Con más de 250,000 copias vendidas en castellano y más de 10 traducciones, Héctor Abad es uno de los narradores colombianos de mayor vigencia en la actualidad. (Foto: EFE)
Con más de 250,000 copias vendidas en castellano y más de 10 traducciones, Héctor Abad es uno de los narradores colombianos de mayor vigencia en la actualidad. (Foto: EFE)

El escritor colombiano Héctor Abad Faciolince es conocido internacionalmente por su novela testimonial “El olvido que seremos”, que trata sobre la vida de su padre Héctor Abad Gómez y su trágica muerte en 1987.

Con más de 250,000 copias vendidas en castellano y más de 10 traducciones, el título se convirtió es un referente de la novela testimonial en Hispanoamérica ―aunque el autor rechaza ese término―. También ejerce una actividad periodística importante, pues escribe quincenalmente para el diario “El País” de España en el que no rehúye a discusiones políticas y coyunturales de su país.

Abad Faciolince estuvo en el Perú para participar de diversas actividades el último fin de semana de la Feria Internacional del Libro de Lima 2019 y pudimos conversar con él sobre su obra y diversos aspectos relacionados a la literatura hispanoamericana.

Esta FIL Lima 2019 estuvo dedicada al universo narrativo de Mario Vargas Llosa. ¿Por qué cree que específicamente en Perú genera tantos odios y pasiones casi al mismo nivel? Quizás eso no ocurría con Gabriel García Márquez en Colombia. Lo que pasa es que los muertos ya son más fáciles de asimilar para todo el mundo. Creo que mucha parte de la dificultad y animadversión de algunos jóvenes por Vargas Llosa es por sus posiciones políticas, liberales y por apoyar, a veces, cosas que uno no entiende cómo él puede apoyar. Por ejemplo, Vargas Llosa no es creyente, apoya el aborto y a veces está con políticos que son hipercreyentes y que están en contra del aborto. Entonces, a veces, es difícil de digerir la parte política. Él paga un peaje muy grande por opinar de política, pero me parece muy bien que él no se quiera callar, me parece muy bien que él defienda sus posiciones y, es decir, sí, con algunas no estoy de acuerdo, pues obviamente tampoco yo estaba de acuerdo con que García Márquez hasta el final de su vida no hubiera criticado nunca el régimen de Fidel Castro. Creo que la política es una de las actividades más irracionales y más perniciosas para un escritor, pero no opinar de política sería muy cómodo.

¿Cree que un escritor está obligado a hablar de política o cree que la figura de un escritor estos días puede ser apolítica? Creo que es lo más dañino que podemos hacer a nivel de la escritura, de la intimidad, de la paz interior. Lo más dañino que podemos hacer es meternos en política; y, sin embargo, creo que es imposible sustraerse a ella siempre. Yo hago hasta lo imposible por sustraerme de la política, por tratar de no mezclarme sobre todo con la política electoral, con el momento inmediato de por quién voy a votar. Creo que eso es nefasto, pero no somos capaces de sustraernos de la política y no estaría bien que uno nunca opinara de política, que uno considerara que vive en una torre de marfil apartada y que la literatura no tiene nada que ver con la política, la literatura sí tiene que ver con la política, lo que pasa es que no deberíamos tener que ocuparnos de las elecciones, del voto. Sin embargo, yo sé que en las próximas elecciones de Colombia me voy a involucrar, ojalá uno pudiera vivir en un país extranjero. La experiencia de un escritor es también la experiencia política.

¿En dónde considera que se puede apreciar la literatura como experiencia política? Eso se puede ver, por ejemplo, cuando Vargas Llosa en sus novelas se ocupa de política, cuando él pinta a un extremista político, bien sea un dictador de derecha o un militante de izquierda, él es muy leal a esos personajes. Él no los pinta como unos imbéciles que no sepan qué pensar o qué decir, son personajes bien estructurados y la literatura es complejidad y también complejidad política. A veces, en nuestras declaraciones políticas, le restamos toda la complejidad al problema porque es normal odiar a alguien, porque es normal pensar que esa persona va a ser dañina. A mí me pasa en Colombia, yo no soporto a los de la extrema derecha y a los de la extrema derecha ni a la extrema izquierda, no soporto a Álvaro Uribe ni a Gustavo Petro.

