En la etapa de la niñez, buena parte del azúcar que ingerimos se procesa mediante la glucólisis aeróbica, mecanismo por el que la glucosa se utiliza para obtener energía, en presencia de oxígeno y así lograr la maduración correcta del cerebro. La glucosa que no se usa en este proceso se quema directamente para impulsar funcionamientos diarios de nuestro cerebro.