Lymantria dispar. Foto: Getty
Lymantria dispar. Foto: Getty

Un hombre de 50 años acudió a un hospital, aquejado por una lesión en la piel que consideró una común , que padecía a la altura de la muñeca. Un que parecía poder tratarse de manera convencional, con cremas de esteroides y antihistamínicos. Sin embargo, bajo su piel otra cosa provocaba este malestar.

Luego de que muchos de los tratamientos convencionales no funcionaran muchas semanas, fue sometido a un estudio más exhaustivo en la Universidad Médica de Fujian, demostrando que su piel irritada no era a causa de una dermatitis común y silvestre: tenía un pedazo de oruga insertado en la piel.

¿Cómo llegaron a esta conclusión? Por dos motivos en específico. La primera, el análisis de una biopsia que le hicieron al hombre en la muñeca, que reveló estructuras de lóbulos cortos con el interior hueco, rodeadas de glóbulos blancos.

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Esta es una reacción típica del ingreso de elementos ajenos en la piel. Eso era claro, lo que no estaba claro aún era de qué se trataba. ¿Qué agente externo estaría en la piel causando irritación? El paciente entonces tenía que hacer memoria sobre alguna interacción con agentes externos que pudieran causar este eczema.

Así recordó que cinco meses atrás se subió a un manzano en su patio, y que en lo alto encontró muchas orugas de polilla esponjosa (Lymantria dispar). Uno podría creer que estar expuesto ante estos animalitos resultó en una reacción alérgica, pero era más complicado que eso.

No solo se había expuesto a los pelos urticantes propios de estas orugas, sino que tenía partes de estas dentro de su piel, hacía cinco meses. Esta oruga no solo es conocida por las reacciones alérgicas que provoca, sino también por el peligro que representan a nuestros amigos con hojas.

Lymantria dispar cuando evoluciona en polilla. Foto: Getty
Lymantria dispar cuando evoluciona en polilla. Foto: Getty

En el año 2020, por ejemplo, causó revuelo que estas orugas dejaron sin hojas una gran cantidad de bosques en Washington, Estados Unidos. Posiblemente, el manzano estaba infestado de estas orugas, y al subir a ver qué ocurría con su árbol, entró en contacto con ellas y alguna pudo haberse incrustado en su piel.

Pese a que la historia tiene un final feliz, nos deja una gran enseñanza: no confundir los eczemas con los pelos de oruga. Y es que estos pelos urticantes se clavaron de tal forma en la piel que no se notó que las tenía.

El tratamiento fue cambiado rápidamente, administrando betametasona a la zona afectada por unos cinco meses, hasta que la lesión causada por la simpática oruga desapareció por completo, según reportó BMJ Case Reports. Así pues, se hace un llamado a la comunidad médica a tener en cuenta este antecedente ante nuevas situaciones similares a esta.

Recomiendan que, en caso de eczemas, se realice tanto un historial ocupacional, como un historial de exposición ambiental, para descartar o poner en agenda la posibilidad de que el agente que cause esta dermatitis sea un animal que provoque alergias, tal como la oruga y sus pelos urticantes.

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