Usted tuvo una muy comentada columna de opinión en el diario "El País" de España, respecto a los procesos de paz en Colombia, incluso tras el mismo acompañó a Juan Manuel Santos a recibir el Nobel de la Paz. Para usted, ¿qué tan importante fue que Colombia llegue a hacer un proceso de paz de esa manera? Pues fue un proceso de paz, yo creo, muy pensado, con negociadores muy serios como Humberto de la Calle y Sergio Jaramillo, con cosas muy inteligentes como involucrar a los militares, con premisas serias muy importantes, como no sentarse a negociar hasta que no suelten a los secuestrados y se suspendan los secuestros. Creo que fue un proceso de paz muy bien hecho. Esa columna de la que hablas me dio una gran satisfacción y es que Vargas Llosa, que era muy escéptico, dijo que, a raíz de esa columna, pensaba que había que apoyar ese proceso de paz. Estuve en Oslo (Noruega) en la entrega del premio Nobel de la Paz porque el presidente Santos invitó a víctimas de los paramilitares, de la guerrilla, o a hijos de víctimas. Entonces, yo fui como hijo de víctima.

Sobre su obra

Su novela "Basura" no es la más conocida de sus obras. En dicha novela, un vecino va encontrando y se va interesando por los escritos que su vecino Davanzati, un escritor venido a menos, tira a la basura. ¿Cómo concibió la idea? La idea me surgió en una noche de conversación y de tragos con un bohemio de Medellín que se llama Elkin Obregón. Él es caricaturista, poeta, traductor del portugués, y en una noche él contó la historia de un amigo suyo que vivía en Madrid y era vecino de un productor español muy famoso, Elías Querejeta, y una vez él bajó a buscar algo a la basura al frente de su edificio y encontró unos guiones desechados por Querejeta y luego este amigo suyo seguía bajando a buscar más guiones de Querejeta y nunca volvió a encontrar. Elkin terminó esta historia diciendo: ‘¿no les parece un argumento perfecto para una novela?’. Yo le dije que sí, que era extraordinario y le pedí que me lo regale, me dijo que sí y, por eso, la novela está dedicada a él, a Elkin Obregón. Ese es el origen.

¿Qué tanto lo ayudó esa novela para realizar una suerte de reciclaje narrativo de sus escritos no concluidos? Me pareció que era un esquema muy bueno, yo en esa época, sobre todo, buscaba el marco para poder escribir una novela, el marco para poder escribir una historia. Mi novela anterior a esta que se llama "Fragmentos de amor furtivo" fue muy maltratada por la crítica y yo estaba como bastante deprimido y además me había divorciado y salió una crítica en la revista "Babelia" devastadora contra mi novela. Entonces, yo vi que Casa América en Madrid convocó a un concurso de Narrativa Innovadora y el jurado estaba compuesto por Enrique Vila Matas, Roberto Bolaño, grandes firmas. Entonces yo pensé y me dije ‘como me están tratando tan mal, me voy a ganar este concurso como sea’, pero como faltaban dos o tres meses para la fecha del cierre, pues yo no podía escribir toda una novela en tan poquito tiempo, entonces, lo que hice fue coger el esquema de la historia de Querejeta y como yo tenía muchísima basura, muchísimos archivos de fracasos, de alguna manera reciclé lo que no podía terminar e hice esta novela y la hice así de mucho afán.

¿Cree que la novela podría haber sido más larga? Como lector uno se queda queriendo saber un poco más del personaje del escritor Davanzati. De hecho la novela podría ser mejor si yo hubiera tenido más tiempo para construir más al personaje de Davanzati y creo que la novela pudo haber dado más si yo hubiera tenido más tiempo. El caso es que cuando a mí me hacían entrevistas cuando me gané el premio yo negaba que fue un reciclaje, yo decía no, no, todos los textos fueron escritos para la novela, yo decía esa mentira, ya no me importa decir la verdad, me parecía oportunista.

