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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Fritz Du Bois,La opinión del directorCon el periodo Humala ha reaparecido en el escenario local una especie que muchos consideraban que se había extinguido hace ya varios años, pero que hoy la estamos encontrando nuevamente por todos lados. El proteccionista es un animal que siempre les echa la culpa a los demás. Si fracasas en brindarle protección al ciudadano, el problema no es causado por tu limitación o temor a enfrentarlo, sino que la delincuencia es el resultado del éxito económico peruano ya que, si estuviéramos quebrados, sería poco lo que tendríamos para ser robado.

Si aumenta la desaprobación del mandatario no es debido a los errores que está cometiendo el Gobierno, sino que es causado por la oposición al estar cumpliendo con su trabajo. Si empiezas a perder participación en tu mercado no es por tu ineficiencia o porque tus costos se han disparado, sino porque tu competidor recibe subsidios escondidos –si es del exterior– o si es peruano. Ah!!, entonces, sin duda, debe de estar lavando.

Al final, el proteccionismo es un estado mental de quienes evaden la realidad y no pueden aceptar su incapacidad. Que siempre creen que lo han hecho bien y que todo el mundo les juega sucio o están equivocados. Más aún, son justamente lo opuesto al aspiracional que no se intimida ante ninguna dificultad y que siempre trata de avanzar. Es como si estuviéramos presenciado la lucha generacional entre el peruano antiguo, que se resiste a ser enterrado tratando de culpar a otros por haber fracasado, y el nuevo ciudadano, quien sólo quiere que lo dejen trabajar en paz sin esperar absolutamente nada del Estado.

Lamentablemente, el Gobierno parece estar poblado por los primeros, mientras que son los segundos los que nos están impulsando. Así tenemos que nuevamente se habla de 'industrialización' y de la necesidad de apoyarlos, como si la manufactura textil no se hubiera quintuplicado en tamaño en los últimos 20 años. Incluso lo lograron con su propio esfuerzo sin tener que transferir quebrados para que los asuman los contribuyentes, como ocurrió en la anterior intervención estatal para industrializarnos.

Asimismo, hoy, cualquier ciudadano puede ser propietario de un carro. Ya no es un privilegio como cuando el Estado priorizó el mercantilismo del ensamblaje para darles trabajo a cuatro gatos en perjuicio de millones de consumidores, pero dejando millonarias utilidades a empresarios allegados. También están reviviendo los dinosaurios de las empresas del Estado para que unos cuantos burócratas, que nunca fueron exitosos en el mercado, se sientan empresarios y jueguen con el dinero de todos los peruanos.

En realidad, el proteccionismo en cualquier actividad es el reflejo de la mediocridad. Mientras que el milagro peruano ha sido construido por quienes representan exactamente lo contrario. Por el bien del país, hay que asegurar que los proteccionistas continúen enterrados.