Por años se sustentaba que los humanos probablemente podían rastrear su predilección por el alcohol al reino . Pero lo que a muchos expertos les interesaba era la asociación entre humanos y primates en su consumo de alcohol, una hipótesis denominada “el mono borracho”, teorizada por Robert Dudley en su investigación publicada en .

Varios grupos de investigaciones y estudios, provenientes de la Universidad Estatal de California, sobre monos araña en Panamá para observar la conducta de los animales referente al alcohol, concluyeron de que estos animales muy probablemente sentían afición por el alcohol, ya que la mayoría de frutas en sus dietas eran fermentadas con un nivel de 1% de alcohol, según informa Hipertextual.

Pero hay variaciones en el consumo de alcohol a comparar con los humanos. Por una parte, los monos consumen el alcohol por el aporte de energía que reciben de la bebida, mientras que los humanos lo beben por los efectos placenteros. Los científicos también encontraron metabolitos secundarios de alcohol en la orina de los monos, lo que llevó a la teoría de que probablemente sus cuerpos procesan el alcohol aparte de la fruta. Supuestamente, el alcohol les aporta energía calórica a los monos más que deleite.

Tras estos estudios, puede ser beneficioso para futuros científicos y sociólogos observar las causas por las que el hombre pueda llegar a tener pasión por la bebida, ya que tiene sus orígenes en la misma naturaleza. Tal vez, al continuar observando la actitud en los monos, se pueda llegar a un análisis que explique por qué los humanos tienen fuertes indicios al alcoholismo severo, y la posibilidad misma de revertir ese exceso de nutrición.

EL SISTEMA DE RECOMPENSA

Los seres humanos estaríamos programados para sentirnos atraídos por el alcohol, debido a nuestros sistemas de recompensa, que fueron el motor de la supervivencia como especie.

Otros ejemplos claros de estos sistemas de recompensa a favor de la especie serían, por ejemplo, el sexo y el placer que genera y que apunta a perpetuar la especie, o el placer de comernos un helado, una chuleta, que por sus altos contenidos calóricos, le habría venido muy bien a nuestros antepasados para sobrevivir.

En esa línea entraría el alcohol que, sin embargo, como con otras adicciones, a veces los sistemas de recompensa no dan abasto y necesitan cada vez más y más estímulos.

Ahora, los científicos apuntan a estudiar a profundidad cómo ese consumo mínimo de alcohol trae beneficios a los monos y qué relación guardaría con el alcoholismo de los humanos.

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