En 1973 era hijo. Tenía unos 17 años cuando la mañana del 11 de setiembre se informaba del golpe de Estado de Augusto Pinochet. Estaba parado frente al televisor blanco y negro de su casa. Mirando. Le pregunto qué recuerda de lo que sintió en aquel momento. “Hubo incertidumbre”, alcanza a decir y prefiere no profundizar. Desde adolescente ya era razonablemente buen lector. Edificó una biblioteca razonablemente buena y orientada a la historia. Hacia 1976 empezaba sus estudios en Historia, aunque hubiera preferido Antropología. El siguiente paso fue ingresar a la carrera diplomática. Argentina, Ecuador, Colombia, Kenia, India y Canadá. Son los países por donde ha transitado como diplomático.
En 1990 era padre. Casado y con tres hijos. Empezaba la década y volvía a Santiago tras su labor diplomática en Canadá. Ese año sería el último de Pinochet en el poder. Vuelvo a preguntarle por la sensación de aquel momento. Lo describe como un tiempo de cambio que se recibió con “alegría”.
En 2020 es abuelo de tres nietos y el embajador de Chile en Perú. Llegó en medio de la pandemia. Y acaba de observar a la distancia el plebiscito en el que se ha decidido cambiar tal vez el último resquicio pinochetista: la Constitución. Insisto con la interrogante: ¿cuál es su sensación de este tiempo complejo? “De esperanza”, responde Andrés Barbé.
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-En el último año han sido las protestas en Chile, se convocó a referéndum, vino la pandemia y, finalmente, se va a redactar una nueva Constitución. ¡Qué año!
Es una muestra de cómo funcionan las democracias. Hubo claridad absoluta de lo que quiere el pueblo chileno.
-He leído opiniones de quienes están en contra de una nueva Constitución y califican este acto como una destrucción de la institucionalidad, una suerte de suicidio.
El tema de los que se oponen o aprueban nace también de posiciones políticas. Pero yo creo que el resultado final es lo más significativo: una participación ciudadana amplia y en medio de la pandemia.
-¿Por qué es importante que Chile repiense su Constitución?
Es muy difícil responderlo. Los procesos de los países no se califican por importancia sino por dinámicas que se van produciendo. La solicitud de cambio de la Constitución no es nueva. No es que de un día para otro la gente decidió que quería una nueva Constitución.
-Chile se vuelve una suerte de espejo, al menos, para el Perú, porque acá ya se escuchan voces de tomar ese ejemplo para cambiar la Constitución de Fujimori.
Las realidades de cada país son muy diferentes. Cómo se aproxima este tema, depende de la cultura política de cada país.
-Pero los procesos también se dan por tendencias, ¿no?
Bueno, Sudamérica siempre ha vivido así, en tendencia.
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-Chile tiene una fuerza social que puede impulsar cambios, como este con la Constitución, y a la vez posee una fuerza empresarial también sólida, que lo vemos en Perú. ¿Cómo entender al chileno en esos extremos?
Es difícil explicarlo. Es de carácter sociológico. El desarrollo del empresariado chileno surge y se fortalece por una necesidad del país de superar niveles de pobreza muy tremendos. La legislación es favorable al emprendimiento. Se adopta un modelo económico que permite el desarrollo del empresario y de la empresa que, a la larga, favorece al crecimiento de Chile. Pero sin duda tenemos problemas, diferencias e inequidades que son necesarias superar. Entonces, la nueva Constitución ayuda a despejar y orientar el país en una dirección que el país lo decida, representado en los próximos 155 constituyentes.
-Como historiador y diplomático, usted vive muy de cerca la relación Perú-Chile. ¿Cuál es su lectura?
Cuando llegué a Perú la primera vez un amigo me dijo: “lo primero que tienes que hacer antes de llegar a Lima es leer dos libros: Conversación en La Catedral y Un mundo para Julius, eso te dará una idea de un mundo que existe en Lima”. Realmente, muy buenos libros, los disfruté. Pero Lima tiene más de dos mundos. Y sigo leyendo libros sobre Perú. La relación entre Chile y Perú es tremendamente intensa. Uno va descubriendo lo parecidos que somos. El hecho de que ustedes fueran virreinato significaba que el movimiento de Chile hacia Perú era muy intenso. Después, grupos importantes de peruanos se exiliaron en la época de Odría en Chile y fueron un tremendo aporte. Y hoy en día está el aporte de los peruanos en torno a la cultura y a la gastronomía. La cantidad de peruanos que viven en Chile está alrededor de los 250 mil, y que se han ido mimetizando con Chile. Ir a un restaurante peruano es absolutamente normal en Santiago, es parte del escenario.
-¿Santiago se ha peruanizado?
Mucho. Y uno lo aprecia. Uno come platos peruanos con productos chilenos, muchas veces.
-¿La gastronomía ha ayudado a reconciliar a los países?
