notitle
notitle

Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Vuelvo al copiloto de Germanwings. Con el beneficio de mirar hacia atrás, con la facilidad de predecir el pasado, ¿cuál de todas las informaciones con las que contamos parece ser la más ominosa con respecto de la tragedia que produjo Andreas Lubitz?

Las pistas del suicidio son abundantes: episodios depresivos a lo largo de la vida, incluyendo uno que tenía lugar cuando el copiloto se embarcó en el vuelo 9525. Ideación suicida abundante, expresada en más de una ocasión.

Pero la depresión termina en suicidio pocas veces y tampoco la ideación autodestructiva se concreta en alta proporción. Claro, son estadísticas, pero describen la realidad. Además de ello, los suicidas, fuera de aquellos cuya muerte es una condición para infligir daño a un enemigo, se van de este mundo, por lo general, solos. Lo que sí hubiera prendido todas mis alarmas, todas, es la afirmación, hecha a su novia, de que su nombre sonaría fuerte, que sería recordado en el mundo por mucho tiempo. Salir del anonimato, hacerlo de manera instantánea, en un acto excéntrico e inaudito, como quien se lleva un premio en un solo desempeño.

Sí, pues, vivimos una época llena de Andreas Lubitz, sin el extremo patológico, pero inmersos en una suerte de desesperación por salir de la indiferencia solitaria y oscura hacia la luz mediática y un lugar en la mente pública.

Quiero emprender, sí, pero para vender mi empresa lo antes posible. Y, si no, están los concursos —todos demandan hacer física e intelectualmente algo extremo, chocante, transgresor— y otros realities.

Felizmente son los menos, pero, en ese contexto, en los individuos en quienes la enfermedad anida, lo espectacular puede ser trágicamente colectivo.