"Senmache tampoco entiende o no quiere entender el significado de la responsabilidad política por actos u omisiones de sus subordinados". (Foto: Congreso)
"Senmache tampoco entiende o no quiere entender el significado de la responsabilidad política por actos u omisiones de sus subordinados". (Foto: Congreso)

El ministro del Interior, , se empeña en negar su responsabilidad en la escandalosa fuga del exministro de Transportes y Comunicaciones Juan Silva, alegando que “no es el que va a permanecer en la puerta de un domicilio, esperando si sale o no una persona”. Evidentemente, no entiende o no quiere entender cómo funciona un sistema de vigilancia policial contra sospechosos, un mecanismo que el ex-GEIN y hombre de Inteligencia José Luis Gil explica con propiedad en esta edición.

Senmache tampoco entiende o no quiere entender el significado de la responsabilidad política por actos u omisiones de sus subordinados. El ministro ha dicho que no piensa renunciar y con ello abre las puertas a que el Congreso busque una interpelación y eventual censura, como parte de su función fiscalizadora.

Por lo pronto, algunas bancadas ya han anunciado que recogerán firmas para iniciar el trámite. El informe que hoy publicamos en Perú21 no deja lugar a dudas: cuando menos, hubo una desidia injustificable –si es que no complicidad directa, quizás por órdenes superiores– de los órganos de Inteligencia de la Policía, que dependen, en línea directa, del ministro.

Según la documentación fiscal que se generó para vigilar a Silva antes de que pase a la clandestinidad, pasó una semana desde el pedido del Ministerio Público para que se comenzara a hacer efectiva la videovigilancia, el reporte de actividades y reuniones, así como las primeras maniobras que desplegó la Policía para seguir de cerca los movimientos del imputado. El riesgo de fuga era evidente, considerando lo sucedido con otros estrechos colaboradores palaciegos, como los sobrinísimos presidenciales y el secretario Bruno Pacheco.

En las antípodas del coraje y de la honestidad para reconocer su gruesa falta, el ministro decidió echar mano del recurso más resobado: echarles la culpa a otros. Primero a la Fiscalía y luego, como gran reacción al entuerto, removió de su cargo a algunas autoridades policiales, pero evitando tocar, por ejemplo, al coronel de la Dircocor PNP Enrique Huasasquiche, que estuvo a cargo de los ineficaces y tardíos operativos para seguir a Silva. Quien pagó los platos rotos fue el jefe de la Dirección de Inteligencia de la PNP, defenestrado sin mayor trámite, en un infeliz e inútil intento de acallar críticas y suspicacias.

Lo cierto es que a Senmache no le queda otro camino que la renuncia, el escape de Silva es inexcusable y por mucho que insista públicamente en lavarse las manos, este vergonzoso episodio de falsa vigilancia se produjo durante su gestión. Como ministro, la responsabilidad es enteramente suya.