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Redacción PERÚ21

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Enrique Castillo,Opina.21ecastillo@peru21.com

Después de Quellaveco ha quedado claro que el Gobierno equivocó la manera de enfrentar los conflictos en Cajamarca y en Espinar. Cierto es que la posición de Vizcarra no es la misma que la de Santos o Mollohuanca, y que hablar de Angloamerican no es como hablar de Yanacocha, pero la verdad es que el Ejecutivo no tuvo la capacidad de diseñar una estrategia y manejar un perfil adecuados para cada caso.

Al interior de cualquier gabinete ministerial se pueden encontrar diferentes posiciones con respecto a un mismo problema, lo importante es que se procesen bien esas diferencias, y se encuentre la mejor solución a pesar o gracias a ellas. Eso no es lo que parece haber ocurrido en el Ejecutivo. Para empezar, la presencia de dos personalidades fuertes –y no incluimos al presidente– tratando de manejar a su manera el mismo equipo, trajo como consecuencia la división de este y la imposibilidad de hacer un trabajo de conjunto bajo un mismo liderazgo. En segundo lugar, la inexperiencia y falta de capacidad, sumadas a la poca disposición para abrirse y buscar la colaboración de otros sectores, determinaron el agravamiento de los hechos y también la crisis al interior del gabinete que acelera la renuncia del premier.

Vista la situación política, y constatada la caída de las expectativas en el sector económico –en donde ya aparecen dudas sobre la capacidad para manejar bien la economía en una situación como la que se viene– lo que le convendría al Gobierno es abrirse y recibir sangre nueva, con nuevas ideas y mejor imagen. Encerrarse en sí mismo y buscar personas que puedan ser "dóciles", manejables y/o funcionales a los objetivos de alguien puede ser muy peligroso para el país. Corresponde al presidente ordenar e institucionalizar su Gobierno con miras a su segundo año, mostrando un liderazgo que genere confianza.