La Pampa está en el kilómetro 108 de la carretera Interoceánica Sur, en , cerca a la frontera con Brasil. Desde el 2004, empezó una fiebre del oro en esta zona y La Pampa, donde se calcula que hoy viven unas 20 mil personas, se convirtió en el centro logístico de los campamentos de minería informal de Madre de Dios. A partir de allí aparecieron talleres de mecánica, grifos clandestinos, puestos de venta de todas las empresas de telefonía que operan en el Perú, cabinas de internet, pollerías y decenas de “prostibares”, decorados con colores vivos, figuras de mujeres desnudas y luces de discoteca. Entre ellos, podemos mencionar: El Papillón, El Miss Sagitario, El California y El Embassy. En la mayoría de estos negocios informales trabajan menores de edad que son explotadas sexualmente.

Presa fácil para el abuso

La trata funciona a través de las condiciones de pobreza extrema de las víctimas, la falta de oportunidades y el abandono del estado en los distritos o pueblos de donde provienen. La mayoría llega creyendo que trabajará de mesera y ganará un sueldo considerablemente más alto al que podrían tener en sus lugares de origen. Un registro de la investigadora social Carmen Barrantes (Tierra de Hombres) recoge testimonios de niñas de comunidades de zonas alto andinas de Cusco, como Espinar, que solo han tenido acceso a la primaria y a sus 13 años se dedican a pastar animales, cuidar a sus hermanitos, lavar ropa, cocinar y ayudar en la chacra.

Niñas como todas que sueñan con tener ropa, un celular, ir a una cabina de internet o algo tan simple como no morirse de frío y comer dos veces al día. Niñas que se enteran que en la calle Belén de Cusco se publican avisos para trabajar en zonas de selva y va, y llaman al número del tratante consignado en el aviso, y este le dice que va a llevarlas a Madre de Dios para que ayuden con las tareas del hogar o del negocio. Niñas que acceden ilusionadas a la oferta de trabajo, porque se les dice que pueden ganar mil soles al mes y quieren ayudar a sus familias, que nunca ha visto un monto mayor a 200. Luego se dan de cara con la cruda realidad y ya no pueden escapar.

Las chicas recluidas y traídas con engaños, promesas laborales falsas, deben beber con los clientes. Si no salen a trabajar, son multadas y se les descuenta entre 50 y 100 soles. Además, corren el riesgo de adquirir enfermedades de transmisión sexual o desarrollar infecciones como dengue o malaria. Las postas médicas están alejadas y la mayoría no tiene acceso a los servicios de salud del Estado, pues nadie vela por su bienestar y además están indocumentadas, pues la explotación empieza con la retención de su dni, para que nunca puedan escapar de ese infierno.

Según el video “No más niñas invisibles” de Promsex los clientes prefieren a las niñas de entre 12 y 13 años y existen casos de desapariciones en niñas de entre 10 y 11 años. Otras contraen enfermedades de transmisión sexual y terminan muriendo allí mismo. Nadie conoce a sus familias.
Existen casos de asesinato cuando las chicas se rebelan o intentan escapar.

Hay casos de cuerpos mutilados y tirados al río debajo del puente de la carretera Interocéanica, en Santa Rosa. Así, además, provocan el miedo en las otras chicas y perpetúan la esclavitud y el sometimiento.

La complicidad en la venta de cerveza

Según una investigación a fondo del periodista Gabriel Arriarán, los ingresos de estos lugares se dividen en: explotación sexual, prostitución y venta de cervezas. La venta de cervezas es cinco veces mayor a los ingresos por explotación sexual. Las menores suelen trabajar desde el mediodía hasta la una o dos de la mañana. Usualmente su trabajo es “fichar”, es decir atraer a los clientes para que entren y consuman cerveza. El precio por botella suele ser de 10 a 20 soles. Por cada par de botellas, ellas reciben un promedio de 5 soles. En alto precio de la botella incluye el derecho a manosearlas, tomar con ellas, bailar con ellas y cualquier otro acto que los estimule sexualmente.

Si además quieren acceder a servicios sexuales, los bares cuentan con galpones de paredes de plástico y piso de tierra, numerados, donde las chicas son obligadas a entrar, cumplir con el servicio y recibir a cambio una paga que también es compartida con el dueño del bar.

En estos prostibares, además, hay chicas fijas que no pueden ausentarse y que algunas veces son retenidas a la fuerza, y chicas con libertad de ir y venir al prostibar, que cobran al día y trabajan cuando lo desean. La diferencia de ingresos entre ambas formas es abismal: en el segundo caso, una mujer puede ganar más de 2 mil soles al mes. En el primero, el promedio puede ser de 360 soles al mes (ingreso de una menor de edad que trabajaba en el Embassy).

Arriarán se pregunta por qué el grupo cervecero no prohíbe la distribución de sus marcas en La Pampa. En su pesquisa, el periodista llega a contactar al distribuidor de toda la cerveza de La Pampa, la empresa Candia, cuyo gerente le dice que vende, a los prostibares clandestinos, entre 1 y 1.26 millones de soles en cajas de cerveza (entre 24 mil y 30 mil cajas mensuales a S/.42 cada una).

Candia además aparece en la lista de los mayores contribuyentes de la zona en la Sunat. Al parecer también hay un asunto de lavado de dinero. No hay explicación sobre cómo ese distribuidor, que vende cerveza a locales que no le piden factura porque son informales, sea uno de los principales contribuyentes en una lista de la Sunat.