Aunque resulte paradójico, las brechas sociales y la desconfianza institucional están creando un nuevo tipo de liderazgo que está abriéndose paso con fuerza: el de los emprendedores sociales. Jóvenes que combinan sensibilidad social con visión empresarial, usando herramientas del mercado para responder a problemas que a veces ni el Estado ni las empresas tradicionales han sabido resolver.
‘Emprender para transformar, y no solo para lucrar’ es más que un lema de las nuevas generaciones, es la consolidación de un camino viable ante la urgencia.
Casos de éxito
Las iniciativas no se concentran solo en Lima, pueden verse desde el norte peruano hasta la Amazonía atendiendo desafíos como la desigualdad educativa, el acceso al agua potable, violencia de género o reciclaje.
Es el caso de PachApp, plataforma digital que desde hace siete años contribuye con el cuidado del medioambiente e innova en las prácticas del reciclaje. Su investigación sobre la inadecuada disposición de los residuos sólidos empezó en Ica. Allí empezaron a evitar que los recicladores trabajen en condiciones insalubres y observar los trayectos recorridos por estos. La app conecta a las empresas que buscan donar sus residuos sólidos reutilizables con recicladores formales y emprendedores. A la par, la aplicación permite que los recicladores conozcan las rutas de empresas con las que pueden trabajar y, a su vez, las empresas pueden conocer los trayectos de los recicladores. Así se logró mejorar la calidad de vida de estos trabajadores, evitar que se contaminen en los basureros y reducir sus horas de trabajo. Más allá de esto, las empresas miembros aseguran una adecuada disposición de los residuos sólidos.
Q’omer Wasicha, en Cusco y Apurímac, es otra iniciativa impulsada por jóvenes, esta vez de las comunidades andinas. Este emprendimiento produce alimentos deshidratados a base de papa nativa y quinua, promoviendo seguridad alimentaria y revalorización de cultivos ancestrales. Además, trabajan con mujeres agricultoras, generando ingresos sostenibles y formando cooperativas juveniles.
La democratización de la tecnología llegó con InkaCoder, la startup liderada por jóvenes egresados de Senati y Tecsup, para capacitar a adolescentes en programación, robótica y diseño digital en barrios vulnerables de Lima Norte. Lo hacen a través de módulos itinerantes y una plataforma en línea gratuita. El objetivo es reducir la brecha tecnológica y conectar a jóvenes con empleos digitales del futuro.
Limitaciones y desafíos
En 2024, Perú fue el país de la región con más jóvenes emprendedores, entre los 18 y 34 años, con una representación del 54.3% de la población emprendedora del país, según el estudio “Latinoamérica emprende: Un análisis de las mipymes en la región”, elaborado por el software de contabilidad y facturación electrónica Alegra.com.
De ellos, solo el 12% de los jóvenes emprendedores sociales accede a financiamiento formal en sus primeros dos años, de acuerdo con el “Diagnóstico del Emprendimiento Social Juvenil en el Perú 2023” de Emprende UP. No es casualidad que este segmento de la población aproveche y recurra con mayor insistencia a las hackatones, incubadoras y hasta campañas de crowdfunding para financiar sus ideas.
Adicionalmente, los jóvenes emprendedores enfrentan barreras como trámites engorrosos, falta de financiamiento temprano, escaso acompañamiento técnico y una cultura empresarial que todavía le teme al riesgo social. A todo ello se suma la poca articulación con políticas públicas, lo que limita el alcance de muchos proyectos.