“Esperemos que los mexicanos tengan la buena fortuna de librarse de él y sus partidarios cuando vayan a las urnas el próximo año”.  (Foto: Andina)
“Esperemos que los mexicanos tengan la buena fortuna de librarse de él y sus partidarios cuando vayan a las urnas el próximo año”. (Foto: Andina)

Más de 100,000 personas se movilizaron el último domingo en México para protestar contra la nueva ley promovida por el presidente r (AMLO), que atenta contra la independencia de las autoridades electorales. Con esta medida, López Obrador refuerza sus ataques contra la institucionalidad democrática, desandando lo avanzado desde la transición del 2000, cuando los mexicanos rompieron el dominio del PRI después de 70 años.

Desde su llegada al poder, AMLO ha adoptado un discurso populista y polarizador que se asemeja al de otros líderes autoritarios, como Erdogan en Turquía y Modi en India. No debe sorprender, entonces, su afinidad con Pedro Castillo, otro populista, a quien ha insistido en defender a pesar de su grotesca y fallida intentona golpista.

Con su estilo hiperpresidencialista, López Obrador ha asumido amplias facultades discrecionales para gobernar, recurriendo a decretos ejecutivos para eludir potenciales controles. De otra parte, su ideologizado manejo económico lo ha llevado a desarticular la reforma del sector energético para volver a encumbrar a los monopolios estatales que tanto daño le hicieron al país.

Otra apuesta peligrosa de AMLO es el empoderamiento de las fuerzas armadas, completamente fuera del control civil, movilizadas no solo para combatir el narcotráfico, sino también para implementar los estrambóticos proyectos de infraestructura del presidente, en clara violación de la Constitución. Mientras tanto, México se sigue desangrando con una ola de violencia que ya ha reclamado la vida de casi medio millón de personas en los últimos 20 años.

AMLO no muestra ningún remilgo en alentar la polarización, fustigando y descalificando a sus opositores, a los que sindica como “traidores” en sus conferencias de prensa diarias. Muchos de ellos, especialmente periodistas y comentaristas, terminan siendo amenazados después. Con más de 40 reporteros asesinados en los últimos 4 años, México es uno de los lugares más peligrosos para los periodistas.

Resulta por todo ello absurdo que un personaje de la catadura de AMLO pretenda inmiscuirse groseramente en los asuntos internos del Perú. Sus pobres credenciales democráticas y su marcado talante autoritario lo descalifican por completo para ello. Esperemos que los mexicanos tengan la buena fortuna de librarse de él y sus partidarios cuando vayan a las urnas el próximo año.