'El diablo a todas horas'. Foto: Netflix.
'El diablo a todas horas'. Foto: Netflix.

La espiritualidad y las creencias religiosas son factores que están presentes en nuestras vidas. Prueba de ello es la presencia de la religión en el arte desde el origen de la historia. El arte que vemos hoy en los museos, en su momento, cumplía el rol que hoy cumplen los medios de comunicación: una plataforma para narrar los hechos más importantes, describir una sociedad o, en el caso que quiero mencionar, ilustrar momentos bíblicos y conceptos religiosos.

Hallándonos en el presente, la religión también tiene una notable presencia en las películas. No solo aquellas que narran eventos del Antiguo Testamento o la vida de Cristo, sino muchas donde la presencia de lo divino es más sutil, donde, a pesar de su ausencia, terribles acciones se cometen en nombre de Dios. Una película así es El diablo a todas horas.

Esta es una historia sangrienta, y tal vez para algunos dura de ver, que nos cuenta el devenir de una serie de personajes siniestros cuyas vidas están marcadas por violencia y relacionadas entre sí. Donde cada acción violenta termina siendo la causa de la próxima. Esto en el marco de la posguerra en una zona alejada de la civilización donde la gente solo tenía dos cosas: familia y Dios.

Debido a la ubicación geográfica y temporal de la historia, tenemos una combinación de fanatismo religioso con el misticismo de lo rural y podemos ver de primera mano los límites a los que puede llegar una persona por sus creencias espirituales. El bien y el mal están constantemente seduciendo a los personajes y lo que los empuja a seguir es la convicción de que todo lo que está sucediendo es una prueba de su fe.

La presencia de lo divino siempre funciona en las películas de terror. En este caso no tenemos algo sobrenatural, no hay apariciones ni posesiones, no hay ángeles o demonios a la vista, pero es la ausencia de este elemento lo que da miedo porque te permite ver la naturaleza salvaje de la humanidad. Una mirada con lupa de nuestro lado más violento.

Este film está basado en un libro, no en la vida real, pero captura de una manera bastante gráfica esa batalla interior que tenemos por hacer el bien o el mal. Una lucha constante en la que a veces no podemos hallar el norte. Termina por describir a la perfección cómo las cosas más terribles se hacen con las mejores intenciones. No hay gente genuinamente mala en este mundo, solo aquellos que han perdido el rumbo.

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