Sede del MTC. (Foto: Andina)
Sede del MTC. (Foto: Andina)

El plan, urdido con premeditación, alevosía y ventaja, se iba cumpliendo tal como Karelim López esperaba. Las reuniones con el secretario general Bruno Pacheco y con el presidente Pedro Castillo ya habían pasado; ahora todo quedaba en manos de los consorcios postulantes y las ofertas que iban a presentar, es decir, en las manos de la propia López y de Marco Pasapera, accionista –¡casualidades de la vida!– de los dos postores.

El día de la presentación de propuestas, Pasapera y López se encontraban en la oficina de administración del postor: Consorcio Puente Tarata III. En el lugar, ambos estaban sentados frente al escritorio del administrador. Al lado de ellos, se elevaba un mueble con puerta de vidrio, hacinado de folders empolvados, facturas, cuentas y diferentes documentos impresos.

-Listo -dijo el administrador, acomodándose los lentes-. Acabo de mandar la primera propuesta, es decir, la que va a perder. Ahora toca enviar la ganadora, la nuestra.

Pasapera se puso de pie y, tras de él, López hizo lo propio. Ambos rodearon el escritorio hasta poder ver la cifra que parecía centellear en el monitor: 232 millones 587 mil 14 soles con 57 céntimos. Lo que seguía era sencillo: cualquier propuesta que sea inferior a esa cifra sería la ganadora. Pasapera y López solo tenían que elegir el monto y colocarlo en el sistema.

-¿Entonces? -preguntó el administrador, con las manos sobre el teclado de la computadora-. ¿Cuánto menos vamos a poner?

-Bueno -dijo Pasapera, dando un gran suspiro-. Habrá que poner una diferencia considerable para que no haya sospechas.

-Tampoco tan considerable -dijo López, acomodándose el cabello ensortijado-. Acuérdate que mientras más grande sea la diferencia, más vamos a dejar de ganar.

-Eso lo tengo claro -respondió Pasapera-. Pero no quiero tener problemas después.

-¿Cuánto ponemos? -volvió a preguntar el administrador.

-Ya que hablamos de cientos de millones, creo que podemos poner 500 mil soles menos -dijo Pasapera.

-¿500 mil soles? -repitió López, lento, como verificando que había escuchado bien-. Es demasiado.

-¿Te parece mucho? Yo creo que está bien.

-Claro que es mucho. ¿Por qué vamos a dejar de ganar tanto?

Pasapera se pasó la mano por el rostro, alisando una barba inexistente.

-Que sean 300 mil -dijo.

-Mejor suena 100 mil -contravino López.

El administrador alzó la cabeza. En medio de esa danza de cientos de miles de soles, se distrajo un momento y pensó en su sueldo, en sus deudas, en su carro maltrecho, en cuándo podrá reemplazarlo por uno nuevo.

-Yo lo sé -refutó Pasapera-. Claro que suena mejor. Pero insisto. Hay que ser cuidadosos. Si alguien se toma la molestia de revisar cuidadosamente las propuestas, puede sospechar.

-Nadie se va a tomar esas molestias.

-Lo dices con una seguridad...

-Por algo te lo digo -dijo López, lanzándole una sonrisa cómplice.

-Bueno, está bien. Ponle 50 mil entonces.

-¿Quedamos en 50 mil? -preguntó el administrador, con un tono de duda, mientras deslizaba las yemas de los dedos, sin rumbo, sobre las teclas.

-Espérate -dijo ella-. Creo que todavía podemos bajar más.

-¿Más?

-Sí, más.

-No sé -dijo Pasapera-. Ya te dije que me preocupa que se vea extraño.

-Y yo ya te dije que no tienes de qué preocuparte. Que sean 10 mil.

-Ya, pues -aceptó Pasapera-. Quedamos en 10 mil y no bajamos más.

-¿10 mil entonces? -preguntó tímidamente el administrador, mirando a Pasapera. Este asintió con la cabeza y el administrador se reacomodó los lentes antes de empezar a digitar la cifra final.

