"[En el libro] hay una sección poética, hay una sección pop, incluso podríamos decir medio 'populachera', hay otra sección barroca y mística" indica Parra. (Foto: Mauricio Chereque / GEC)
"[En el libro] hay una sección poética, hay una sección pop, incluso podríamos decir medio 'populachera', hay otra sección barroca y mística" indica Parra. (Foto: Mauricio Chereque / GEC)

Richard Parra publicó hace unos meses “Resina” (Seix Barral) un libro de relatos impregnados de un realismo sucio. En estos retrata de historias incómodas y violentas, una especie de renuncia a la vida, una celebración de los bordes de la cordura en los que sitúa a sus personajes, sobrevivientes.

Al propósito de esta publicación conversamos con él.

"Resina" es tu segundo libro de cuentos después de "Contemplación del abismo", aparte has publicado dos nouvelles (novelas breves) y una novela. ¿En qué género te sientes más cómodo? ¿Por qué?

A mí lo que me interesa primero son los materiales, las historias que quiero escribir. Las estructuras emergen un poco de los propios materiales. No me planteo escribir una novela sobre esto. Siento que este libro maneja un registro un poco híbrido, en ese sentido. Hay una sección poética, hay una sección pop, incluso podríamos decir medio 'populachera', hay otra sección barroca y mística. Entonces, cada material me lleva por un camino diferente, yo privilegio más al material según mi estilo si es que existen tales cosas.

Los relatos de este libro no están fechados. ¿Cuál es el de más antigua producción y el más reciente?

Algunos son muy recientes. Creo que "Royal Burger", por ejemplo, habla de la caída de Pedro Pablo Kuczynski (PPK). Pero, también, hay otros relatos como "Camposanto" en el que los primeros borradores que tengo por ahí datan como del 2011. En el caso de ese texto, había empezado casi como una suerte de novela medio larga, de la memoria, pero sentía que los materiales en ese relato eran más comprimidos y podían decir más precisamente limitándose, o sea sugerir que tiene un ambiente un poco espectral. Hay diferentes escrituras. Además, algunas escrituras de "Resina" surgieron por encargo: una editorial me decía 'necesitamos un cuento sobre el tema de las drogas' y salían así. De hecho, no pensé que era un proyecto unitario. Muy adelantada la escritura ya surgió la unidad y la relación que había entre los cuentos. Al principio fluyó de una manera bastante libre, anárquica digamos.

¿Qué tanto quiso retratar la zona marginal de Lima en su propio registro oral?

He pensado mucho en esta construcción de una topografía que puede haber ahí en el libro. Es una Lima casi esquemática creo, hecha como un mapa antiguo reducido. La ciudad en mis cuentos está construida así. Es una ciudad deformada, es una ciudad adaptada a las necesidades de los proyectos de cada relato. La sensibilidad de cada personaje. Son espacios y temporalidades mezcladas. Uso el anacronismo, hay transposición, mezclo todo como haciendo una pizza. Pienso que en los relatos siempre tiene que haber conflicto, incluso entre sus propios materiales.

¿Hiciste algún tipo de trabajo de campo?

Bueno, muchos de los materiales los conozco de primera mano, he vivido en barrios barrios que se podrían decir "marginales", tengo un recuerdo de primera mano de un testigo, de alguien que ha vivido ahí en el Cercado de Lima, en La Victoria y en Nueva York que aunque todos hablan de un privilegio, un estudiante graduado allá vive con las justas, o sea que también hay una marginalidad. Yo tengo conocimiento de algunas cosas sobre lo que escribo, pero para mí ese es solamente un elemento más, pero sí investigo, llamo por teléfono, pregunto, leo novelas, veo documentales, es decir, hago esa chamba. Todo libro de ficción lo trato como un libro de investigación, cada libro me exige lecturas y me lleva a lecturas diferentes.

En “Camposanto”, el personaje femenino es víctima de las circunstancias sociales y tiene una relación tóxica con un periodista y al final tiene una venganza simbólica. De alguna manera, ¿esto lo fuiste trabajando a partir de los movimientos #MeToo o no tiene nada que ver con eso?

La historia de ese relato surge, en el principio, como un chiste. Una amiga me cuenta una anécdota de cómo un tipo a veces la acosaba, la fregaba y le pedía 'la prueba del amor'. Era un chiste medio ridículo y nos burlábamos del tipo. Luego ya me contó más anécdotas de él e hice un pequeño borrador, como una secuencia de acciones y claro, la voz de mi amiga era un poco más irónica que la del personaje. En el relato más bien la narradora no tanto representa lo que podrían ser los movimientos progresistas, feministas, sino más bien, creo que la voz de ella se dirige más bien al fascismo. Hace el camino contrario. Tiene al inicio una postura muy individualista, pero es un individualismo que pasa por encima de todos. Por algunos momentos, lo veo así. Ahora, eso no niega que ella practique esta "venganza" simbólica de literalmente borrar a este hombre, bueno esos discursos contradictorios generan un efecto dialéctico en el libro y hasta ahí yo puedo llegar.

Las presencias de las drogas y el alcoholismo en algunos de los relatos de este libro como factor de la marginalidad de los personajes varían según su contexto, pero, además, está el tema de la locura. ¿Por qué te interesó retratar a personajes al borde de perder la cordura?

