Es más que un alimento. Es memoria, es identidad, es el fruto sagrado que brota desde lo alto de nuestros Andes. Hoy, como cada 30 de mayo, el Perú celebra el Día Nacional de la Papa, ese humilde tubérculo que, desde los surcos de la historia, sigue nutriendo cuerpos y almas.

Hay historias que se cultivan con paciencia. Que se siembran en tierra fría y se cosechan con manos curtidas por el trabajo y el amor al campo. Así es la historia de la papa en el Perú. Hace más de 7,000 años, en los Andes, los pueblos originarios domesticaron un alimento que algún día alimentaría al mundo entero.
Hoy, el Perú resguarda más de 3,000 variedades de papas. Cada una es distinta, con su forma, su color, su sabor. Detrás de ellas hay comunidades enteras que las han protegido como a un hijo, generación tras generación. Son guardianes de la biodiversidad, campesinos andinos que han hecho de la tierra un templo y de la papa, un símbolo.
La papa no solo venció al hambre en Europa durante sus crisis más oscuras, también impulsó la revolución gastronómica peruana. Desde la causa limeña hasta la ocopa arequipeña, es ingrediente fundamental de nuestra mesa y nuestra fama culinaria.
FUENTE NATURAL DE NUTRIENTES
Los nombres de sus variedades suenan como poesía ancestral: Huamantanga, Camotillo, Puka Soncco, Sangre de Toro, Wencos. Algunas tienen pulpa roja o morada, otras amarilla intensa. No solo alimentan: previenen enfermedades, fortalecen el cuerpo y emocionan el paladar.
El INIA ha registrado más de 6,000 variedades nativas, 36 % originarias del Cusco. Cada una cuenta una historia de altura, de resistencia, de orgullo. Y aunque el Perú consume hoy 80 kilos de papa por persona al año, sabemos que no es suficiente. Porque cada bocado debe ser también un acto de reconocimiento.
La papa es una fuente natural de nutrientes esenciales como la vitamina C, potasio, fósforo, calcio, hierro y zinc. Destaca también por su alto contenido de antioxidantes —189 % más que otros alimentos similares—, concentrados principalmente en la cáscara. Además, su bajo aporte calórico, con apenas 89 kilocalorías por porción, se debe a su composición con solo 35 % de materia seca, lo que la convierte en un alimento ligero, saludable y completo.