Alberto Isola dirige y actúa en 'Trilogía' en el CCPUCP. (Foto: Piko Tamashiro)
Alberto Isola dirige y actúa en 'Trilogía' en el CCPUCP. (Foto: Piko Tamashiro)

Determinación y persistencia. Palabras que podrían definir a . Desde muy chico decidió que no quería ir a misa ni a eventos sociales. Y a los 15 años de edad tuvo claro que lo suyo era el teatro. Tímido y rebelde.

Desde entonces, ha actuado y dirigido en más de 120 obras teatrales. Es cierto, “hazlo” es otra palabra que lo define. Y ahora lo vuelve a hacer con 'Trilogía', nombre que agrupa tres puestas en escena escritas por Alfonso Santistevan: ‘Vladimir’, ‘El caballo del libertador’ y ‘Pequeños héroes’, donde Isola dirige y actúa en el CCPUCP.

Nos encontramos en el ascensor del centro cultural. Alberto aprieta el botón del piso 5. Subimos y usamos como excusa 'Trilogía' para viajar por la vida y obra del actor, director y maestro.

‘Vladimir’ aborda la relación madre-hijo. ¿Cómo fue la suya?
Mi madre es una mujer de clase acomodada. Fue una de las personas que más me apoyó cuando decidí estudiar teatro. Me enseñó a escuchar, a ser tolerante. Ella tiene 91 años, es hija de José Antonio de Lavalle (el José Antonio del vals de Chabuca).

¿Cómo así descubrió que el teatro era lo suyo?
Quería ser escritor y director de cine. Pero escribir me parecía muy solitario. En cuarto de media, un hermano marianista fundó el club de teatro del colegio y me invitó a ver un ensayo. Me senté y dije: ‘solo quiero hacer esto el resto de mi vida’.

¿Qué pasó en ese ensayo?
Esta idea de escribir en el espacio, con personas reales. También la idea de grupo, de estar con otras personas. Yo era sumamente tímido y era la posibilidad de poder entrar en relación con otras personas en un ámbito distinto al cotidiano.

¿Se imaginó dirigiendo o actuando?
Dirigiendo. Yo nunca quise ser actor. Creo que tenía que ver con toda la imagen de ser actor. Yo era gordito, tímido, no me veía con la imagen arquetípica de lo que era un actor. Y hoy me gusta más dirigir.

Finalmente, se fue a estudiar teatro a Europa. ¿En qué otros momentos ha dejado el país en busca de su destino?
En el 88 y 92. Primero me fui a Argentina porque después del ‘Alanazo’ y la toma de los bancos, no se podía hacer absolutamente nada. Y en el 92, estrené una obra en el teatro Larco la misma noche del atentado en Tarata. Incluso, vi la explosión. Y me fui.

¿Cómo así fue testigo de ese atentado?
Nunca veo los estrenos por nervios. Estaba afuera del teatro y, curiosamente, la obra terminaba con una persecución con tiros y gritos. Escuché la explosión, volteé, miré y vi humo al fondo. Estaba a cinco cuadras. Al día siguiente, obviamente, nadie fue al teatro. Entonces, me fui a Venezuela.

Trilogía
Trilogía

‘El caballo del libertador’ está ambientado en el 86 y en medio de la violencia. ¿Solo el ‘Alanazo’ fue el detonante para su partida?
Tengo sensaciones encontradas. Por un lado, enorme precariedad, mucho riesgo e incertidumbre. Frente a la Alianza Francesa había un KFC. Yo almorzaba ahí y un día que no fui, le pusieron una bomba. La otra sensación era la pasión de hacer teatro. Hicimos muy buen teatro, importante, urgente. Me fui porque sentí que la pasión no era suficiente.

¿En algún momento pensó que quería cambiar el mundo?
Aún lo pienso. Siempre fui simpatizante de la izquierda, por el teatro, por mi sensibilidad, por lo que viví, lo que leía. Pero siempre me asustó el dogmatismo. Yo creo que mi mirada hacia la utopía no pasaba por algo específico salvo hacer teatro. No quiero que suene vanidoso, pero uno hace el teatro que quiere ver. Tú quieres que a la gente le pase lo que te pasa a ti cuando ves una buena obra de teatro. Y lo que me pasa es que mi percepción del mundo cambia de alguna forma. Siempre he querido cambiar al mundo. Nunca me he rendido.

¿Pero haberse ido dos veces del país en los peores momentos no fue una forma de huir?
Sí. Pero era una huida de supervivencia. En esa época ninguno de nosotros pensaba ganar dinero haciendo teatro. Estábamos haciendo una obra en la Alianza Francesa y teníamos tres personas en la sala. Llegó un momento en que decías: ‘a ver, yo no gano dinero haciendo esto, es un acto de fe, pero si no viene nadie a vernos, no tiene mucho sentido’. En Argentina estuve seis meses y en Venezuela, llegué, agarraron a Abimael y a las dos semanas me regresé.

¿Se regresó solo porque agarraron a Abimael?
Sí. Pensé que se había acabado algo. Sentí que quería volver. Lo que quiere decir es que ninguna de las dos veces estuve tan convencido de ir a trabajar al extranjero.

