Daniel Urresti. (Anthony Niño de Guzmán/GEC)
Daniel Urresti. (Anthony Niño de Guzmán/GEC)

Se acaba de batir un nuevo récord en la circense política local: los legisladores electos ni han juramentado y dos bancadas ya se dividieron. Podemos se partió entre las facciones de Urresti y Pepe Luna, mientras que UPP hizo lo mismo entre los antauristas y los que no lo son. Los de Antauro han ido más lejos: decidieron tener una bancada distinta, desconocer a José Vega, quien administra la inscripción de UPP, y crear su propio partido etnocacerista.

Podemos y UPP tienen en común ser vientres de alquiler que han sido utilizados por locomotoras electorales, como Urresti y Antauro, para llegar al Congreso. El único valor de ambos partidos es su inscripción. No ofrecen bases, logística ni recursos, solo un ticket de entrada. Así que luego de cumplido el objetivo, ¿para qué aferrarse a ellos? Urresti pesa más que todo Podemos (así que lo dejarán hacer lo que quiera) y Antauro solo piensa en 2021.

Es un buen caso de oportunismo sin anestesia que muestra lo mercantilista, informal y carente de ideología que han terminado siendo las aventuras partidarias desde buen tiempo atrás, lo que parece importarle poco o nada al elector.

UPP es la mejor muestra de esa realidad popular. Es el vientre de vientres. Comenzó como un movimiento antifujimorista liderado por Javier Pérez de Cuéllar, junto a figuras como Henry Pease, Alfonso Grados y Daniel Estrada, para terminar transitando por sancochados electorales junto a Solidaridad Nacional y en alianzas parlamentarias con el Apra. Recuerden que, en 2006, UPP postuló a Humala. Entonces logró 45 curules y se convirtió en la bancada más numerosa, aunque al poco tiempo se partió y un grupo se alineó al Apra, dándole mayoría al gobierno de García. Ahora, en este 2020, se vistieron de etnocaceristas. ¿Y mañana? Ya encontrarán locomotora.


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