Escribe: Francisco de Piérola (@pelasyseries)

Disney Plus llegó la semana pasada al Perú y me puse a recordar mi infancia con los títulos originales de la casa de Mickey. Esos que no tenían efectos computarizados, sino que brillaban simplemente por su narrativa y sus canciones. Grandes épocas. Una de estas películas es Robin Hood, película de 1973 que en la década de los 80s veía con mi familia en Betamax. Si no sabes qué es Betamax, seguro eres del bicentenario.

La historia del bandido encapuchado ha sido llevada a la pantalla en repetidas oportunidades. Kevin Costner, Russell Crowe y el fallecido Sean Connery le dieron vida en algún momento de sus carreras. Este personaje siempre ha representado la opresión de los ricos a los pobres. Una lucha de clases en fábula. Un héroe del pueblo que busca justicia popular. No ha faltado algún dictador de república bananera que ha querido identificarse con él. Pero este ícono del socialismo es en realidad un libertario en su máxima expresión, solo que quienes lo veneran no han sido jamás los más brillantes para notarlo.

Si prestamos atención de quiénes son los enemigos de Robin Hood, detectamos que no son las personas ricas, sino el rey. El rey que, en los tiempos en que se basa el folklore inglés, era también el estado. El otro gran enemigo del héroe popular es el recaudador de impuestos de Nottingham, quien cobraba tributos descomunales para que el soberano los administrara ineficazmente en favor de proyectos que no tenían ningún beneficio para el país. Curioso como una historia de hace 900 años refleja una problemática actual.

Queda ilustrado entonces que el bandido popular no le robaba a los ricos para darle a los pobres, como sugiere la redistribución de la riqueza de izquierda, sino que por el contrario, atacaba al estado. A ese estado grande y lerdo que trata de controlar todo, cobrando altos impuestos que solo un puñado puede pagar y aun así querer más. Robin Hood le robaba al estado para darle al pueblo el dinero que era originalmente suyo. Suyo para comer o para generar más riqueza para ellos y para el país.

Robin Hood es un buen enmascarado, pero seamos muy atentos con qué líderes deseamos seguir. Siempre ha habido muchos enmascarados que no descubren sus verdaderas intenciones y nos permitimos ser engañados por moda, por falta de propósito o hasta por letargo intelectual de querer hallar la verdad.