records gracias a los Estímulos Económicos del Ministerio de Cultura.
Vinilo editado por Buh Records gracias a los Estímulos Económicos del Ministerio de Cultura.

-¿Cómo perdió la visión?

Por una negligencia. Antes las mamás daban a luz en la casa y mi mamá fue asistida por una comadrona. Al nacer, al parecer, me entró algo en la vista y ella vio que se estaba irritando. Me llevó a una posta de religiosas. Una religiosa agarró un frasco equivocado y me echó la Santa Lucía sin Destemplar, que quema como la bencina. Me quemó la vista. Luego la religiosa desapareció de la ciudad. Pasó a los tres días que nací.

-¿Qué ocurrió cuando fue consciente de que era invidente?

Pensé que toda la humanidad era así como yo. Cuando escuchaba que los niños jugaban y corrían, yo también quería hacer lo mismo. Pero me chocaba contra cualquier objeto. Por una comadre de mi mamá me enteré que no podía ver. Cuando mis hermanos se iban al colegio, también me decían: “no puedes ir porque no puedes ver”. Pero de niño me enteré que en Lima había colegios para invidentes y logré estudiar pero ya de adulto. Me casé y me vine a Lima con mi esfuerzo.

-¿Qué edad tenía cuando vino?

La primera vez que vine fue a los 23 años, con Corazón de la Selva. Vinimos para hacer nuestra primera grabación. Era el año 1966. De ahí volví en el 69, para estudiar; estuve un año. Pero recién en julio del 71 me vine definitivamente. Y desde el 89 no he vuelto a la selva.

Andrés Vargas Pinedo trabaja, acompañado de su quena, desde hace casi 30 años en la calle Las Begonias, en San Isidro. (Fotos: José Rojas).
Andrés Vargas Pinedo trabaja, acompañado de su quena, desde hace casi 30 años en la calle Las Begonias, en San Isidro. (Fotos: José Rojas).

-¿Cómo aprendió a tocar el violín y la quena?

La quena la aprendí de muy niño, a los 11 años. Y a los 13, empecé a aprender el violín. Lo aprendí solo, por un don divino. Y ya cuando vine a Lima, empecé a conocer las notas musicales. Aprendí a mi manera.

-¿Recuerda la primera vez que escuchó una quena, un violín y que le llamó la atención?

El violín lo escuché cuando tendría cuatro años. En mi tierra el violín se usaba para acompañar los velorios. Y en el caso de la quena, también a la misma edad. Pero la escuchaba en las fiestas patronales, en los carnavales que se celebraban a lo grande: sábado, domingo, lunes y martes. Escuchaba en las pandilladas, umishas (yunzas). Después ya he tocado el violín en los velorios y era muy buscadito.

-¿En qué momento decide armar su primer grupo?

El primer grupo con valor oficial fue Corazón de la Selva, en 1965. Lo creamos para fundar un programa en Radio Loreto, para el programa Cantares de la Selva. Y empezó a tener acogida. Soy el primero que sacó la música folclórica de la selva en un disco. En abril de 1966 hicimos la primera grabación para industrias musicales El Virrey. En la montaña tuvimos bastante éxito.

-¿Y por qué se acaba este conjunto y nace Los Pihuichos de la Selva?

Cuando me vine a Lima, Corazón de la Selva quedó debilitado. Me traje al violinista y al tamborista. Sumamos dos guitarras y unos músicos más. Grabamos puros temas instrumentales. Pero luego a mi esposa le dije: “a ver, hija, canta”. Y grabamos un segundo disco con Los Pihuichos con la voz de mi señora, a quien le pusimos de nombre artístico ‘La Chamita’. Pero también comencé a cultivar la música ayacuchana con el conjunto Juventud Marcabamba; después cultivé música del centro con Melodías de Huancavelica, nos fuimos de gira hasta Bolivia.

-¿Por qué pasó a tocar solo?

Tenía mi conjunto Los Mensajeros de la Selva, que siempre los junto cuando hay algún acontecimiento, pero más de un año que no hay nada por la pandemia. Pero al margen de ello, hay que tener ingresos diarios, por eso me dedico a tocar en la calle.

-Usted dice que cuando toca, todo lo ve. ¿Qué ve?

No sé cómo decirlo. Es un misterio. Cuando toco me olvido de todo lo que está a mi alrededor.

-¿Andrés, después de la trayectoria que ha cultivado, hoy se siente valorado por el Perú?

Bueno, siento que recién me están empezando a valorar.

-¿Lo recibe con alegría o pena?

Con alegría, todo con alegría. Me siento optimista, siempre con ganas de vivir. Cuando digo mi edad, no creen que este año cumplo 78 años. Me siento con ganas de vivir. Como dicen, el cuerpo estará viejo, pero el alma está joven.

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AUTOFICHA:

- “Nací en la misma ciudad de Yurimaguas, que pertenece a la provincia Alto Amazonas, departamento de Loreto. Soy el último hijo de mi mamá, éramos nueve hermanos, pero ocho ya han fallecido. Mientras estuve en Yurimaguas, no estudié nada, porque no había medios”.

- “Imagino a la selva como una vegetación que se enlaza una con otra. Todo lo que cae en la selva es muy difícil de encontrar. Desde el avión es como un manto verde. La selva es patrimonio del Perú, hay muchos misterios que aún no son descubiertos, mucha riqueza”.

- “No tengo hijos. Dios no quiso mandarme hijos. Pero he grabado dos discos con Corazón de la Selva, con Pihuichos dos discos más. Luego hice muchas grabaciones con otras agrupaciones como Jibaritos de la Selva, que hicimos 10 grabaciones en casete. Y con Buh Records haremos muchas cosas más”.

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