(USI)
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Cuando asumió la presidencia de la República, en marzo pasado, Martín Vizcarra prometió tener un gobierno distinto al de su renunciante predecesor Pedro Pablo Kuczynski. “No va a temblarnos la mano para llevar adelante las medidas necesarias”, dijo aquella vez. Sin embargo, su gestión se está pareciendo mucho a la de su antecesor: no encuentra una hoja de ruta y demuestra poca firmeza para ejecutar las decisiones que toma.

De manera sorpresiva, el lunes nos enteramos de la renuncia de David Tuesta como ministro de Economía, cargo en el que permaneció por apenas 64 días. La razón que llevó a Tuesta a dar un paso al costado fue la repentina falta de apoyo del premier César Villanueva a su plan de incrementar los impuestos –a los trabajadores que ganan menos de 7 UIT al año y el ISC de los combustibles–. La idea que tenía el MEF era recabar más dinero para que el Estado cuente con mayores recursos. No obstante y, convenientemente, luego de recibir críticas desde diferentes sectores, Villanueva salió a descartar los lineamientos trazados por Tuesta y lo dejó sin piso. El mismo piso que le quitó Nadine Heredia cuando fue premier de Humala. Curioso que haya repetido lo que le hicieron a él.

En poco más de dos meses, el gobierno de Vizcarra ha perdido a dos ministros. El primero fue Daniel Córdova, pero la salida del titular de Economía ha sido un golpe fuerte, un hecho que motivó al propio mandatario a dar un mensaje a la nación, que tenía como propósito calmar las aguas. “El crecimiento del país se logrará en base a inversiones y a una mejor recaudación, no a costa del incremento de tasas impositivas”, manifestó de manera tajante.

¿Pero acaso Tuesta no había presentado antes sus ideas para ser aprobadas por el mandatario y el jefe del Gabinete? ¿El presidente no sabía las consecuencias de su aplicación? A menos que el ex ministro se haya ido de boca, es claro que en el Ejecutivo se tiraron para atrás. En el corto plazo que tienen ya han dado muestras de debilidad ante las marchas y amenazas de paros. Es difícil saber hacia dónde va el país, pero es necesario que el mandatario tome el timón con más firmeza para que la economía y las inversiones no se resientan.