Los países no son ricos por lo que tienen, sino por la forma como usan lo que tienen. Tener recursos naturales es una oportunidad que, de ser bien aprovechada, se reflejará en el bienestar de todos. La historia económica del Perú es un claro ejemplo de cómo no hemos sido capaces de hacerlo. Existen países, como Noruega, que sí saben hacerlo y otros, como Perú, Bolivia y Venezuela, que no. Si dejan de explorar, los recursos se agotan y el boom termina. El reciente caso boliviano es un caso de texto al respecto.

¿Cómo dar buen uso de los recursos? Primero, hay que explorar con el riesgo de encontrar o no encontrar. Si lo hace un privado, usa su dinero y si pierde, solo pierde él. Si lo hace el Estado, usa el dinero recibido por impuestos de los privados, de modo que, si no encuentra nada, entonces desvía recursos que pudieron haberse usado en educación, salud y vivienda para los más vulnerables.

Desde luego que cada uno puede pensar lo que crea conveniente. Hoy vivimos momentos de amores y odios a los que les podemos sumar la ideología y tenemos la tormenta perfecta. Si dejamos esos elementos de lado, en principio no tiene nada de malo que exista una empresa pública, siempre y cuando no genere pérdidas y sea eficiente. En caso de que no lo sea, pues deberá corregir. Si vemos la historia del Perú, las empresas públicas lamentablemente han sido y son instrumentos políticos del gobierno de turno. Vean lo sucedido con Petroperú. Bolivia y Venezuela no escapan a la tradición regional. El primero, país rico en gas, hoy importa gas, mientras que el segundo, importa petróleo. Parece una insensatez, pero es real.

Pensemos en una empresa minera. Si explota un mineral, paga todos sus impuestos y respeta el medio ambiente; entonces el dinero recibido por la entidad estatal sea el gobierno central, regional o municipal, debería usarse en elevar el bienestar de los más vulnerables. De esa forma, el proyecto minero se reflejaría en una mayor calidad de vida.

Entonces el problema es institucional. Si lo hace el Estado, lo hace mal. Si lo hace el privado, los impuestos pagados no se reflejan en el bienestar de los más necesitados, sea por incapacidad de gestión o corrupción. El resultado es que la calidad de vida no aumenta y con eso comienza el deporte nacional de culpar a unos o a otros.

¿Cómo hacemos entonces? Cada propuesta sobre cómo enfrentar ese hecho debe estar acompañada de evidencia empírica que sostenga la postura. No solo es el qué, sino el cómo. La economía es una ciencia que estudia cómo se usan los recursos con el objetivo de elevar el bienestar de todos. Sin embargo, el contexto no siempre ayuda. Perú es el caso. Seguimos discutiendo si la minería o cualquier otra actividad relacionada con un recurso natural debe hacerla el Estado o un privado pagando sus impuestos. ¿No les parece que sería mejor que, teniendo en cuenta la realidad institucional del Perú, pensemos qué es lo que podría funcionar y qué no, más allá de ideologías?

Un país que tiene recursos naturales debería darle bienestar a la mayoría de las personas, pero no ocurre. Esto significa que la riqueza no está en lo que el país tiene, pues si fuera así, los habitantes del Perú vivirían mejor.

La clave está en que todos los ciudadanos cubran sus necesidades básicas. Pensamos mucho en la desigualdad. ¿No sería mejor pensar en que no haya pobreza y que todos gocen de niveles razonables de educación, salud, vivienda y seguridad? ¿Y si decidimos usar el dinero que proviene de los impuestos cobrados a los recursos naturales en los más vulnerables y lo hacemos bien? La historia económica mundial cuenta con ejemplos que podemos adaptar a la realidad peruana. No hay nada que inventar.

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