"Soy una mujer de 86 años, todavía tengo libido. A veces me masturbo, solo mente y clítoris. He tenido algunos amantes, pero quien me dio el mayor placer fue un hombre de 79 años con disfunción eréctil. Entonces yo tenía 74. Entre felatio y cunnilingus disfrutábamos a tal extremo que en una ocasión, después de un orgasmo prolongado, me dormí y al despertar estaba mi yo –¿mi cuerpo astral?– flotando en el aire, aproximadamente a un metro de distancia de mi cuerpo físico, y pude observar que él me acariciaba los genitales, lo que me causó risa por la cara de fruición que tenía. Solté una carcajada e inmediatamente, como un flujo, un flash, me reincorporé. Escriba sobre el sexo oral e invite a sus lectores ancianos como yo a disfrutarlo. Mientras estemos vivos, ¡VIVAMOS! Le saluda atentamente…".
Estimada lectora de Sexo21, mantendremos en el anonimato su identidad, tal como me pidió, pero tenga por seguro que mensajes y correos como el suyo son los que me hacen feliz al comprobar que hay muchas personas ahí afuera con mentes abiertas como la suya, que saben que el sexo es una parte indispensable de la vida y que su disfrute conforma uno de los mayores placeres a los que le está permitido acceder al ser humano, independientemente de cuál sea su edad adulta.
En efecto, mientras estemos vivos, vivamos, y desde luego el sexo oral es un medio fascinante para conseguir momentos inolvidables, no solo por el placer que conlleva en sí, sino por la sensibilización que concretamente el cunnilingus puede aportar en la vagina para una cópula sensacional.
Gracias por romper con su reflexión ese tabú nefasto que es el sexo en la tercera edad. Ojalá después de sus palabras, otras personas mayores se animen a enviarnos sus consultas y experiencias.
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