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Redacción PERÚ21

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Fritz Du Bois,La opinión del directordirector@peru21.com

Si consideramos que una de las peculiaridades del Estado peruano es que no parece tener idea alguna del valor de los activos que está administrando –por un lado cree que la tierra no vale nada, pero considera invalorables a empresas en todo sentido deficitarias– entonces, una solución a la inglesa sería lo adecuado. Lamentablemente, el burócrata peruano siempre se ha sentido 'afrancesado'.

Así, tenemos que en la costa hay menos de dos millones de hectáreas que podrían llegar a ser cultivadas, pero existe más del doble de esa extensión en tierra eriaza con posibilidad de ser irrigada.

Por tanto, el 'boom' agroexportador podría ser muchísimo mayor, así como el nivel de empleo que ya ha generado.

Más aún, al valer una hectárea cultivada entre 10 mil y 30 mil dólares, es evidente el incentivo para invertir en pequeños proyectos de irrigación. Lo fundamental para lograrlo es que la tierra se transe a su valor real, con un mercado operando libremente y sin distorsiones.

Desafortunadamente, el mercado y el Estado peruano no van de la mano, ya que en lugar de simplemente convocar a una subasta pública y otorgar la tierra eriaza al mejor postor para que la trabaje de inmediato, los ministerios prefieren 'evaluar' la 'rentabilidad social' de algún proyecto presentado por un interesado.

Incluso, donde debería terminar la participación del funcionario –es decir, en la adjudicación– en realidad es el inicio de la 'relación', ya que aprobará continuos pedidos de extensión por el no cumplimiento de los compromisos de inversión por 'fuerza mayor'.

Al final, los burócratas se jubilan y el proyecto aún ni se ha iniciado. Por lo cual todos somos los perjudicados.