No todos tienen precio

"No hay nada de diferente entre las tropelías que se ciernen sobre el Congreso o el Ejecutivo, y lo que se vive día a día en la calle, en los negocios, en las empresas, en la vida ‘real’".

Fecha de publicación: 19/05/2025 2:37 am
Actualización 19/05/2025 – 12:00

Podemos leer en decenas de artículos y columnas de opinión (de todo color político) el reclamo —angustioso y desesperado— por el nombramiento de personas en distintos cargos públicos que traen no solo escándalos, sino prontuarios (véase el renovado Gabinete, por ejemplo). Se cuestiona la capacidad, pero sobre todo la honorabilidad y honradez de quienes tienen en sus manos el poder suficiente para construir o destruir el futuro de millones de personas. Sobre esto, muchas veces he tratado de que volteemos la mirada, no hacia los elegidos, sino hacia quienes eligen. No hay nada de diferente entre las tropelías que se ciernen sobre el Congreso o el Ejecutivo, y lo que se vive día a día en la calle, en los negocios, en las empresas, en la vida ‘real’: los acuerdos bajo la mesa, la criollada, el engaño, el esquivar la ley, la búsqueda del camino fácil, el ‘billetito’ encubierto que busca el favor caleta. Y, como todo círculo vicioso, en pocos meses habrá que lanzar los dados nuevamente para escoger, de ese grupo humano, a los nuevos elegidos. Y esos nuevos elegidos no harán nada por cambiar ese podrido statu quo. 

Nada harán por mejorar la educación, por promover principios y valores, por sacar al país y a su gente de la funesta cultura de la pendejada; no les conviene. Al mismo tiempo, persiste el cuestionamiento sobre por qué nuestros grandes grupos económicos, sociales y políticos nada hacen por mejorar la calidad de los gobernantes. ¿Por qué respaldan a Dina y a sus esbirros? ¿Por qué nunca impulsaron una pronta salida de este castillismo II? Sencillo, porque los actuales gobernantes (y los no tan actuales también) son manipulables, porque tienen precio, porque no les plantan cara. Las cosas como son. Un gobernante que no forme parte del lúgubre mercantilismo, que no tenga nada que perder, que tenga ideas claras y un norte definido es mucho más difícil de manejar, dominar o subyugar. Así las cosas, en 2026, veremos si se repite el mismo baile. Veremos si en Palacio, Congreso y Senado habrá nuevos títeres de los mismos titiriteros o tendremos líderes que rompan ciclos y den el primer paso hacia una verdadera vida republicana. No todos tienen precio.

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