Suena el teléfono y es tu amiga. Te llama para contarte que va a tener otro bebé. Tú llevas años intentando salir embarazada y recibiendo tratamientos: dolor y más dolor. Físico y emocional. ¿Qué sientes?
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Envidia. ¡Qué palabra más fea y con tremenda mala prensa! Y qué injusticia: no hay emoción más humana y natural. Tanto que Netflix está transmitiendo la serie Envidiosa, cuyo éxito es directamente proporcional a la veracidad y humanidad de su mensaje. Si no, ¿por qué habrá pegado tanto?
Me gusta cuando la cultura popular incorpora conceptos profundos y los vende en fácil. Listos para digerir. Pocos se atreven a conectar con su envidia, a categorizarla y reconocerla. Esto es un problema porque no querer sentir algo no es suficiente para evitarlo. Al contrario: cuanto más nos resistimos a la emoción más grande se vuelve, se nos enquista y termina por ejercer una influencia invisible —y peligrosa— en nosotros.
A las emociones hay que aceptarlas y tenerles compasión, y esto no excluye a la envidia, que no es más que producto de una frustración. Si estamos descontentos, y la persona que tenemos al lado tiene lo que anhelamos, ¿no es comprensible sentirnos, por lo menos, un poco mal, o incluso sentir rabia hacia el otro? Que tire la primera piedra quien no haya estado ahí y quedaremos frente a una montaña.
El problema con la envidia no es sentirla, sino no ser consciente de ella, como le pasa a la caótica protagonista de la serie. Por evitar aceptar este sentimiento termina por destilar rabia, juicio y destructividad hacia las personas que quiere. Terminamos viendo a alguien con comportamientos tóxicos, subyugada por emociones que no es capaz de dominar. Y es que no supo siquiera digerirlas en primer lugar.
¿El problema fue la envidia? No, fue la inconsciencia. No se juzga a la emoción, solo al comportamiento derivado de ella y siempre hay un espacio entre uno y otro. Una brecha de decisión y voluntad que no pueden ejercerse sin primero tomar conocimiento de lo que hay dentro de uno mismo. Así que —y no va en condicional— cuando se sientan envidiosos, ténganse compasión y bájenle al susto que la envidia no muerde si se hace consciente y se procesa adecuadamente.
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