Un hilo de esperanza en medio del caos

" Lima se detiene y el tiempo sobra para quienes decidimos ir a contracorriente y quedarnos a contemplar los espacios liberados de tanto barullo".

Fecha de publicación: 21/04/2025 6:37 am
Actualización 21/04/2025 – 12:06

“Una sociedad que no protege a sus minorías no merece llamarse sociedad”. Una frase de Mario Vargas Llosa que cobra actualidad en estos tiempos de miedo por tanta inseguridad. Las calles se han convertido en territorio comanche en donde la violencia gana terreno. La población confía cada vez menos en jueces, fiscales, policías. Sin embargo, cuando uno menos lo espera, ocurre una escena que se abre paso entre la neblina del desaliento y deja entrever un halo de esperanza.

El Domingo de Resurrección tiene un encanto peculiar: Lima está casi desierta. Más de uno, forzado por el tráfico o el estrés de la ciudad, busca una salida hacia el sur o a donde lleve el destino, únicamente para desconectarse de la agitada rutina. Lima se detiene y el tiempo sobra para quienes decidimos ir a contracorriente y quedarnos a contemplar los espacios liberados de tanto barullo. El malecón de Barranco es uno de esos espacios. Hasta hace poco, allí era asiduo caminante nuestro nobel de Literatura, quien recorría ese espacio sin perder el entusiasmo. Hoy ese mismo malecón sigue siendo escenario de encuentros inesperados. Varias personas aparecen corriendo sincronizadas, sin soltar la cuerda que llevan atadas a sus manos.  

Una escena sencilla, pero con mucho significado. Uno de los dos es invidente, el otro es voluntario. Se preparan para la maratón de los 42K de mayo en Lima. Aún más impactante, el atleta con discapacidad visual no es una persona cualquiera. Fue piloto de la Fuerza Aérea del Perú y perdió la visión a los 60 años, pero su ceguera no es obstáculo y sigue adelante. Su guía es uno de los cincuenta corredores voluntarios de la asociación Yo Soy Sus Ojos (YSSO), cuyos miembros desde hace diez años apoyan a correr a personas con discapacidad: ciegos, sordos, autistas, síndrome de Down. Dedican tiempo y paciencia, y participan en carreras de calle o en maratones sin cobrar nada. La asociación sobrevive con el auspicio de dos empresas privadas porque, como es obvio, se cansaron de tocar las puertas del Estado.

El proyecto les da buenos resultados. El deporte es la receta para disminuir la depresión. Genaro Santos, uno de los entrenadores, confiesa que las personas con discapacidad encuentran más puertas cerradas que oportunidades en el ámbito laboral. Las empresas están obligadas por ley a contratar personas con habilidades diferentes hasta en 3% de su personal anual; sin embargo, muchas incumplen la Ley 29973, Ley General de Personas con Discapacidad, lo que se convierte no solo en una falta, sino en un golpe al estado de ánimo de quienes, se supone, deben ser incluidos laboralmente.  

El hilo de este grupo no se rompe por el lado más débil, al contrario, se refuerza. La humanidad se impone frente al caos, el miedo y la incertidumbre. Es la enseñanza que deja una escena de Domingo de Resurrección en el malecón de Barranco. 

 

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