¿Por qué es importante ver ‘Trilogía’?
Me interesa el teatro que va al inconsciente, que juega con las metáforas, con los sueños, con las sugerencias. Lo que me fascina del teatro de Alfonso es que tiene la capacidad de hablarte de un momento histórico a través de la vida de personas comunes. Me gusta cómo juega con el tiempo, los sueños, las imágenes. Estas tres obras no son para volver a los ochenta. Es mirar un momento de nuestra historia, preguntarnos qué nos pasó y qué nos ha pasado hasta ahora. Es un espacio de reflejo y reflexión. Yo creo que el teatro es un espacio de sueño, poesía y metafórico, donde las cosas pasan a un nivel más inconsciente que racional.

¿Y tal vez de esa forma calan más en nosotros?
Yo creo que sí. Alfonso en ‘Vladimir’ pone al Che Guevara en escena. Me impresionó mucho leer que la primera cosa que dijo cuando lo arrestaron fue: “deténganme, he fracasado”. Es una frase terrible.

Es el fracaso del fracaso.
Pero hay una frase que me encanta de Samuel Beckett, que es uno de mis lemas de vida: “inténtalo, fracasa; vuélvelo a intentar, fracasa mejor”. Nunca lo vas a lograr del todo, pero cada vez lo haces mejor. Cada triunfo un fracaso mejor (risas).

¿Siente que ha triunfado?
A ver, he triunfado en la medida de que hago teatro, de que vivo de mi trabajo, a pesar de que para poderlo hacer tengo que hacer seis cosas, como todos. Me hubiera encantado tener un teatro propio, desarrollar proyectos propios en la televisión. Pero el hecho de seguir haciendo teatro y que haya gente que te siga, y que yo pueda elegir proyectos y vivir razonablemente de lo que hago, es un triunfo.

¿Cuándo siente que ha fracasado?
Me preocupa que aún en el teatro peruano no hayamos logrado que sea una opción válida y cotidiana como lo es en otros países de América Latina. Me apena ver muy buen teatro y que el público no nos acompañe del todo.

Isola
Isola

La obra que completa ‘Trilogía’ es ‘Pequeños héroes’, que se puede interpretar, por lo menos, de dos formas: los héroes anónimos y los héroes chatos. ¿Dónde están ambos extremos?
En el mal sentido, los vemos por todos lados. Yo creo que la verdadera heroicidad está en la persistencia.

¿Lo que ha logrado ha sido fruto de su persistencia?
En el teatro, sí. En la vida real, me hubiese gustado ser más persistente.

¿Cómo así?
He sido muy descuidado en haberme construido una vida, haber tenido una familia. No ha sido una decisión consciente. Pero mal que bien opté por el teatro, no me arrepiento, pero a veces pienso que algo de esa persistencia me hubiese gustado tenerla en mi vida.

¿La soledad es fruto de ello?
Duermo siete horas. De las 17 horas restantes, 15 las paso rodeado de gente. No siento la soledad en ese sentido. Cuando tengo tiempo libre prefiero estar solo. Tiene que ver con mi personalidad: me encanta ir al cine solo, me gusta leer, escuchar música. La soledad es parte de uno y no la siento como algo malo o como una carencia. La siento, más bien, como una necesidad.

A los 65 años de edad, ¿qué lección siente que le ha dado la vida?
Cuando estaba en el colegio me gustaba mucho la música norteamericana. He sido y soy muy rockero. Hay una canción de James Brown, que se llama “Do it” (“Hazlo”), esa frase me gusta y sigue en mí. Frente a la duda, el temor, la comodidad: hazlo. Si combinas eso con la frase de Beckett puedes entender un poco la lección de vida.

¿Y qué le falta hacer?
He empezado a trabajar con gente que han sido mis alumnos. Me entusiasma que una directora o director que tiene menos de 30 años piense en mí para un montaje. Me gustaría seguir haciendo teatro y ser parte de propuestas nuevas, porque te mantienen vivo.

¿El amor no es un tema pendiente?
He tenido grandes pasiones. No siento carencia de eso ahora, porque lo que hago tiene que ver mucho con la capacidad de trabajar los afectos. Además, el trabajo como profesor, actor y director te vincula afectivamente con las personas. En ese sentido, tampoco no me siento solo. Pero me encantaría tener un último amor, apasionado, otoñal. Por supuesto que sí. No estoy cerrado a la posibilidad (risas).

Isola
Isola

AUTOFICHA:
“Nací en Miraflores. Estudié en los colegios Inmaculado Corazón y Santa María. Somos cuatro hermanos, soy el mayor. Mi sobrina Micaela ha estudiado dirección de teatro y en algún momento me va a dirigir. Eso me encanta. Estudié en el TUC, en el Piccolo Teatro de Milan y en el Drama Centre de Londres”.

“Regresé a Lima en el 78. He dirigido y actuado en más de 120 obras de teatro. Hubo años en que hice hasta siete obras. Pero si me das una noche libre, no voy al teatro, sino al cine. Crecí en una época donde podías ver en el cine a Buñuel, Visconti, Bergman”.

“Siempre he sentido que no estábamos realmente explotando a fondo la TV peruana. Enseño actuación, historia del teatro contemporáneo y lectura interpretada en la Facultad de Artes Escénicas de la PUCP. Y tengo un taller propio en Escena Contemporánea. Me gustaría actuar en una serie para Netflix”.

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