(GEC)
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Los peruanos estamos acostumbrados a promesas electorales que jamás se cumplen. Claro que hay excepciones, pero los demagogos, una vez instalados en los altos cargos a los que postulan, son legión. Y siempre se olvidan de los ofrecimientos hechos a los votantes que encandilaron durante sus campañas.

La sola idea de eliminar los peajes de Rutas de Lima anulando contratos con el fondo de inversiones que los administra ­–del cual participa la empresa Odebrecht, es cierto y por desgracia– ya sonaba fuera de la realidad desde la primera vez que lo pronunció su promotor, el actual alcalde de Lima, Rafael López Aliaga.

“El día 180 recuperamos las casetas de uno de estos delincuentes, de Odebrecht. Ya están corriendo los días. Desde el 30 de enero, tenemos febrero, marzo, abril... ya van 90 días hasta fin de este mes, entonces quedan solo 90 días más para que los señores de Odebrecht nos devuelvan los peajes”, llegó a afirmar en el mes de abril el fundador de Renovación Popular

Lo cierto es que, como reveló Perú21 ayer, con el dictamen del Tribunal Arbitral Ad hoc de la Comisión de las Naciones Unidas para el Derecho Mercantil Internacional (CNUDMI), emitido el 13 de junio último, la decisión del municipio ha quedado en un largo suspenso, un suspenso quien sabe si definitivo. Otra cosa es que no se haya difundido el fallo, pues el organismo internacional así se lo solicitó expresamente a las partes involucradas.

Pero esto de las promesas desaforadas e irrealizables que se hacen durante las campañas son ya un infausto clásico de la política peruana. Si no, recordemos nomás algunas de las soflamas con que el último presidente electo en el Perú, Pedro Castillo, llegó a Palacio: una nueva reforma agraria, ingreso universal a las universidades, el gas de Camisea solo para consumo interno o que el Estado iba a comprar toda la producción cocalera… y delirios por el estilo.

Lo de los peajes se venía venir, como lo de tantas promesas de campaña emitidas por igual número de candidatos que, ni bien ubicados en la sala de mandos, no tardan en estrellarse contra la realidad. Pero, ojo, lo peor es que la gran mayoría de postulantes suelta estas especies a sabiendas de que se trata de maniobras puramente electoreras, es decir, desfachatadamente tramposas y ventajistas.

Y después hay quienes todavía se preguntan por qué nadie le cree a los políticos…