Feliz día a todas las mamás. Afortunadamente, todavía tengo a la mía y desde acá nuevamente le mando un beso y un abrazo.
Este Día de la Madre me conecté, por alguna razón, con todas esas otras madres que, si bien decimos: “Madre solo hay una”, tienen inmenso valor en nuestras vidas, a las que hay tanto por agradecer también. Pienso, por ejemplo, en las nanas: esas señoras que sin ser madres nuestras, o madres de nuestros hijos, a veces parecen por cuánto nos quieren, por todo lo que dan y por cuánto las queremos nosotros a ellas.
La nana actual de mi hijito (tiene un año y once meses), la señora Pilar, es como un ser superior para mi esposa y para mí. No exagero y tampoco lo digo porque gracias a ella nosotros no cumplamos amorosamente con nuestro rol de padres; creo que somos suficientemente buenos, presentes y contenciosos. Mi esposa es una madre a la que admiro y respeto (trabaja y al mismo tiempo es la mejor mamá). Pero la señora Pilar es como un regalo en la vida de mi hijo.
Ella llegó unas semanas antes de que él naciera, es decir, se conocieron desde el primer día. La capacidad de vincularse de esta mujer con un niño que no es suyo (biológicamente hablando) es simplemente algo que me asombra y que a mi esposa y a mí no nos deja de generar admiración, gratitud y aprendizaje. Sabe más de psicología que nosotros, lo digo en serio, porque la capacidad de contención, por ejemplo, y la paciencia que tiene Pilar es para quitarse el sombrero. Cuida a nuestro hijo con un amor especial, ese que no brota del narcisismo de ver a un hijo como la extensión de uno mismo; lo trata con respeto, con amor, y, al mismo tiempo, con firmeza y ternura.
Pilar es una de esas mujeres que habla poco y trabaja mucho, es decir, todo el día está amando. La plata que gana la usa para pagar los estudios de sus dos hijos. Esta mujer, además, nos ayuda con la cocina (cocina espectacular y ya le he dicho que cuando Adriano crezca vamos a poner un restaurante juntos).
Pilar es de Ancón, le encanta el mar, y afortunadamente a nosotros también, con lo cual nos movemos juntos como una familia a lo largo del litoral todo el año. Tenemos una casa de playa que a veces se la prestamos para que vaya con sus hijos cuando está de vacaciones.
Estoy seguro de que, así como Pilar, hay millones de mujeres en el mundo que son esas “otras madres” (tías, abuelas, suegras, nanas y demás) que también merecen un saludo muy especial.
A todas esas otras madres les dedico esta columna.