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Redacción PERÚ21

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Fritz Du Bois,La opinión del directordirector@peru21.com

Era una unión que permitía crear un espacio de relativa tranquilidad que propiciaba el poder investigar o reflexionar. Lo opuesto al caos en el que siempre parecía estar la universidad estatal.

Más aún, existía pleno respeto a la libertad, no se conocía de condicionamiento a un credo o de veto a un agnóstico o ateo. La sensación que se tenía era de que uno se encontraba en un oasis de tolerancia en medio de una sociedad crecientemente convulsionada. Lamentablemente, eso parece que ha cambiado y, en los dos bandos que se la están disputando, la intolerancia parece ser lo que está primando.

En realidad, es inverosímil que una universidad que tiene una de las más reputadas facultades de Derecho no haya logrado, luego de tantos años, llevar a cabo una negociación que sea aceptable para las partes y que permita alguna forma de participación de la Iglesia en la selección del rector. No sabemos a qué atribuir ese fracaso, si fue por falta de imaginación o por temor a tomar una decisión o es el reflejo del desinterés por encontrar una solución. Quien sabe, pero el hecho es que les llegó el día final y del Pontífice se están divorciando.

Por otro lado, la Iglesia tampoco ha ganado. Al contrario, corre el riesgo de distanciarse aún más de los 20 mil estudiantes que pasan por sus aulas cada año. Extraña manera de atraerlos al rebaño.

En todo caso, luego del 8 de abril solo les quedará a la Iglesia y a la universidad encontrarse en el Poder Judicial, en donde litigarán hasta la eternidad por la posesión de terrenos o la utilización del nombre que el Vaticano les habría retirado. Pero a pocos les interesarán esos juicios y su eventual resultado, porque la intolerancia apagó la luz que debería iluminar a los jóvenes. Así que el daño ya fue causado.