(Foto: Composición GEC)
(Foto: Composición GEC)

Pedro Vaca, relator especial para la libertad de expresión CIDH, se encuentra en el Perú esta semana. La visita es una muestra de la preocupación que existe en la comunidad internacional por el deterioro del derecho a la información en nuestro país. La ocasión podría haber sido una oportunidad invalorable para que los congresistas expusieran las reiteradas faltas del Ejecutivo: ausencia de transparencia, uso político de la publicidad oficial, desprotección de la prensa ante hechos de violencia, etc. Sin embargo, los parlamentarios han preferido sentarse en el banquillo de los acusados.

El relator llega en el contexto de la protesta enérgica de la prensa contra el Congreso. Este prohíbe que los periodistas entren a cubrir la actividad parlamentaria. La medida fue impuesta por la pandemia, pero hoy solo se explica porque la mayoría de los legisladores prefiere trabajar a escondidas, lejos de los medios y la ciudadanía. Lo sintetiza el congresista Jorge Montoya (Renovación Popular), quien señaló que el ingreso de la prensa: “no es conveniente. En el Pleno se hacen muchas cosas y el público tiene que saber el producto final”. Una posición inconstitucional y antidemocrática.

El pueblo tiene derecho a saber cómo actúan los congresistas en su integridad, no solo “el producto final”. Como explicaba Henry Pease: “El parlamentario es, primero, un representante y solo a partir de ese hecho es un legislador y un fiscalizador” (2008: 91).

Al elegir un congresista no se le da un cheque en blanco. La labor de representación incluye la obligación de rendir cuentas permanentemente. La prensa ayuda a ello. Con los periodistas en los ambientes del Congreso, es muy difícil escabullirse sin tener que explicar un voto, una ausencia, una visita o una denuncia.

El informe del relator CIDH será condenatorio. El Congreso deberá abrirle las puertas a la prensa tarde o temprano. Sea porque los parlamentarios entraron en razón o por una orden judicial. Qué tanto demoren solo determinará el grado de su desprestigio.

Más allá de ello, la ciudadanía debería estar espantada de haber votado por políticos que quieren ejercer el poder sin escrutinio. No hay democracia a oscuras.