El debate público de los últimos años se ha centrado en temas de política nacional como conflictos entre Ejecutivo y Legislativo, fallos del Tribunal Constitucional y reformas políticas. Sin embargo, se ha dejado de lado lo más básico para que una sociedad pueda progresar.
La discusión se ha centrado mucho en Lima, en sus calles, el tráfico, la delincuencia, pero se ha dejado de lado la misma o peor situación que atraviesan las provincias.
En Arequipa, por ejemplo, una simple lluvia puede generar que las pistas parezcan las de un país en guerra; se inundan bypasses porque cuando se construyeron no se puso alcantarillado. La “solución” a los huecos del asfalto que encuentran alcaldes es poner tres o cuatro bloques de cemento llamados adoquines.
Además, la congestión vehicular es igual o peor que Lima. El desastroso estado de las pistas hace que los autos tengan que ir lento y esquivando baches. Además, los autobuses y combis actúan con total impunidad que hasta usan como bocina las sirenas de la policía o de ambulancias, e incluso circulinas. Esto sumado a que la enorme cantidad de humo que botan sus carros enferman a las personas y destrozan el medioambiente. Todo ello mientras que policías están en esquinas mirando sus celulares o conversando entre ellos.
Estos ejemplos demuestran el fracaso que ha sido la regionalización y descentralización. Algo sumamente básico como es un buen asfalto, resulta inimaginable para alcaldes que, por corrupción o ignorancia, no usan el sentido común.
Es por ello que se debe establecer un documento que estandarice la infraestructura vial a nivel nacional y no deje nada a criterio de ningún alcalde o gobernador. Es decir, que establezca el grosor del asfalto en las pistas, ordenar la implementación de alcantarillado, entre otras cosas.
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