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Redacción PERÚ21

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Santiago Pedraglio,Opina.21spedraglio@peru21.com

Estos son el 23, que restringe la identificación por el Reniec, y el 50, que autoriza, como señala la Defensoría, "un sorteo para cubrir las vacantes de personal de tropa de las Fuerzas Armadas".

El argumento de que no se cubren las vacantes debe llevar a los institutos castrenses y al Ministerio de Defensa a analizar por qué los jóvenes peruanos se resisten a inscribirse.

No es un asunto tan difícil de conocer, y la salida, ciertamente, no es volver a convertir el servicio militar en obligatorio, sino corregir las causas que dificultan su naturaleza voluntaria.

El carácter discriminatorio del decreto reside en que se volverán a aplicar los sorteos y se exonerará a los que paguen una multa; pero en el origen de la discriminación está la anulación del carácter voluntario.

Queda claro: es imprescindible que se instalen verdaderos incentivos para que los jóvenes quieran ir al servicio militar.

Esto significa mejorar la remuneración (que debe equivaler por lo menos a un salario mínimo), garantizar la vestimenta y los útiles de aseo, proporcionar una adecuada atención de salud, así como alimentos apropiados, y dar facilidades para estudiar y capacitarse técnicamente, con una certificación del Ministerio de Educación.

Otro punto imprescindible es garantizar un trato personal digno y respetuoso. El soldado, aunque esté regido por una disciplina castrense, no pierde su carácter ciudadano.

El servicio militar no es –no debe ser– un reformatorio, como algunos lo quieren ver; tampoco un lugar para "disciplinar" maltratando física o psicológicamente a los jóvenes.

Parte de todo este asunto, finalmente, es no olvidar que las Fuerzas Armadas en nuestro país tienen un gran reto que no es nuevo: su profesionalización.