-¿Y si bajamos un poquito más? -preguntó López, abriendo los ojos y alzando las cejas.

Los dedos del administrador se quedaron inmóviles. Su mirada, atenta.

-No -respondió Pasapera-. Yo creo que 10 mil es una cifra aceptable. Igual, ya es medio sospechosa, pero ni modo.

-Mario -dijo López-. Ten por seguro que nadie va a revisar esta licitación. La cosa simplemente es ofrecer menos que la propuesta anterior.

-Bueno, pero tampoco hay que pecar de angurrientos.

-Claro, pero no vamos a regalar 10 mil soles. Hay que bajar más la diferencia.

-Ya. Que sean 5 mil.

-¿Y si lo matamos en mil?

Pasapera dio un suspiro. Caminó por la oficina y se detuvo de golpe. Entonces asintió.

-Ya. Mil soles.

El administrador miró a Pasapera y, al ver que daba su consentimiento, volvió a digitar la nueva cifra.

-Espérate, espérate -dijo de súbito el propio Pasapera, mirando al administrador. Luego observó a López-. ¿Estás segura de que no lo van a revisar?

-Claro -dijo ella, resueltamente-. Nadie se va a enterar.

-Si es así, no tiene sentido desperdiciar el dinero.

-Eso es lo que he venido tratando de decirte.

-Ya. Ponle 500 soles de diferencia entonces -dijo Pasapera.

-¿Y si quedamos en 100 nomás? -preguntó ella.

-Para tal caso que quede en 50 -dijo Pasapera, con una sonrisa indescifrable.

-Tanta vaina -dijo ella-. Ponle 10 soles y que agradezcan que estamos poniendo 10.

-¿10 soles? -se atrevió a cuestionar el administrador- ¿Cómo pasamos de 500 mil a 10 soles?

Pasapera miró a López. Por unos segundos sus miradas parecían haberse enganchado.

-Déjalo en 5 soles de diferencia -dijo por fin Pasapera.

-Mátalo en 2 soles -intervino López, y luego, en seguida, agregó-. Yo sé lo que te digo. Al final, como te digo, basta con que la propuesta sea menor.

-Decidan de una vez -dijo sorpresivamente el administrador, reacomodándose los lentes por enésima vez.

-Pero, ¿cuál es el apuro? -dijo López, con seriedad.

-Es que la sesión del sistema tiene un tiempo limitado. Luego se cierra y tenemos que empezar otra vez todo el proceso.

-Entonces no perdamos más tiempo -dijo Pasapera-. Hay que poner un monto. Ponle 1 sol. Que sea algo simbólico.

-Más simbólico sería 50 céntimos. Mejor 30 céntimos.

-¿Están hablando en serio? -preguntó el administrador, pero parecía que sus palabras rebotaban en las paredes y solo llegaban a sus propios oídos.

-Ya. Ahí nomás. Que quede así -dijo Pasapera-. 30 céntimos.

López negó con la cabeza.

-No me gusta que acabe en cero. Parece inventado. Mejor le ponemos 27 céntimos menos. Suena más técnico.

-De acuerdo. 27 céntimos.

El administrador esperó todavía unos segundos más, en espera de alguna contraorden. Sin embargo, ante el silencio continuo, digitó la cifra correspondiente y finalmente mandó la propuesta: 27 céntimos menos que la anterior.

Días después, se confirmó oficialmente que el consorcio Puente Tarata III había ganado la licitación. Sin embargo, poco tiempo después, se publicaron fuertes denuncias que relacionaban las recurrentes visitas de López con la extraña e improbable licitación obtenida por el consorcio que representaba.

De la millonaria alegría de Pasapera y López no quedaron ni 27 céntimos de ánimo. Pese a todo, en medio del desasosiego, Pasapera no perdía las esperanzas.

-¿Y si vuelves a reunirte con Castillo? -preguntó.

-Ni hablar -respondió López-. Ya no me quiere recibir.

-¿Cuál Castillo no te quiere recibir? ¿El del sombrero o el de la gorra?

-Da lo mismo. Parece que pronto no podrá ponerse ninguno de los dos.