Sobre "El olvido que seremos", ¿cómo fue el proceso de la escritura de ese libro con respecto al dolor que le ocasionó el asesinato de su padre?, ¿se pudo alejar del dolor gracias a la escritura? Creo que el dolor sí se va transformando, el dolor sí cambia. Afortunadamente, uno sí se aleja del dolor y una manera muy buena también para poder alejarse del dolor es no tener la obligación de recordar la ofensa y cuando uno pone el recuerdo, el mal recuerdo, el horror, en un libro, ya uno siente que no tiene la obligación de recordarlo tan vivamente, porque ya está. La escritura es un sucedáneo de la memoria y de alguna manera el cerebro lo sabe, y entonces la mente se pacifica. Entonces, por un lado, yo necesitaba que la herida no estuviera abierta, necesitaba que hubiera una cicatriz.

¿Cuánto tiempo le tomó a usted convencerse de que tenía que escribir esta novela testimonial fuera del terreno de la ficción? Había intentado transmutar con el arma de la ficción esta historia mía, pero es una espina clavada en mi corazón desde siempre y a veces yo empezaba y me conmovía mucho, me ponía muy mal y no podía. Entonces, pasaron 18 años desde la muerte de mi padre hasta que, finalmente, como que encontré el tono, supe que podía hacer una novela testimonial, una novela sin ficción, como Primo Levi hizo "Si esto es un hombre" y supe que el tono me lo debía dar un libro que no aguanta la traducción, pero que en italiano es bellísimo que se llama "Léxico familiar" de Natalia Ginzburg. Encontré que esa historia yo la tenía que contar en el léxico de mi casa, en el español de mi casa y con la técnica de la novela testimonial de Primo Levi lo pude hacer.

¿Qué tanto le costó dialogar la publicación de este libro con su familia? Porque cuenta temas muy personales y privados. ¿Tuvo que convencer a su familia o siempre estuvo dispuesta a contar esta historia? Para mí era mucho más importante escribir el libro que publicarlo. Entonces, lo primero que yo hice fue escribir el libro, yo sabía que ese libro lo iban a leer mis hijos y para mí, ellos eran los primeros lectores de ese libro. Era importante que se enteraran quién era su abuelo y por qué nosotros éramos tan neuróticos, tan miedosos en ciertos asuntos de la vida familiar. Y, por otro lado, también quería publicarlo y, afortunadamente, una novela mía se había ganado un premio en China, entonces, en diciembre del 2005 me fui a China, estuve allá casi un mes, y la tradición de mi familia es juntarnos todos en una finca, 'La Inés', en diciembre a pasar las navidades. Entonces, les dije “bueno ustedes van para 'La Inés'. Aquí les dejo esto que escribí para que lo lean, me comenten y bueno”. Ya cuando volví de China había una gran conmoción en mi familia, reacciones muy distintas de todas mis hermanas. Mi mamá, sobre todo, no me pidió que cambiara nada y mis hermanas lo que me dijeron fue que estaba equivocado en muchas partes, que me faltaban muchos detalles y me dieron muchos y lo que hicieron, en realidad, fue ayudarme a terminar el libro, de alguna manera lo terminamos entre todos con lo que ellas me iban contando y lo que yo escribía, no hubo problemas.

¿Se imaginó el éxito que iba a tener la historia de su padre? No, yo no me lo imaginé y el editor, en realidad, tampoco se lo imaginó. Yo creo que nadie. El editor me decía: 'Yo creo que va a ser una novela que van a leer bastante en Medellín porque reconocen los personajes. Es una novela muy sincera y muy familiar'. De hecho, la apuesta fue, digamos, modesta. Salieron cuatro mil ejemplares, una cosa así. Pero salió en noviembre y ya en diciembre llevaba 6 ediciones. Nadie se lo esperaba.

¿Qué tanto considera que influyó este libro en autores hispanoamericanos posteriores que han escrito sobre sus padres? Algunos de los autores me han dicho que la lectura de mi libro influyó. Pues no sé si ellos lo piensen así todos o algunos. No me gusta ese papel como precursor de nada, yo lo hice porque lo hice y creo que es un destino que al leer nos leemos. ‘La lectura es un espejo’ decía Lichtenberg y es verdad, uno se refleja en lo que lee. Creo que al ver que era posible contar en términos muy simples una historia familiar con elementos secretos y duros, a lo mejor muchas personas se animaron a hacer lo mismo, pero tal vez algunas personas se hubieran animado incluso sin el libro.