Con casi un centenar de sensores sísmicos distribuidos a lo largo de la costa pacífica, México ha encontrado la forma de evitar una catástrofe como la que sufrió hace 35 años. Y el terremoto de magnitud 7,5 registrado este martes en Oaxaca lo puso a prueba.
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Surgido en 1989, el Sistema de Alerta Sísmico (SAS) de México fue una respuesta al terremoto de magnitud 8,1 ocurrido cuatro años antes, que dejó un saldo de más de 40 mil muertes.
Los 97 sensores que posee están distribuidos por desde Puerto Vallarta (estado de Jalisco, al norte) hasta Salina Cruz (en el sureño Oaxaca), además de la región sur del Eje Neovolcánico.
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El Centro de Instrumentación y Registro Sísmico (CIRES) está a cargo de monitorear el SAS constantemente y en sus planes está la construcción de 28 sensores nuevos que permitan una labor aún más eficiente.
El SAS funciona de la siguiente forma:
El sistema permite que los estados mencionados reciban la alarma con un mínimo de 50 segundos de anticipación. Aunque en casos como el de este martes, Ciudad de México lo hizo dos minutos antes de que las ondas alcancen la capital mexicana.
La razón para ello es que las ondas radiales viajan en poco menos de la mitad de tiempo que las telúricas.
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