Absolutamente. Antes de la pandemia, eran 900 personas diarias viniendo de Santiago a Lima, en plan de turismo, en vuelo. Venir un fin de semana en viaje gastronómico se transformó en algo normal. Y hemos aprendido. La gran migración peruana a Chile ha sido realmente un hecho muy favorable a la cultura chilena y a la relación entre los dos países.
-¿Las heridas luego de la Guerra del Pacífico se han sanado? ¿Cuánto pesa la historia en cómo nos miramos?
Desde Chile la visión de Perú es cada día de mayor acercamiento. La gente en Chile aprecia venir a Perú y lo que es Perú hoy. Vemos a Perú como un vecino que es cálido para recibir a los chilenos. Los vecinos tienen momentos de gloria y otros que no lo son tanto.
-Quizás un factor que sume positivamente en cómo los peruanos vemos a Chile es conocer más a fondo el papel que tuvo Bernardo O’Higgins en la independencia del Perú.
O’Higgins vivió en Perú gracias a lo que el pueblo peruano le dio. El gobierno peruano le entregó una casa en Lima y una hacienda en Cañete. Fue una conjunción de astros: Bolívar, San Martín y O’Higgins. Todos participan de la escuadra libertadora, que sale de Valparaíso, que es financiada por el gobierno de O’Higgins, un gobierno pobre, pero que hizo el esfuerzo en el entendido de que no podían haber repúblicas libres si no lográbamos liberar al continente.
-¿Se sabe cuántos chilenos llegaron con San Martín?
La escuadra libertadora vino con un contingente de 4 mil soldados. Más o menos, 80% eran chilenos. Gran parte de la oficialidad eran argentinos, cercanos a San Martín. Los barcos fueron financiados por Chile. La escuadra en sí fue comandada por Cochrane, contratado por Chile; de hecho, él respondía a O’Higgins. San Martín, por su parte, ostentaba el grado de capitán general del Ejército de Chile. Yo creo que O’Higgins será más reconocido con el paso de los años por el afecto que tuvo al Perú. Él vivió entre Inglaterra y Perú muchos años. Su padre fue virrey del Perú, Ambrosio O’Higgins, y Bernardo estudió acá, en el colegio San Carlos. Y después volvió cuando abandonó el poder en Chile. Perú lo recibió de manera notable, y murió en Perú.
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-Otro factor de la historia que nos debe acercar como naciones es profundizar, por ejemplo, en el respeto que tenían por Grau en Chile.
Estoy leyendo las memorias de Grau y es un personaje increíble y muy sufrido. A los 9 años, navegando, sufrió un naufragio y continuó navegando e hizo su vida en los mares. Y lo hizo con un porte moral y una ética increíbles. En Chile se le reconoce como héroe, no como enemigo. La muestra más clara de esa caballerosidad es la carta que envía a la viuda de Prat, una carta muy linda. Acaba de instalarse un busto de Grau en la escuela militar en Chile, en un panteón de los héroes americanos. No lo hacemos por darle el gusto a alguien o por demostrar que somos buenas personas.
-¿Cuánto se parecen un peruano y un chileno?
Muchísimo. No hay que olvidar que los incas estuvieron hasta la zona del río Biobío; esto es 600 km al sur de Santiago. Estamos hablando de más de la mitad del país. Y luego en el virreinato del Perú y Chile la relación era tremendamente intensa.
-¿Y por qué nos hemos ‘odiado’ tanto?
Las rivalidades son a veces de personas o de grupo de personas y algunos temas históricos que quedan pendientes y no nos miramos a la cara. No estoy de acuerdo con la palabra odio. Entre amigos hay rivalidad. Son pasiones, como lo pueden ser el fútbol y el querer ganar. Los hermanos discuten.
-A la otra semana será el Chile-Perú por las Eliminatorias. ¿Cuál es su pronóstico?
(Ríe). Nunca han sido partidos poco intensos.
-Embajador, eso sí, el pisco es peruano, ¿no?
(Ríe). El pisco es sabroso.
AUTOFICHA:
- “Soy Andrés Barbé González. Tengo 64 años, nací en Santiago de Chile, estoy casado hace 39 años, tengo tres hijos y cuatro nietos. Acabé el colegio y entré a estudiar licenciatura en Historia. Ingresé a la academia diplomática y mi primera destinación fue a Canadá”.
- “Luego estuve en Ecuador y Colombia, de ahí partí a Kenia, donde hice un posgrado en Historia de África, en la Universidad de Nairobi. Me encanta África, me encanta Kenia, es un país al que volvería. Después estuve en Perú, Argentina, luego en la India y ahora acá”.
- “Casi todo este siglo he vivido fuera de Chile. Me gusta mucho mi carrera, soy un agradecido de esta carrera. Me ha dado oportunidades extraordinarias en la vida. Al finalizar mi carrera, me gustaría estar con mi familia, mis hijos y nietos. Y me encanta leer; escribo, pero no como para publicar un libro”.
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