(Perú21)
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Abraham Katz vive en un paraíso, pero a pocos segundos del infierno. Es una de las 1,200 personas que habitan el kibbutz solidario Be’eri, rodeado de interminables y apacibles campos de cultivo; sin embargo, está ubicado frente a la Franja de Gaza, desde donde se han lanzado misiles que llegan en 15 segundos.

Nació en Buenos Aires. Por su raíz judía y sentimiento sionista, migró a Israel, a los 17 años de edad. Su pensamiento de izquierda lo llevó a los kibbutz en la década del ochenta, una suerte de comunidad socialista inventada por pioneros que llegaron de Europa a Israel antes de 1948.

“Aquí, al frente, están los vecinos, que nos hacen problemas, que no nos dejan dormir de noche ni de día”, me dice Abraham con cierta dosis de resignación desde el techo de uno de los edificios del kibbutz, a unos 50 minutos de Tel Aviv, hasta donde llegó Perú21. Azotea que también sirve de punto de control de dos soldados israelíes con fusiles en mano y el tradicional kipá sobre sus cabezas. Ellos vigilan la frontera con Gaza, ubicada a cuatro kilómetros, y nosotros conversamos en paz sobre un país en guerra.

¿En qué consiste un kibbutz?
Todos los sueldos entran a una bolsa enorme y de ahí se reparte el presupuesto de forma igual. Recibimos lo mismo, desde el director de la imprenta –que nos permite vivir de esta forma tan buena porque genera los mayores ingresos– hasta el que trabaja en el jardín. Cada uno recibe también según la cantidad de chicos que tiene. Se entrega alrededor de 35 mil dólares anuales y por cada hijo unos 7 mil dólares adicionales. Es dinero líquido y cada uno hace con ello lo que quiere. Puedes comprarte zapatos o viajar al exterior. Tratamos en lo posible de autoabastecernos en el trabajo, pero hay mucha gente que tiene profesiones y sale a trabajar afuera, y el salario de ellos entra también a la bolsa común. Yo, por ejemplo, me ocupo de la gente que trabaja afuera, que son 120. Verifico el salario, los coches que necesitan, etc. Tenemos automóviles comunitarios.

¿Cómo hacen con los servicios y la alimentación?
Tenemos el comedor donde comemos todos y sin pagar, también hay una lavandería donde todo el mundo tira ahí la ropa. No hace falta ocuparnos de cosas que ustedes están acostumbrados a ocuparse en la ciudad, como cocinar, planchar, lavar. Y el que quiere puede cocinar en su casa. Y somos laicos, no tenemos nada que ver con la religión, pero sí respetamos las fiestas

(Latina)
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¿Es posible que alguien de afuera pueda ser parte del kibbutz?
Lo es. El que viene de afuera tiene dos años para estudiar esta forma de vida y el kibbutz también estudia a esa persona.

¿Estudiar qué significa?
Vive aquí. Si se adapta o no, si es buena persona o no, si le pega a la esposa o no, todo eso se evalúa. Y, entonces, la comunidad vota a favor o en contra.

¿Cómo fluctúan los ingresos y salidas de habitantes?
Como la situación en el kibbutz es buena, los hijos nuestros quieren volver. La gente joven después del colegio va al servicio militar, tras lo cual se van a pasear por el mundo y cuando retornan, el kibbutz les paga los estudios. Cuando terminan, pueden decidir si se quedan o no. Yo tengo un hijo que vive en otro lado y tres hijas que viven acá. Hemos terminado de construir 42 casas, podemos recibir 42 familias.

¿Los matrimonios son entre ustedes?
No. Mi hija conoció a un muchacho de afuera y lo trajo para aquí. No somos una comunidad cerrada. Tenemos nuestra ideología y forma de vida, pero somos abiertos a la influencia exterior.

Además de los sueldos, ¿cómo se mantienen?
Contamos con la mayor imprenta de Israel y nos dedicamos a la agricultura, con papas, maníes, girasoles, naranjas, jojoba, trigo. Un negocio de venta de bicicletas y otros negocios.

(Latina)
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Ahora, al frente tienen a Gaza. ¿Cómo se vive así?
Hay varios problemas. Uno es el gobierno nuestro, que no llega a tener solución con los conflictos que hay con la Franja de Gaza. Y otro problema son ellos (mira a Gaza), que tampoco quieren solución porque les conviene políticamente seguir haciendo lo que hacen. Y nosotros estamos en el medio. Cada cierto tiempo tiran bombas. Y los chicos tienen miedo y mucha gente está traumada. Chicos que habían dejado de hacerse pipi en la cama lo vuelven a hacer. Hay una alarma que avisa cuando lanzan una bomba y tenemos 15 segundos para entrar a la pieza de refugio de cada casa, que está hecha contra ataques de misiles y bombas químicas. Los muchachos de Gaza también tiran barriletes o globos incendiarios y los campos se incendian.

¿Producto de los ataques han tenido muertos y heridos?
Muertos no, pero heridos sí. Muchas veces los misiles caen en los campos y no en el mismo kibbutz. Se vive alerta de que en cualquier momento puede caer una bomba encima. Pero vivo con calma porque esta es mi casa, no me voy a ir de aquí porque ellos quieren que me vaya.

¿Qué piensa de quienes viven en Gaza?
Son gente pobre. Hay casi dos millones de personas que viven en una jaula, encerradas, no tienen trabajo, se mueren de hambre. Antes que Hamas gobierne ahí, teníamos relaciones. Yo viajaba a esas playas. Mi primera bicicleta la compré en Gaza, viajaba a comer hummus, falafel. Éramos buenos vecinos. Ni bien entró Hamas, ya no se pudo pasar más. Pobre gente, no tiene trabajo, vive en forma terrible. Los 15 millones de dólares que entran todos los meses no van para la gente ni para construir fábricas. No sé qué hacen con eso. Ni el gobierno de Israel ni el gobierno de Gaza quieren llegar a acuerdos para poder vivir en forma normal.

(Latina)
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¿Qué espera?
Que haya paz con ellos y que volvamos a vivir en forma normal, como vecinos. Pero no creo que en los próximos años pase. Hamas quiere que dejemos todo lo que tenemos y nos vayamos.

AUTOFICHA:
- “Tengo 66 años. Nací en Buenos Aires. El sionismo y el socialismo me trajeron a Israel. A los 17 años terminé la secundaria en Argentina. Me vine a Israel, por lo pronto, para estudiar. Llegué a Haifa, a seguir Asistencia Social. Medité con mi ex esposa sobre cómo seguir la vida y decidimos venir a un kibbutz”.

- “Eran los años 80, esa comunidad fracasó. Pasó un tiempo y mi actual esposa era auxiliar de enfermería en el kibbutz donde estoy ahora y terminé mudándome a este lugar. Be’eri es uno de los cinco kibbutz solidarios que existen de este tipo, donde todos reciben lo mismo”.

- “La socialdemocracia es algo bueno. Pero, por ejemplo, el problema en Venezuela está en los dirigentes. Eso no es socialismo, no sé lo que será. En Cuba exageraron un poco y ahora están cambiando el rumbo. Pero sí queda claro que la diferencia que hay entre la gente pobre y rica hay que achicarla”.