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Redacción PERÚ21

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Fritz Du Bois, La opinión del directorEsta semana publicamos una encuesta de DATUM en la cual nos llamaron tremendamente la atención, dos datos: El primero muy negativo mientras que el otro ha ratificado cuál es la posición de la mayoría de peruanos.

En primer lugar, es preocupante ver cómo se ha desplomado el nivel de esperanza que tenía el ciudadano. En los últimos dos meses un tercio de los que estaban más esperanzados de que el Perú progresaría y sería bastante mejor cuando Ollanta Humala concluya su mandato, se ha desilusionado. Más alarmante aún si consideramos que cinco años de gobierno con una población pesimista o desesperanzada es un fracaso garantizado. No hay manera de reemplazar a la confianza tanto del consumidor como del empresario para asegurar que el crecimiento económico continúe siendo alto.

Incluso, no siendo Humala una persona elocuente que guste salir a los medios a diario, nos corremos el riesgo de que el silencio o los mensajes mal presentados terminen creando incertidumbre y agudizando la falta de entusiasmo. Por lo que el gobierno debería de reconstruir su equipo de imagen, que parece haberse exiliado, y compensar esa limitación, a fin de darle a la población una idea clara de hacia dónde nos está enrumbando.

Por otro lado, ante la abrumadora exigencia a favor de la moderación gubernamental, el mandatario debería tener presente que los seguidores de Saavedra o de Santos, así como de la CGTP o el Sutep, no son sino una minoría, por más que sea ruidosa y destructiva. No debe nunca olvidar que él fue elegido en la segunda vuelta electoral gracias al juramento que hiciera de que sería moderado, el cual lo compró una mayoría del electorado.

En esas circunstancias, el dejarse intimidar por una izquierda radical que dice sentirse defraudada, implicaría traicionar a la mayor parte de los peruanos que lo apoyaron. Especialmente desengañada estaría, en ese caso, la creciente clase media, aquella sedienta por educación y vivienda, que con vigorosa capacidad de consumo ha alimentado a la inversión, convirtiéndola en el motor del fuerte crecimiento de los últimos años.

Por ello, ni Humala y menos aún el país se pueden dar el lujo de permitir que pierda el entusiasmo el segmento más aspiracional y dinámico de nuestra población. Así que la prioridad del gobierno debería de ser el tratar de lograr que recobre la esperanza el ciudadano. Para lo cual sería fundamental el descartar un retorno a la oscuridad radical y contar con un horizonte claro.