De hecho, la locura, un tema clásico en la literatura, va de la mano con la cordura en el libro. Yo no sé si me propuse hacer eso. Para mí el consumo de drogas en mis personajes es como un mandato autoritario del presente. Todos los personajes están con esta necesidad imperiosa de gozar en todo momento y dentro de su contexto existencial medio miserable a veces, medio precaria o limitada, me parecía que ese era uno de los síntomas que agrupa casi todos los relatos, ¿no? Una consecuencia de eso es esta falta de control, esta cosa medio odiseaca, de falta de control que sería poner tóxico, ponerse 'resina' que no tiene nada que ver con un estado místico, en otros sí, en un momento es simplemente un tío loco que está violento y en el último relato hay casi una relación con los dioses. Voy por las dos interpretaciones, por esa lectura medio religiosa que puede haber y con una lectura que se puede decir clínica, higiénica.

En la mayoría de estos relatos hay una fuerte presencia del cine. Se mencionan Rocky, La Cosa, La mosca, entre otras grandes películas. De igual manera, los epígrafes son citas de filmes. ¿La relación con el cine, en ese sentido, fue intencional para escribir los relatos o se insertó posteriormente?

Yo venía armando el manuscrito y a veces este se rompía. Algunos cuentos se fueron y los eliminé el último día. Uno de los que se salvó fue "Ray...". Yo tenía un borrador de dos mil palabras, pero el relato tiene cinco mil, creció mucho. Creció porque en ese momento yo estaba trabajando como guionista y todos los días veía películas, todo el tiempo hablaba de cine y eso y sentí que ese tipo de material, de análisis, de relación estética le da un poco de aire a todos estos cuentos. De hecho, que las últimas escrituras se vieron influidas un poco por mi trabajo técnico de guionista. Eso fue lo que, a un nivel retórico influenció. Pero en "Ray" por ejemplo, el protagonista está medio loco y vive en la ficción. Yo quería que no parezca, pero es un personaje totalmente obsesionado, vive en un mundo de ficción. No pisa tierra nunca. Incluso creo que su experiencia o su testimonio como lo mencionas parece sacado de una película, no de la experiencia de un paciente. Todo lo mediatiza por medio de un discurso mal hecho que es el cine.

En "Sublevación" retrocedes a la época colonial en Lima y hay una gran multiplicidad de voces que se van manifestando en el relato a partir de los cortes en el mismo a través de subtítulos. ¿Cuánto influye el hecho de que su tesis doctoral sea sobre el Inca Garcilaso de la Vega para centrar este relato en el virreynato?

Sí es central. De hecho, en mi tesis hay un pie de página que habla un poco del personaje, del traductor del virrey que se menciona en el relato. El lenguaje que utilizo es un lenguaje que reconstruye cierto barroquismo y también cierto lenguaje de la soldadesca, de los cronistas de la Conquista. El mayor problema para mí, en ese relato, era el narrador. ¿Quién lo iba a contar? Entonces, como es un relato delirante no hice algo tan brusco como cambiar a diversos narradores. Los narradores se van mimetizando con ciertos personajes. No hay una identidad narrativa en el relato porque esta se va contaminando de los propios materiales de los que habla. Me gusta el resultado, pero hay algo que no cuadra y siento que eso está bien en ese libro.

Al encontrarse casi al medio del libro, "Sublevación", es una suerte de preparación para el relato final que es "Calandria". Si bien este no es colonial, tiene una similitud en el estilo con la interpolación de sueños, teatro, un perro, y el lector no sabe de dónde proviene la voz narrativa. ¿Cuánto le tomó elaborar ese relato?

Me tomó algunos meses, pero bueno, yo los borradores normalmente los escribo rápido. Cuando digo borrador es algo muy elemental, o sea, 1500 palabras, una idea muy básica y, como te digo, yo me voy ahí mechando con los materiales. De hecho, que "Calandria" y "Sublevación" son los cuentos que trabajan, este último no solo con Inca Garcilaso de la Vega, sino con Garcilaso el poeta, se dialoga subterráneamente con ellos. "Calandria" está relacionado más con un teatro de calle, con un teatro popular. Veía que las historias que quería contar se pegaban a esas formas de narrar. En mi novela anterior, "Los niños muertos", aunque tiene una cosa medio cinematográfica, está armada como una obra de teatro, entonces, siempre las estructuras me las presto de otros discursos.

El discurso periodístico es algo que también aplicas en algunos relatos, ¿no?

Claro, esto ocurre en "Royal Burger" y "Cara de cuchillo". Ahí aparece a partir del debate entre news y el fake news, o sea, como que me presto esto para que la historia pueda avanzar. Como te digo, parto de los materiales que tengo y según ello voy pasándolos a una forma.

"Resina" es tu primer libro publicado en Perú después de varios años. ¿Ha sido un retorno a casa de cierta forma?

Mis últimos dos libros los saqué en España, acá han tenido poca difusión, entonces, yo lo veo como una oportunidad para encontrarme con los lectores. Ahorita estamos en conversaciones para hacer una edición nacional de "Los niños muertos", pero bueno eso ya saldrá posteriormente.

¿En qué proyectos a futuro vienes trabajando?

Estoy trabajando en una novela que tiene varias aristas. Ahora mismo estoy escribiendo concretamente sobre lo que se llama ‘barra brava’. Mezclando experiencias personales de los años 90 con casos tan emblemáticos como el caso Oyarce. La intención es tratar de interpolar estas historias, chocolatearlas un poco y trabajarla también con una clase social que en mis trabajos no existe que es la burguesía, una burguesía con mucho poder político digamos.

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