[OPINIÓN] César Luna Victoria: “El aleteo de las mariposas”. (Midjourney/Perú21)
[OPINIÓN] César Luna Victoria: “El aleteo de las mariposas”. (Midjourney/Perú21)

El safari debería ser un viaje, que es lo que significa en lengua nativa. Un viaje por las estepas africanas para mirar animales en su naturaleza. Con el tiempo, esa propuesta se trasformó en caza por diversión. Guarecerse, esperar, disparar, matar, decapitar, pasar por el taxidermista y colgar en la sala de casa, o comprar y decir que uno mismo fue. Para lo que sirve: para ufanarse y tener historias para la tertulia -reales o imaginadas, no importa-. Ahora, como la caza está mal vista, el trofeo es un video. Un guía, un jeep, siguiendo manadas y a esperar. La emoción arranca con la leona persiguiendo a una cebra, la alcanza y la tumba, le muerde la yugular y, mientras pelean, una por el alimento y otra por la vida, una jauría de perros salvajes aprovecha, muerden ferozmente a la cebra en vida, que la va perdiendo en los trozos arrancados. Si hay zoom, verá el dolor; si hay audio, oirá el dolor. Siempre verá el rojo sangre tiñendo las franjas negras y blancas de la cebra. Para parecer civilizado, lástima de utilería: ¡ay, ay, pobrecita! Mentira, viajaste al otro lado del mundo y pagaste por ver. Sin ti, la vida sigue igual; los depredadores seguirán matando a sus presas. Es la ley de la vida salvaje: unos mueren para ser alimento de otros. Pero no fuiste a ver esa naturaleza. Fuiste al espectáculo, para oír gritos desesperados, para ver miradas de agonía, para sentir cómo llega la muerte. Fuiste un carroñero más, con el hocico con sangre ajena. Cuelgas el video, pero no triunfas. Es uno más; las redes están inundadas de lo mismo.

En el camal de Yerbateros se matan las reses que Lima come. En sus afueras, de tiempo en tiempo, también se mata gente. Este jueves unos delincuentes masacraban a otro. Sobre el suelo, derrotado, sangrando, indefenso, solo podía protegerse la cabeza. Luego ni eso pudo, pero respiraba su poquito. Los delincuentes de este lado le siguieron dando con todo, con palos, con fierros, para hacerle rebotar la cabeza contra el piso en cada golpe. Al final, le arrancaron el pantalón, calato, para humillarlo, además de matarlo, que ya estaba muerto. Salvaje, brutal, lo que quiera, pero sucede a cada rato. Dos días antes, unos delincuentes atacaron a otros delincuentes. Los querían fuera de La Victoria y El Agustino, peleaban por la exclusividad de cobrar cupos. De dos a diez soles por ocupar la vereda, por manejar mototaxi, por querer ganarte el pan de cada día. El pueblo unido no fue vencido. Harto de los cupos, salió a unirse a los unos, como quien libra una guerra de independencia, porque eran peruanos. No saben que solo estaban cambiando de cobrador. Primera batalla ganada; se incendiaron las motos de los otros, que eran venezolanos, retrocedieron y entró la Policía. Segunda temporada: los derrotados amenazan de muerte a la población. Es un nuevo terrorismo: sin ideología, sin colores, sin naciones, solo por plata.

Mientras tanto, pensamos que otros son los temas importantes y miramos a 2026 como la última esperanza. Problemas reales de todo tipo, en una lista interminable, que la OCDE se ha encargado de ordenar. El ministro de Economía lo viene difundiendo y pide compromiso para ejecutar programas, para llegar a metas. Otra vez estamos en la cola, pero la entrada al club todavía queda lejos, porque, bien mirado, todo se reduce a dos problemas enormes. No tenemos Economía y, para muestra, el 80% trabaja en la informalidad, sin empleo de calidad, con salarios insuficientes. Que la izquierda comprenda que sin inversión privada no hay empresa ni empleo. Tampoco tenemos Estado y, para muestra, nuestras instituciones no funcionan como deberían. Que la derecha comprenda que, así como el BCR funciona, deberían también funcionar el Congreso, el Tribunal Constitucional, el Poder Judicial, el Ministerio Público, la Defensoría del Pueblo y la Policía. Que todos comprendamos que sin Economía ni Estado no tendremos salud ni educación ni futuro. A ver si entendemos que, cada vez, estamos más lejos de la civilización y más cerca de la barbarie.

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