Es poeta desde que nació. También creció con la tartamudez que, en principio, le dio inseguridad, pero actitud que, quizá, la poesía recuperó. “El tartamudo piensa más y por eso le cuesta decirlo en palabras. El tartamudo está buscando la palabra”, recuerda con una tímida sonrisa sobre alguna reflexión.

Escritor –sobre todo, poeta–, sociólogo, periodista y profesor universitario, Abelardo Sánchez León, o Balo para los amigos, ya piensa en los 80 años. “No sé cuántos mundiales me faltan”, me dice el también hincha aliancista, sentados en una banca de la Universidad Católica, donde enseña. Acaba de publicar Soldado de Dios (Lumen/Penguin Random House), un texto con aliento poético o un espíritu poético alternado con formas narrativas. Libro que será presentado este miércoles, a las 7 p.m., en la librería El Virrey (Bolognesi 510, Miraflores).

Le pregunto si conversa con Dios. Considera que todo ser humano conversa con un ente superior, invisible. Viene de un colegio laico y estaba preparado para defenderse de una formación religiosa. El padre Gutiérrez, su profesor en la escuela, le dijo que todos los poetas, a la larga, eran religiosos porque se comunicaban con un mundo no racional y con algo que estaba fuera de la vida terrenal. Balo asegura que desde pequeño no fue parte del prototipo. Fue consciente de que era distinto. Es que nació poeta.

-¿La poesía es tu dios?
Yo no tengo dios. El título del libro se debe a que así llamaban a los jesuitas. Mi vida no gira en torno a Dios y menos a la religión convencional. Pero en el tema del libro, la religión sí está presente, porque el libro tiene como trasfondo un conflicto dentro de la Iglesia y la universidad.

Soldado de Dios.
Soldado de Dios.

-¿Por qué decidiste escribir este libro?
Es un misterio. Yo estaba escribiendo otro libro, que lo he publicado: El habitante del desierto (2016), y de pronto escribí un poema de este tipo (como uno del libro), que se corresponde a mi amistad con una autoridad que es una persona religiosa y que se encuentra disputando, peleando, discutiendo con la autoridad de la Iglesia, con el Vaticano.

-Te refieres a Marcial Rubio.
Sí, el rector. Una amistad que sigue intacta.

-En el libro también abordas la muerte.
El primer poema del libro es sobre la muerte de la hija de la autoridad de la universidad. Me conmovió mucho porque yo también he perdido un hijo. Hace 25 años perdí a mi hijo, al parecer de un aneurisma, él tenía 17 años. A raíz de ello, publiqué un libro que se llama El mundo en una gota de rocío. Ese puede ser el eslabón más profundo de mi amistad con Marcial. Marcial pierde a su hija cuando ella tenía 27 años, con cáncer. La vida es un accidente, como dice Paul Auster. Tengo una relación más cercana con la muerte.

-¿Qué piensas de la muerte?
Después viene un misterio. Nadie sabe. El resto es fe, pero certeza no hay ninguna. La persona muere cuando, a la larga, no hay nadie que la recuerde; es una idea de varios poetas. Uno vive mientras alguien lo recuerde.

-¿En la poesía hay eternidad?
Hoy los poetas caducan cada 10 años. El poeta que quiere pasar a la eternidad es un mal poeta.

-¿Qué has querido lograr con la poesía?
Decir lo que no se ve, decir lo que no se oye, tratar de ir detrás de las cosas. Yo vengo de una poesía narrativa, coloquial. La poesía de los 70 fue muy coloquial. He escrito también cinco novelas. Voy a hacer algo más narrativo, pero sin dejar de lado un aliento poético y este último libro es eso, y será lo que haga en el futuro. No debo dejar de ser poeta. Si escribo algo narrativo, detrás, como un soplo, tiene que estar el aliento poético.

-¿Y por qué es tan importante la poesía?
Porque es la única manera de ser, de existir plenamente. La poesía no ha sido algo que se comercializa mucho.

-Si siempre fuiste un poeta, ¿por qué estudiar Sociología? ¿Querías cambiar el mundo?
Nunca he querido cambiar el mundo. Siempre he sido realista, como todos los poetas.

-Los realistas también buscan cambiar el mundo. ¿La izquierda quiso hacerlo?
Yo era un izquierdista parcial, a medio tiempo (risas). No milité, no me la creí, porque son posiciones muy maximalistas. Tengo amigos de derecha e izquierda. Pero no he dividido el mundo así.

-En el libro incluyes una cita del escritor Elie Wiesel, que dice: “Todos los hombres necesitan la lluvia, la oración y el silencio”. ¿Por qué las necesitamos?
La lluvia es la naturaleza y el espíritu; te vincula con arriba y abajo. El silencio es fundamental; la sociedad peruana ha perdido profundidad porque no soporta el silencio, se busca el ruido; tiene que haber una música a todo volumen; si no, el taxista se desespera y choca, no soporta estar con él mismo, que es una de las desgracias del ser humano. Hay que aprender a estar en soledad.

-¿Y la oración?
Es el diálogo con lo desconocido. Para mí, las oraciones son totalmente laicas, son inventadas por mí. Mi oración es con mis propias palabras, soy poeta (suelta una breve carcajada).

-Solo crees en la poesía.
Que no busca nada.

-¿Y la poesía dónde está: en la lluvia, la oración o el silencio?
En el silencio. La poesía comunica lo más importante de una manera tan difícil, rara o poco cotidiana. Para leer poesía hoy y que estos muchachos se pongan a leer poesía (señala con la mirada), se requiere un aislamiento, intentar ver esta realidad de una manera mejor. Pero eso no sucede por mil razones. La educación de la literatura en el colegio es un nombre, dónde nació, dónde murió y la lista de cuatro o cinco libros, no leen un solo poema.

-¿La poesía está muriendo?
La poesía nunca muere. Los que mueren son los lectores de poesía. Lo que muere es el mundo que se desvincula de la poesía. Como decía el ‘Diablo’ Zamalloa (catedrático), la poesía está en todas partes, pero donde está mejor es en el poema.

AUTOFICHA

-“Me llamo Abelardo José Carlos Sánchez León Ledgard. Nací en 1947, Lince, en la Clínica Franco, en la avenida Arequipa. Estudié Sociología en la Católica y una maestría de Sociología Urbana en Francia. Como sociólogo, he trabajado en Desco casi 30 años. En la Universidad Católica trabajo desde el año 2000”.

- “No me queda mucho para los 80. Estaré como Bryce, cada vez más lúcido. Pero sí me preocupa llegar a los 80 y no estar en la plenitud de mis formas: buena memoria, energía, capacidad de tener un proyecto ambicioso. Hoy enseño Redacción para la Comunicación en la PUCP”.

- “Como periodista he dirigido una revista, he colaborado en El Comercio 20 años. De mis libros, 'El tartamudo (2002)' es una obra que respeto y la otra novela 'Resplandor de noviembre' (2012), un himno a la amistad. Y en poesía, la gente dice que 'Rastro de caracol' (1977) o 'El mundo en una gota de rocío' (2000)”