El músico es el director de la banda de La Tarumba. (Perú21/ Renzo Salazar)
El músico es el director de la banda de La Tarumba. (Perú21/ Renzo Salazar)

Prende la luz y nos da la bienvenida a su refugio. Amador Eusebio Ballumbrosio, o simplemente ‘Chebo’, nos recibe en un sótano del colegio Los Reyes Rojos, donde es profesor de danzas folclóricas. Después de clases, le dedica su tiempo a , que está en plena temporada circense, y como músico-fundador del grupo de fusión Cimarrones. Se sienta sobre un cajón, presiono ‘grabar’ y se abre el telón.

¿Mira al pasado y qué recuerda de los años en El Carmen?
Eran años difíciles. No había alimento. Mis padres la pasaban feo. Aunque yo la pasaba bien en el mes de julio, porque mi abuelo cosechaba la yuca y coincidía con la fiesta de la Virgen del Carmen, el 16 de julio. De niño he tenido una vida muy pegada al campo, pero también he sido cercano a la preocupación del adulto.

¿De qué se hablaba en esos años?
Los adultos eran muy reacios a la conversación con los niños. El adulto tenía la mirada de ‘este chiquillo me va a faltar el respeto y en cualquier momento lo voy a reprender’.

¿Por qué le reprendían?
Si insultaste o si lo llamaste por algún apelativo incómodo. Pero mi papá nos aconsejaba. Él venía muy tarde a casa. Llegaba a la 1 o 2 de la madrugada y nos despertaba a todos. Teníamos que decirle por dónde salía el sol, cuáles eran los cuatro puntos cardinales, cuándo se declaró la independencia del Perú, etc.

¿Y por qué hacía eso?
No lo sé. Todo el tiempo nos probaba, nos retaba. Una de las dudas que yo tenía en esa época era si lo hacía por molestarnos o por enseñarnos algo. Me molestaba mucho. Hoy creo que lo hacía por probar nuestra sabiduría, nuestra conciencia, por medirnos, para que nosotros, a futuro, estuviéramos preparados.

¿A qué se dedicaba su padre aparte de la música?
Ejercía la carpintería, la albañilería, era campesino, enterrador, sepulturero, hacía nichos. Hasta que se convirtió en zapateador y, finalmente, se hizo caporal, ya pegado al arte, violinista y luego padre de 16 hijos.

¿Y usted qué tuvo que hacer para salir adelante?
Estudiar. Buscar la forma de entender por qué en la vida estamos hechos de un pasado que nos dice que tenemos que ser mejores seres humanos, mejores padres, hijos, mejores personas, con criterio y voz propia. Y siempre estar en defensa de tu familia.

¿Qué ha tenido que pasar para lograr lo que hoy tiene?
La gran prueba de ser tolerante en la música. El comportamiento que tenían los músicos no me gustaba, pues había mucha bebida, alcohol, drogas, peleas. Me parecía inmoral lo que habitaba en la música. Quería pintar, escribir, tener otra postura. Pero creo que fue errónea. Entonces, decidí tomar la música a mi modo y poder llegar con el cajón peruano a un escenario, para hablar de mis raíces e identidad. Porque yo no me aceptaba al comienzo.

¿Por qué?
No aceptaba ni mi nombre. No quería parecerme a mi padre. Cuando no te aceptas, no quieres ser negro o de tal o cual tamaño.

¿Y cuándo se aceptó?
Me acepté cuando mi padre murió. Sentí tanto dolor de perderlo. Pero esa negación era el amor que le tenía a mi padre.

La discriminación es una problemática que se vive a diario. ¿Qué ha hecho usted para luchar contra ella?
He denunciado el racismo. Todavía se usa al negro para hablar de una forma exagerada. Y eso no es real. Recuerdo a mi mamá pelándoles la cabeza a mis hermanas para lacearles el pelo con un fierro caliente. Hoy, ellas lucen orgullosas su cabello. No tengo nada en contra de lacearse el pelo, pero dame un buen discurso. Nos cuesta aceptarnos.

¿El circo qué tanto se parece a la vida?
Si bien hay una carpa donde preparas un espectáculo, sales a mostrar tu vida. El artista de circo tiene que estar, día a día, con los pies en la tierra. El circo es un templo donde no hay cruces ni santos, pero hay una conciencia de respeto y consecuencia.

El actual espectáculo de La Tarumba habla sobre la ilusión de descubrir el circo. ¿Cómo lo descubre usted?
En mi infancia, el día que se incendió el techo de mi casa de estera, porque mi hermano era lanzador de fuego y quemó el techo. De ahí fui el equilibrista que se quebró la mano y lo enyesaron. Mis hermanas eran las bailarinas que se ponían trapos. El circo era un juego y siempre dentro de lo familiar. Hoy es una forma de vida.

¿Y Cimarrones es el refugio al que siempre regresa?
Es un producto del pasado, que refleja al ancestro que quiere vivir en esta urbe. Cimarrones es una hermandad. El año pasado nos fuimos a Cuba y ahora el grupo parte a España.

¿Tener tres hijas cómo le cambió la vida?
En todo sentido. Aprendí a escuchar los consejos de mis hijas sobre cómo actuar y cómo debo ser frente a los demás.

Se jacta de tener un lado femenino. ¿Cómo lo pone en práctica?
Lo tengo heredado de mi madre. Cuando eres criado de forma machista, vas a replicar y hacer lo mismo siempre. Lo femenino te convierte en un ser orgulloso de lo que puedes lograr, porque las mujeres han alcanzado muchas cosas. Mucho macho me da caracha. Prefiero el lado femenino.

¿Habla con don Amador?
Todo el tiempo, desde que me levanto. Le digo: límpiame el camino que ensucio, que lo hago por pecar de autoritario y soberbio.

¿Y qué le responde?
Allá tú. En sus últimos años, él me decía que no cambie. “Si tú haces lo que los demás dicen, eres un simplón”, me aconsejaba.

Autoficha: 
- “Soy Amador Eusebio Ballumbrosio Guadalupe. Nací en el distrito de El Carmen, en Chincha, un 5 de marzo del año 1963. Tengo 55 años. Estudié en el colegio nacional Nuestra Señora del Carmen. Luego me fui a estudiar a Pucallpa, donde seguí Administración de Empresas y Contabilidad”.

- “Esos estudios en el Cenecape de Pucallpa eran como una patada al hígado. Quería cambiar mi vida. Estuve ahí del 80 al 83. Regresé a mi pueblo y encontré la música. Me vine a Lima con mi cumpa Miki González, en el 85. Él es el hermano español de los Ballumbrosio”.

- “Miki es como un sacerdote. Cada vez que quiero confesarme, acudo a él. Toqué con Miki hasta los 90. De ahí con Cimarrones. Estoy en Ilusión, el espectáculo de La Tarumba, que va hasta el 23 de setiembre, en el C.C. Plaza Lima Sur-Chorrillos. Y quisiera escribir mi memoria, la de mi padre, de mi familia”.