Dámaris: "Los cambios en la sociedad tienen que venir de uno". (RenzoSalazar/Perú21)
Dámaris: "Los cambios en la sociedad tienen que venir de uno". (RenzoSalazar/Perú21)

Su familia dejó por el terrorismo y, rumbo a Lima, se quedó en Huancayo, donde nació Ella vivía frente al hospital regional, casi en las afueras de la ciudad, en lo que describe como un asentamiento humano. La carrera musical de su madre, un charango ayacuchano, los silbidos afinados de la abuela y la alegría del Valle del Mantaro han sido el material noble para construir una respetable carrera artística, cuyos cimientos la protegen del triunfo fácil o efímero. Sí, ha brillado en Viña del Mar, ha sido nominada a los Grammy Latinos y hoy conduce un programa en televisión nacional, pero más allá de esos logros, ella prefiere el paso firme, el canto en libertad.

¿Qué recuerdos guardas de tus primeros nueve años en Huancayo?
Fueron muy especiales. Años intensos. Crecí, básicamente, con mi abuela. Mi mamá (Saywa) me tuvo jovencita, a los 18 años, y empezó su carrera de cantante cuando yo nací. Ella viajaba mucho. Logré un vínculo muy cercano con mi abuela y con una prima, hija de la hermana de mi mamá que también estaba en Lima buscándosela. Entonces, entre mi abuela y mi prima creamos una complicidad bien especial para afrontar el hecho de estar sin los papás. Pero también tengo el recuerdo de libertad, de las travesuras con mi prima. En la calle donde vivía había excavaciones para instalar tuberías y jugábamos entre las zanjas, mi abuelo era carpintero y había pedacitos de madera por todos lados. Huancayo representa esa libertad de usar lo que tenías y volar en tu creatividad.

En esos primeros años, ¿qué vínculos hubo con la música?
La música era el oficio de mi mamá y cada vez que ella salía en la televisión era un acontecimiento en mi casa. Mi abuela andaba silbando superafinada. Yo recuerdo levantarme y escuchar a mi abuela preparando el desayuno con ese silbido de fondo. Dependía de lo que silbaba para saber con qué ánimo estaba.

Detalles que dejan los primeros aprendizajes musicales.
Desde que naces todos esos detalles importan. Y en Huancayo, que es una tierra muy alegre, tienes a la orquesta sonando y la fiesta en todo momento.

¿Cuál fue el episodio que determinó que lo tuyo era la música?
Mi mamá llegó de viaje a Huancayo y me trajo un charango. Yo tenía cinco años, más o menos. Era un charango modelo ayacuchano, chiquito. Tocó un acorde y me quedé encantada con ese sonido. Para mí era como un tesoro. Y así empecé a tocar con mi mamá desde los nueve años. En el colegio ya componía y tenía claro que iba a ser cantante. A los 17 años, lancé mi primer disco.

El próximo año se cumplen diez años de tu presentación en Viña del Mar. Sorprendiste por tu aparición decidida y una fusión musical solvente. ¿Cómo llegas a Viña?
Mis estudios de teatro me ayudaron mucho a encontrarme. Justo el festival se dio cuando tenía que haber dado mi montaje de graduación en el Teatro de la Universidad Católica (TUC). Para Viña me preparé muchísimo.

¿No sientes que una cuenta pendiente por superar es que en el imaginario popular la gente te relaciona básicamente con Viña?
De hecho, sí. Me demoré mucho en sacar el siguiente disco después del álbum donde está “Tusuy Kusun”, la que ganó en Viña. Me asaltaron muchos fantasmas de querer hacer algo mejor.

¿Por qué pasó eso?
Hice un montón de demos, canciones, pruebas, hasta que dije ya fue. Vas creciendo y te das cuenta de que lo único que importa es que una canción me guste y me sienta orgullosa de cómo suena.

“Libertad”, el videoclip que acabas de estrenar, fue realizado en México. Persigues la internacionalización.
Tengo tres discos de estudio y si los escuchas vas a sentir algo distinto en cada uno, pero que mantienen quién soy. La intención del video es poder llevar mi música más allá, pero también quiero buscar más adentro. En lo tradicional hay bastante movimiento musical y es un público que me encantaría enamorar.

¿Hay música que no harías, como el reggaetón?
Del reggaetón me encanta la rítmica, aunque no me gustan las letras. Lo que dices como músico es casi un mantra. Si a alguien le gusta tu disco, lo pondrá todo el día, entonces es algo que está ‘mantralizando’ todo el día. No puedo cantar cualquier cosa. No cantaría algo que no le daría a escuchar a mi hermano.

Un músico no es ajeno a su tiempo. ¿Qué opinas de lo que vive el país con el tema de la corrupción?
Es muy duro todo. Pero pienso que los cambios tienen que venir de adentro hacia afuera. En mi casa y con la gente que trabajo imparto un pensamiento que nos haga ser honestos con nosotros. Prefiero mirar hacia adentro y ver qué tengo que mejorar yo y cómo eso puede aportar a mi familia y a mi sociedad.

¿Consideras que la corrupción, que está en la cima del poder, es sintomática de lo que ocurre abajo?
Sí. Me cuesta mucho reclamarte a ti por algo cuando siento que yo tengo un montón de cosas que todavía debo solucionar conmigo misma.

¿Vuelves a Huancayo?
Muy poco. Pero cuando sea grande quisiera tener una casa en Concepción.

AUTOFICHA:

* “Soy Dámaris Mallma Porras. Nací en la ciudad de Huancayo, el 26 de enero del 86. Tengo 31 años. Estoy estudiando música. Una vez a la semana tengo el programa Miski Takiy en TV Perú, aunque no veo televisión. Descubrí Netflix y se acabó lo demás”.

* “Postulé al Teatro de la Universidad Católica. Estudié como cuatro años. El teatro es algo pendiente. Amo el fútbol, soy incondicional de la selección. Lloré cuando íbamos perdiendo con Colombia. Si no hubiera sido músico, sería deportista”.

* “Juego futsal, del medio para adelante. Suelo ver fútbol, sobre todo la liga española. Amo a Cristiano Ronaldo aunque sea insoportable. Pero él es un ejemplo de alguien que puede sacar adelante su carrera a punta de esfuerzo, trabajo. Mi mamá también juega fútbol”.

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