Las polillas la ponen nerviosa y tiene miedo a perder a su familia. Pero es la número cinco en el ranking mundial de karate. Su nombre está grabado en el Estadio Nacional porque recibió los Laureles Deportivos en el grado de Gran Cruz tras lograr la de oro en los Juegos Mundiales de Polonia. En Toronto 2015 también obtuvo el máximo galardón. Y ahora va a los Panamericanos Lima 2019 para defender su medalla dorada. Pero la meta es clasificar a las Olimpiadas Tokio 2020.

Su padre practicó kung fu, su madre karate y ella intentó con el ballet; sin embargo, a los 14 años ya estaba compitiendo a nivel profesional. Acaba de estar en las pirámides de Teotihuacán, en México, para la ceremonia de encendido de la antorcha de los Panamericanos, que empiezan este 26 de julio. “Sentí las buenas vibras. Me dije: ya empezó la competencia”, conversamos sentados a un lado del dojo en la Videna.

En la oreja derecha lleva un arete y debajo de él trae tatuada la palabra Perú. “No solo nací para representar a mi país, sino también para llevarlo tatuado en mi piel”, dice con orgullo la también sensei Alexandra Grande.

-Me dices que ha sido difícil el camino recorrido. ¿Por qué?
Para un deportista las cosas no son nada fáciles, porque vienen lesiones. Cuando las cosas no salen bien en un campeonato, piensas que llegaste a tu tope y no das para más. Hay gente que te apoya al 100%, pero hay otra que por una pelea perdida dicen: “Alexandra ya no da para más”. En 2014 un dirigente dijo que yo había llegado a mi tope. Al año siguiente gané la medalla de oro en Toronto y ahora tengo mis Laureles Deportivos. La gente habla piedras enormes en el camino, pero si estás hecha para aguantar y tienes una meta en la cabeza, no hay nada ni nadie que te pare.

-¿El triunfo a qué se parece?
Es el camino duro que he tenido, tengo y tendré para llegar a un objetivo. He sacrificado estudios, amigos, la vida de una joven.

“No solo nací para representar a mi país, sino también para llevarlo tatuado en mi piel”. (MArco Ramón/GEC)
“No solo nací para representar a mi país, sino también para llevarlo tatuado en mi piel”. (MArco Ramón/GEC)

-Compites desde los 14 años.
Y ahora tengo 29 años y llegaré a Tokio, si Dios quiere, con 30 años, en una edad perfecta. No me arrepiento de haber dejado de lado otras cosas. Desde comienzos de este año no he dejado de viajar. He parado más en los aviones que en los países a los que iba.

-¿De dónde sacas fuerzas?
(Piensa su respuesta unos segundos). De los sueños que tengo. Me levanto pensando en que quiero ser la mejor cada día. Yo lo disfruto. Me encanta esa sensación de que tu cuerpo y mente los puedes llevar al extremo. Soy de las personas que cuando algo se le mete en la cabeza, no para hasta cumplirlo, pese a que haya espinas y fuego en el camino: los piso hasta lograrlo.

-¿Qué es peor que la derrota?
Las lesiones. A pesar de ello, igual me voy a sentar al dojo y miró cómo entrenan.

-¿Mirando también se logra entrenar?
Para mí, un torneo no termina hasta que no acabe la competencia. Así haya acabado mi participación, me quedo hasta el final mirando. Yo voy para competir, no para hacer turismo. Vamos a aprender, así mejoramos.

-¿Qué se experimenta cuando estás peleando?
Tienes que pegarle a la otra persona. Eso de pensar “cómo le voy a pegar, qué pena” no sirve. Ahora, mi deporte es de control.

-Pero tienes que ir con todo.
Le doy. Me ha costado sacar esa personalidad porque soy pasiva, tranquila y yo solo era de marcar puntos. Tocaba y ya. Mi entrenador me decía: “Alexandra, tienes que ser una rata de dos patas, tienes que ser mala. Acá la gente te da vuelta, te va a sacar la mugre. Tienes que sacar lo que tienes adentro”. Lo logré haciendo gimnasio: empecé a hacer fuerza. Cuando sufría para levantar más peso, empezaba a sacar esa cólera que llevas adentro y me daba ánimos. Cuando no podía levantar la barra, hasta le metía puñete. Me concentraba y lo levantaba.

-La fuerza de lo mental.
Hay veces que la cabeza te juega en contra y te dice: “Alexandra, ya fue, para qué vas a cargar”. Cuando peleas, la cabeza también te traiciona, pero es por desconfianza. El año pasado en el campeonato mundial perdí a la segunda pelea. Me chocó demasiado. En París también perdí en la segunda, en otro campeonato perdí a la primera y así. Tuvieron que llevarme con una psicóloga. Mi mente se había volado por otro lado, tal vez pensaba en otra persona y no en mí. Pero abrí los ojos y dije chau a esto, chau a lo otro, chau a las redes. Y volví a entrar en confianza. Ahora se ha unido mi corazón con mi cabeza perfectamente.

-¿En el dojo qué pesa más: el corazón o la cabeza?
La cabeza.

-¿Y cuándo sale el corazón?
Cuando estás cansada y no das para más.

-¿Cuánto influyó tener una madre que hizo karate y un padre que practicó kung fu? Casi naciste para esto.
Ellos no se meten en mi carrera. Mi madre decidió ponerme con mi entrenador Roberto Reyna, con quien sigo hasta ahora.

-¿A los 29 ya piensas en qué se viene después del karate?
Mi cabeza está muy centrada en el deporte. Tengo mi academia y quiero crecer en ese ámbito.

-¿Qué les dices a tus alumnos?
Que disfruten cada entrenamiento y que confíen en mí no solo como sensei, sino como amiga. Pierdan o ganen, los voy a aplaudir. Pero eso sí, deben dar el 100% en la competencia.

-¿Lo importante no es ganar siempre?
No, para nada. He tenido más derrotas que triunfos. Por las derrotas he podido saborear las victorias. Si no te acostumbras a una derrota, para volver a levantarte es más duro. A los papás les digo que cuando sus hijos pierdan, los abracen, les den su beso y les digan cuánto los quieren y lo orgullosos que están. Mi mamá siempre me decía: dame el 200% y los resultados llegan solos. Pero ahora tengo claro que volveré a ser la mejor de América en Lima 2019.

Mi cabeza está muy centrada en el deporte. Tengo mi academia y quiero crecer en ese ámbito. (Marco Ramón/GEC)
Mi cabeza está muy centrada en el deporte. Tengo mi academia y quiero crecer en ese ámbito. (Marco Ramón/GEC)

AUTOFICHA

“Soy Alexandra Grande Risco. Tengo 29 años, del 5 de febrero del 90. Mido 1.69 metros. Nací en Lima. Terminé el colegio en el Rosa de Santa María de Breña. Soy muy pasiva, tranquila. Trato de evitar pelear, porque no me gusta. Si me buscan, lo dejo ahí, prefiero ignorar, no es mi personalidad pelear”.

“Estudié Traducción e Interpretación. Amo los idiomas. Quiero estudiar gestión deportiva, porque deseo aportar algo en el deporte. Siento que todavía tengo para un circuito más (cuatro años) en el karate, porque mi cuerpo todavía está para pelear y sigo mejorando”.

“Después de los Panamericanos, tengo seis viajes más y no paro hasta comienzos de noviembre. Estaré por Japón, Rusia, Chile, España. El Perú es potencia en el circuito latinoamericano, estamos entre los tres primeros, junto con Estados Unidos y Canadá. Y estoy quinta en el ranking mundial”.

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