Al cierre de esta columna, las noticias continuaban girando en torno a la crisis de gabinete, que generó la renuncia pública de Gustavo Adrianzén y que obligó a la presidenta Boluarte a convocar a un nuevo equipo ministerial, con la designación de un nuevo premier.
Entonces, ¿estamos viviendo una crisis de gabinete? En términos formales sí, pero la realidad es otra, porque objetivamente esto es una “crisis de gobierno”, porque ahora sí se viene la vacancia presidencial. Hoy Dina Boluarte está jugando los descuentos de su gobierno y se le viene la noche, porque el Congreso va a buscar despercudirse de un lastre con miras a las próximas elecciones.
Es evidente el pacto infame del Gobierno con lo más rancio del Congreso, con el fujimorismo, acuñismo, cerronismo e inclusive con Renovación medieval, que le ha permitido sostener su gobierno a cambio de espacios de poder. Si no, fíjense cuántos ministros responden más a los intereses de grupo de estas bancadas congresales y cómo han jugado en pared para encubrir sus necedades y negligencias en el Gobierno.
Un dato potente, por ejemplo, es el caso del ministro Pérez-Reyes que, de ministro de la Producción, paso al MTC —la perita de dulce del gobierno— y ahora fue nombrado ministro de Economía, en medio de todo este desmadre. Resulta que una investigación periodística muestra que su esposa es una íntima amiga de Keiko Fujimori y detalla los múltiples contactos que tienen con el partido fujimorista, con lo que se haría evidente que Boluarte acaba de entregar el MEF al fujimorismo, porque justamente Boluarte no gobierna. Ella está atiborrada por las banalidades, la frivolidad y el boato que tanto le encanta del cargo, del gobierno, al parecer ni entiende cuál es su tarea y responsabilidad.
Boluarte ha sido un títere de estos intereses y son los titiriteros los que ya ven utilitariamente que ya no importa su continuidad, ven sus intereses electoreros y la necesidad de desmarcarse de su gobierno; por eso ya hablan ahora en el Parlamento de vacancia, ante la incapacidad del Ejecutivo y ese cero por ciento de aprobación.
Otra prueba contundente fue cuando la bancada fujimorista anunció que iba a votar por la censura de Adrianzén. Esto fue un terremoto en Palacio, hizo puré al Gobierno y terminó en trompo. La suerte está echada para Boluarte y los felpudos que tiene de ministros.